2020: ¡Que tal año!
Estamos terminando el año 2020, y desde luego no hay que ser muy listo para decir que va a ser recordado por todos, y del que se dirá que hay un antes y un después: antes del 2020 y después del 2020, o antes del covid-19 o después del covid-19. ¡Qué año para malo! ¿Quién lo iba a decir? 1’650.000 fallecidos en menos de un año en todo el mundo, 350,000 de los cuales murieron en el país más poderoso del mundo 350.000; y más de 74 millones de contagiados. Con razón se dice que fue el año en que se nos cayeron todas las certezas, creíamos estar seguros en casi todos los campos y de pronto… ya no tenemos certezas. Y no es bueno vivir con incertidumbres. Nos creíamos autosuficientes y este pequeño virus, de la noche a la mañana, nos ha hecho totalmente insuficientes, nos creíamos autónomos y nos hemos encontrado de pronto como dependientes totales.
No comprendo cómo no nos habíamos dado cuenta que nuestra casa -la manejábamos bastante bien, incluso nuestro barrio- se había hecho tan grande como el mundo, se había globalizado y nos seguíamos manejando como si estuviéramos en el barrio de siempre. Y habíamos creado nuestras organizaciones e instituciones adecuadas a nuestro espacio. Y de pronto viene un virus y nos dice en unos pocos meses: “señores su casa, su barrio se ha agrandado, es el mundo, el manejo de su casa, de su barrio no le sirve, las instituciones que usted creó no le sirven. ¿Y cómo no se ha dado cuenta antes? No ha entendido la complejidad de nuestras nuevas interacciones en un barrio global, en el que estamos todos juntos, en el que no hay fronteras”. De pronto nos damos cuenta que somos ignorantes, que somos frágiles, y que en esta nueva casa, en este nuevo barrio global no tenemos instituciones o instrumentos que nos protejan de las nuevas amenazas que nos crean el vivir todos juntos.
Pero además, cuando el virus nos dijo: ”no tengo fronteras y no necesito pasaporte para pasearme por el mundo entero”, en vez de abrir nuestras fronteras y buscar alternativas conjuntas contra un enemigo común, nos cerramos y cada uno intentó salir por su cuenta. Al comienzo cada país peleó por conseguir sus mascarillas y ahora lo estamos haciendo para conseguir nuestras vacunas. No aprendemos que somos una sola humanidad y vivimos en una misma casa.
¿Qué tendríamos que aprender de toda esta pandemia? Los actos de solidaridad que han tenido personas e instituciones, médicos y personal sanitario que atendieron sin equipos adecuados y que dejaron de ver a sus familiares por miedo a contagiarlos, al igual que el personal de servicio de las tiendas donde compramos y los miembros de los cuerpos de seguridad. ¿Aprenderemos que el gasto social debe ser más importante en los presupuestos de los estados que el de armamentos? ¿Aprenderemos que tenemos que construir sistemas de gobernanza globales para afrontar más solidariamente situaciones parecidas a esta pandemia? ¿Aprenderemos a construir un futuro sin nacionalismos y populismos fáciles? Solos, cada uno defendiendo su casa, no encontraremos solución. Juntos, será difícil pero es el único camino.