A confiar en nosotros mismos
Sociólogo
Todo partió de una decisión ligada a socorrer, o por lo menos, atender la urgencia o necesidad del momento, que en este caso, era la provisión de oxígeno para los pacientes atacados por la maldita peste. Luego vendrían las coordinaciones o sesiones necesarias para afinar esa decisión, en donde, naturalmente, aparecieron más y mejores ideas, que culminó con el acuerdo institucional para materializarlo, ajustándose a todo el procedimiento que ello implica; es decir, estudio de costos, financiamiento, proveedores, instalación, puesta en marcha, y, finalmente, objetivo cumplido: inauguración y funcionamiento de una planta de oxígeno medicinal para dotar de este recurso a pacientes con problemas respiratorios, ante una eventual segunda ola de casos covid 19 y otras afecciones. Precio para el público: S/ 4.00 por metro cúbico.
Estoy narrando escuetamente el caso de la recientemente inaugurada Planta Generadora de Oxigeno Medicinal de la Universidad Nacional de San Agustín (UNSA), cuyo objetivo no era cumplir una tarea de responsabilidad social, sino algo fundamental: salvar vidas, que en la situación actual es, además, un acto misericordioso o compasivo, pues, como nunca, es momento de salvar vidas. Estoy seguro, que ese espíritu también ha guiado a muchas iglesias y demás grupos de la sociedad civil y organizaciones privadas en todo el país, para ayudar a combatir a la peste; es decir, montar plantas similares, crear cadenas de apoyo a las poblaciones necesitadas, importar implementos médicos y sanitarios, etc.
Ahora que oficialmente hemos ingresado a la segunda ola de la peste, descubrimos, una vez más, que la lógica y procesos con los que actúa nuestra sociedad para atender este tipo de emergencias, no aplica en ninguna instancia del Gobierno (central, regional y local). Es decir, nuevamente vemos a nuestras autoridades tonteando o demostrando una total incapacidad, incluso, hasta para hilvanar un discurso claro que oriente a la población en cuestiones fundamentales para atender el tsunami del covid-19. La pregunta, por tanto, cae de madura: ¿en realidad, es tan difícil para ellos tomar decisiones, nadie opina en sus sesiones de coordinación; no hay un solo experto; en dónde están tantos títulos y experiencias del que hacen gala, los que hoy nos gobiernan?
Reconocemos que Sagasti y su team ha heredado una papa caliente; es decir, el desastre viene de la gestión vizcarrista que, ya sabemos, no atendió en serio la crisis sanitaria porque el tipo estaba más centrado en resolver sus “ajustes” personales. Quizá, parte del desastre también viene del período merinista, aunque hay que admitir que, entre sus preocupaciones, resaltaba la autorización para comprar quequitos. Reconocemos también que ambas gestiones se dieron en medio de un congreso que, a la vez, juega su propio partido; es decir, seguir actuando como bandas mafiosas, con dientes y uñas más afiladas y largas.
Todo eso lo sabíamos, por eso es que vimos en Sagasti la luz esperanzadora del túnel. Es más, suponíamos que el presidente y su team deberían saberlo; sin embargo, no es así, pues el gobierno en todas sus instancias, sigue tonteando y mostrando su incompetencia y en algunos casos, inutilidad. Por eso, la duda y rabia comprensible de la población ante el anuncio de un nuevo confinamiento, puesto que ven a autoridades que no actuaron en todo este tiempo; o, en el mejor de los casos, se empantanaron en la telaraña de nuestro burocratismo, mientras que la gente muere día a día por el avance incontrolable de la peste.
Dicen que en política no hay nada casual; es más, es en los hechos políticos donde más se aplica la teoría mertoniana de las funciones latentes; es decir, actuar de una manera con un objetivo anunciado, pero en el fondo esperar otro diferente, que es el real, pero que no se anuncia. Si es así, entonces podríamos concluir que no es incapacidad lo que adorna a nuestros dirigentes, sino una estrategia bien montada para lograr otro objetivo. Sin ánimos de entrar a una onda conspiranoica, ya el tiempo o los analistas se encargarán de develar estos entuertos; sin embargo, corresponde actuar en este momento, pero de la manera cómo lo hizo la UNSA y cientos de iniciativas individuales o colectivas a lo largo de estos meses, y que nos alientan a pensar que algo hemos aprendido para que la peste no nos abata tan fácilmente. Son en esos ejemplos los que, a la vez, podríamos hallar el liderazgo que el país necesita en estos momentos, y eso es algo que también deberíamos aprender de esta experiencia aciaga: que poco o nada podemos esperar de nuestros dirigentes (desde el alcalde hasta el presidente de la República), sino del actuar de nuestro propio país, Vergara dixit.