Informe

¿Alguien recuerda quién era Lourdes Flores Nano?

Por Nicanor Domínguez

Historiador

¿Alguien recuerda quién era Lourdes Flores Nano? Foto: Gestión/GEC

Como salida por arte de magia de debajo de las piedras, la antigua lideresa del Partido Popular Cristiano (PPC), la ilustre doctora Lourdes Celmira Rosario Flores Nano, ha aparecido la semana pasada defendiendo, a capa y espada, el despropósito del Fujimorismo, que se ha inventado un inexistente “fraude en mesa” para desconocer la derrota de Keiko Fujimori Higuchi en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del pasado 6 de junio. Es más, pasando de declaraciones en medios de prensa a ser oradora principal en la manifestación Fujimorista del último sábado 19, ha acusado al Jefe de la ONPE, Piero Corvetto Salinas, de “ladrón”, por resistir el increíble pedido de entregar el Padrón Electoral a los desaforados quejosos de “Fuerza Popular”. Como buena abogada, al día siguiente ha “aclarado” que ella no le dijo lo que le dijo, sino que lo que dijo fue que el susodicho no se comportara como lo que le dijo. ¿Qué pensarán de estas criollísimas tinterilladas los catedráticos que le impartieron clases en la Universidad Católica del Perú y en la Universidad Complutense de Madrid?

Promovida desde la década de 1980 por su mentor Luis Bedoya Reyes como la gran esperanza de la derecha peruana, fue elegida regidora de la Municipalidad de Lima (1987-1989 y 1989-1990), diputada al Congreso (1990-1992), miembro del infame “Congreso Constituyente Democrático” (CCD) del Fujimorismo (1993-1995), y congresista del primer Congreso unicameral surgido de la Constitución de 1993 (1995-2000). Desde 1987 fue una activa participante en la campaña contra la estatización de la Banca, decretada por Alan García en su primer gobierno (1985-1990), y luego fue parte de la Comisión Olivera (1990-1991), que investigó las acusaciones de enriquecimiento ilícito del ex-presidente una vez terminado su caótico mandato.

Cuando se produjo el “Fuji-Golpe” del 5 de abril de 1992, estuvo entre los parlamentarios que frontalmente se opusieron a esta quiebra del orden constitucional. A diferencia del Apra y Acción Popular, que no participaron en las elecciones al CCD, el PPC sí lo hizo, y ella resultó elegida en las elecciones del 22 de noviembre de 1992. En julio de 1997 Lourdes Flores y la periodista Cecilia Valenzuela (sí, la misma), denunciaron la doble nacionalidad de Alberto Fujimori, que lo descalificaría para la presidencia, pero la mayoría Fujimorista en el Congreso ignoró el pedido de debate en el pleno. Producida la fraudulenta re-reelección de Fujimori en el 2000, el PPC apoyó la llamada “Marcha de los Cuatro Suyos” (26 a 28 de julio) en contra del inicio del tercer período de gobierno del Fujimorismo. El escándalo de los “vladi-videos”, en setiembre de ese mismo año, produciría el aparatoso colapso de la dictadura fuji-montesinista.

Para su desgracia, el siglo XXI no la ha tratado tan bien en la política como el siglo XX. Ha sido infructuosamente candidata presidencial en las elecciones del 2001 (perdió ante Alejandro Toledo, en parte porque su padre, don César Flores, llamó públicamente “auquénido de Harvard” al futuro presidente), las del 2006 (cuando Alan García la bautizó como “la candidata de los ricos”, haciéndola quedar nuevamente en tercer lugar), y en las municipales del 2010 (perdiendo la alcaldía de Lima ante Susana Villarán, resultado que cuestionó y demoró más de tres semanas en finalmente aceptar --¿suena familiar?--). Durante la campaña por la revocatoria de la alcaldesa de Lima, que se prolongó por meses en 2012-2013, el PPC rechazó la propuesta promovida por “Solidaridad Nacional” del corrupto ex-alcalde Luis Castañeda Lossio. Entonces Lourdes Flores apoyó a Villarán, quien no llegó a ser revocada (marzo 2013).

Sin embargo, la peor decisión política del PPC y de Lourdes Flores --hasta esta semana, claro ésta--, tuvo lugar en las elecciones generales del 2016. Se aliaron con Alan García y el Apra. Fueron conjuntamente como “Alianza Popular”, con García encabezando la plancha presidencial, y ella de Primera Vicepresidenta. Obtuvieron el 5.83% de los votos y apenas cinco congresistas (pero, ¡caray!, todos ellos del Apra).

Repárese en que la diputada Lourdes Celmira Rosario Flores Nano fue parte de la Comisión del Congreso que investigó el enriquecimiento ilícito de Alan Gabriel Ludwig García Pérez en su primer gobierno. ¿Cómo reconciliarse políticamente, sabiendo de primera mano el nivel de deshonestidad del candidato? ¿Más todavía cuando el segundo gobierno de García (2006-2011) también fue objeto de investigación por la llamada “Mega-Comisión” del Congreso, que destapó el escándalo de los “narco-indultos” presidenciales? Cuando parecía que ya podíamos olvidarnos para siempre de la doctora en cuestión, sorprende al país entero con su febril actuación de estos días de intencional caos Fujimorista.

Para que las curiosas lectoras y lectores puedan apreciar quién fue alguna vez Lourdes Flores Nano, se transcriben a continuación dos pasajes del libro de Pedro Cateriano, ‘El caso García’ (Lima: Planeta, 1994), escrito a partir de la participación del autor --a quien nadie en su sano juicio se atrevería de calificar de “izquierdista radical” o algo por el estilo-- en la Comisión Olivera que investigó al difunto García Pérez, hace casi exactamente 30 años.

Sobre la Comisión Olivera:

“El 16 de agosto de 1990, a poco de iniciarse de manera efectiva las labores en la Cámara de Diputados elegida en abril de ese año, se aprobó una moción de orden del día, propuesta multipartidariamente, que solicitaba el nombramiento de una comisión investigadora para revisar las operaciones financieras, en el Perú y en el extranjero, llevadas a efecto por García, durante el ejercicio de su actividad como funcionario público.

“Fernando Olivera, después de aprobarse la moción, se acercó a mi escaño --no muy lejos del suyo-- y me propuso que integrara la Comisión.” (p.22)

“--¿Quién más está en tu lista?

“--Lourdes Flores.

“--Me parece excelente.

“Se levantó y fue hacia donde Lourdes Flores.” (p.23)

“Conformada la comisión, Fernando Olivera resultaba el llamado a presidirla: él había iniciado las denuncias en el régimen anterior; haciendo del tema de García el eje de su campaña en las elecciones del 90. Fue el parlamentario más votado, tenía por lo tanto un mandato popular importante que cumplir. Lourdes Flores, una figura joven en ascenso, elegida concejal en el Municipio de Lima, luego de haber sido presentada para teniente alcaldesa en la lista del Fredemo; su imagen pública era impecable.” (p.25)

“Una vez instalada la Comisión, y sin la presencia de los diputados apristas ni la del PUM, nos reunimos en casa de Lourdes Flores (que en adelante sería nuestro centro de operaciones) y allí tomamos el primer acuerdo: citar a García, y analizar todo lo que se venía diciendo en torno a él.” (p.27)

Tras el “Fuji-Golpe” del 5 de abril de 1992:

“Fujimori había disuelto el Congreso, descabezando el Poder Judicial, cerrando el Tribunal de Garantías Constitucionales, destituido al Fiscal de la Nación, a la Contralora General de la República y suspendido la vigencia de la Constitución [de 1979] para gobernar mediante decretos.” (p.310)

“El Congreso trató de reunirse, sucesivamente, en el Colegio de Abogados de Lima, en la parroquia de la Virgen del Pilar y en un templo evangélico, pero los parlamentarios siempre eran dispersados con gases lacrimógenos, cuando no salvajemente agredidos por la policía --la televisión mostró cómo fueron maltratados Raúl Ferrero, Fausto Alvarado, Manuel Moreyra, Aurelio Loret de Mola, Fernando Olivera y otros.

“Entonces Lourdes Flores pensó en proponer nada menos que su domicilio; su padre aceptó sin vacilar.

“--Esta es tu casa-- le dijo.

“La dirección fue revelada sólo unas horas antes. Fuimos llegando a pocos --disimuladamente-- y allí, frente al crucifijo, el estandarte nacional y la biblia, el Parlamento juramentó como Presidente de la República al Segundo Vicepresidente Carlos García y García, por hallarse fuera del país Máximo San Román, primer Vicepresidente. El acto les pareció a muchos de un simbolismo inútil. Sin embargo, y sabiendo que no teníamos el poder de los tanques y las bayonetas, cumplíamos con el mandato constitucional. Gestos como ese, hicieron que la OEA convocara a una Reunión de Cancilleres para evaluar el caso.” (p.314)

= = =