A dónde puede llevar la desmedida y tenaz pasión de José Antonio Kast
Sociólogo
Kast, el candidato de la derecha chilena para la segunda vuelta de sus elecciones presidenciales, parece un tipo moderado y sereno. Se trata en verdad de un extremista cuya pasión por Pinochet le vino por lo menos desde la adolescencia. Tenía solamente siete años y era el último de nueve hermanos, cuando el nombre del dictador comenzó a ser pronunciado con admiración y cariño en la casa familiar.
El prolongado afecto familiar por Augusto Pinochet
Era noviembre de 1973, solo dos meses después del golpe militar, y su hermano Miguel, el segundo de todos, regresó de estudiar economía en la Universidad de Chicago para asumir un alto cargo entre los cuadros técnicos de la dictadura. En esos meses, entre setiembre y diciembre, ocurrieron los hechos más siniestros de la historia chilena.
En ese poco tiempo se arrestó, confinó y torturó a un número cercano a 20 mil chilenos, se desapareció a más de 600 y fueron asesinados más de mil. Pero en la familia de apellidos alemanes Kast Rist, cuyo padre había combatido en el ejército de Hitler, el afecto y la identificación con Pinochet se instalaron para mucho tiempo. El hermano Miguel pasó los diez años siguientes como un notable del régimen militar. Fue dos veces ministro de Estado, presidente del Banco Central y uno de los economistas formados por Milton Friedman que fueron gravitantes para la opción de Pinochet por el neoliberalismo.
El joven pinochetista de la Universidad Católica
En 1984, a los 17 años, José Antonio Kast ingresó a la Universidad Católica de Chile (UC). Su hermano Miguel había fallecido hacía poco, pero todo ese tiempo de proximidad familiar con el pinochetismo ya había dejado en él un sello indeleble. No pasó mucho tiempo y se embarcó en la misma corriente política de derecha en que estuvo Miguel cuando pasó por la misma universidad. Esa corriente, llamada gremialista, había sido fundada en los años 60 por Jaime Guzmán, un abogado ultraconservador y muy católico -comulgaba todos los días- que después de 1973 devino en uno de los principales juristas, ideólogos y propagandistas de la dictadura. Para el joven José Antonio, la derecha de la UC era como la prolongación de la casa familiar y del legado de su hermano.
Para 1988, tras varios años de crecientes Jornadas Nacionales de Protesta contra la dictadura, esta tuvo que avenirse a un plebiscito respecto a si continuaba o no Pinochet como gobernante. José Antonio, que era en ese momento presidente de la Federación de Estudiantes de la UC, hizo activa campaña para el Sí a favor del dictador. Apareció inclusive en un spot televisivo para apoyarlo. Fue la primera gran derrota de su vida, porque el perdedor fue su ícono, Augusto Pinochet.
La influencia de Jaime Guzmán, el jurista de la dictadura
Al salir de la Universidad, José Antonio ya tenía cercanía con Jaime Guzmán, que en 1983 ya había fundado la Unión Democrática Independiente (UDI), que hasta ahora es uno de los principales partidos de la derecha chilena. Guzmán defendía la intervención de las Fuerzas Armadas y de los Carabineros en política y la alianza de los neoliberales con ellos. Era radicalmente opuesto al aborto, así pudiera estar justificado por razones terapéuticas o por violación. De hecho se ubicaba a la derecha de los propios neoliberales, que ya es decir bastante, y la huella de su pensamiento se aprecia ahora claramente en José Antonio Kast. El asesinato de Guzmán, en 1991, por una guerrilla antipinochetista, debe haberlo radicalizado en sus convicciones.
La UDI, la ruptura y la candidatura presidencial
Guzmán, al que le reconoce haber sido la principal de sus influencias, lo indujo para que se enrolara en la UDI. Así lo hizo y fue sucesivamente concejal y diputado por la UDI desde mediados de los 90s hasta 2016. Ese año, Kast decidió formar su propio partido. Ya era un ultraderechista y le pareció que su partido y la derecha convencional conciliaban en exceso con la centro izquierda, que en ese momento gobernaba a Chile con Michele Bachelet. Estaba convencido que había que profundizar y no limar el modelo heredado de Pinochet. Dejar de lado lo “políticamente correcto” y predicarlo sin inhibiciones.
Le pareció también que él era el líder indicado para ello, y, como le bloqueaban el ascenso en la UDI, formó tienda aparte. Lanzó su candidatura a la presidencia en las elecciones de 2017 como independiente, y se alió con una agrupación evangélica ultra conservadora denominada Unidos por la Fe. El líder de estos evangélicos piensa que Jair Bolsonaro es “una fuente de luz para la política”. No le fue mal a Kast, obtuvo el 8 % de los votos válidos. Ahora, para las elecciones de 2021 ha vuelto a unirse con otro grupo evangélico, el Partido Cristiano Conservador.
Para estas elecciones, Kast ya tenía formado su Partido Republicano. Es una agrupación confesional, cuya declaración de principios, en su primer punto, se manifiesta en contra de toda forma de aborto, cualquiera que sea la causa invocada y, en el segundo punto, manifiesta que “en el Partido Republicano creemos en Dios”. Desde allí se aprecia la profunda identificación de Kast no solo con las ideas de Jaime Guzmán sino con el marco ideológico neoliberal y autoritario del pinochetismo. Tan arraigado tiene Kast a Augusto Pinochet que su programa de gobierno trasluce no solo la reivindicación en bloque de sus ideas y sus actos. También deja ver su extravagante ánimo de castigo y venganza contra todo lo que signifique algo adverso a uno de los dictadores más siniestros de América Latina.
El vasto ataque programático de Kast contra los derechos humanos.
En ese programa de gobierno, por ejemplo, Kast trasluce sus ganas de demoler o erradicar de la política chilena a toda la institucionalidad asociada a la promoción, la defensa o la garantía de los derechos humanos: desaparecer al Instituto Nacional de Derechos Humanos, retirar a Chile del Consejo Nacional de los Derechos Humanos, retirar de Chile a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y de la competencia la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Este ataque o desconocimiento a los derechos humanos incluye el retiro de Chile del Convenio 169 de la OIT, relacionado a derechos de los pueblos indígena, la disolución del Ministerio de la Mujer, el reconocimiento como población vulnerable solamente a las Personas con Discapacidad, a la niñez y a los adultos mayores.
La ofensiva contra los derechos humanos aún en la cultura y en el lenguaje
La agresión a los derechos humanos ocurre también en la política educativa y cultural propuesta por Kast. Ocurre incluse en el campo del lenguaje. No solo proscribe el tratamiento preventivo de la discriminación de género en la educación escolar. En sus propuestas “culturales” pretende prohibir el lenguaje de género. En lugar de Ministerio de la Mujer propone conformar un Ministerio de la Familia. Propone cambiar de nombre al Ministerio de las Culturas para denominarlo Ministerio de Cultura. Desconoce la diversidad cultural del pueblo chileno y pretende que solo hay una cultura chilena y patriótica que los supuestos enemigos de Chile pretenden disociar.
Hacia una dictadura por la vía electoral
Como para que nadie deje de entender que todo este vasto ataque a los derechos es una obvia agresión a la democracia como un todo, el programa de Kast propone otorgar facultades de dictador al Presidente que él quiere ser. Este, durante los Estados de Emergencia, podría por sí solo disponer el arresto y encierro de personas, así como la intervención de sus comunicaciones por cinco días. La prórroga de esto podría proceder con aprobación del congreso, sin intervención de fiscales ni jueces.
El minado a la democracia chilena incluye reducir radicalmente la representación parlamentaria de 155 diputados a 100 y de 50 senadores a 29. Esto implica el retorno al restrictivo régimen binominal que concentra solo en dos partidos la representación congresal.
En esa misma línea se ubica su propuesta de crear una novísima instancia de control del Congreso por el Ejecutivo. Se trata del Alto Consejo de Estado, una instancia gerontocrática de mayores de 70 años cuyo rol sería pronunciarse preventivamente sobre la constitucionalidad de los proyectos de ley, la admisibilidad de las acusaciones constitucionales, reemplazar a las comisiones de ética de las dos cámaras y sancionar a los presidentes de las comisiones del Congreso que no aceleren los proyectos del Ejecutivo.
La extrema concentración antidemocrática del poder en el Ejecutivo, propuesta por Kast, también se expresa en su idea de otorgarle al Presidente la facultad de interrumpir el mandato de los gobernadores regionales que “no le permitan implementar su plan de gobierno”. El requisito de que esto debiera contar con la aprobación de los 2/3 de los miembros del Congreso no deja de implicar su vocación autoritaria.
Kast también pone bajo su agresivo ataque a los derechos ambientales y laborales. Así, además de concentrar el poder político en el Ejecutivo, su objetivo, con el pretexto de promover la inversión, es concentrar aún más el poder económico en las grandes empresas chilenas, su principal apoyo. No alcanza un artículo para describir esta parte de su programa, será en otro.
Un fanático peligroso no solo para la democracia chilena, también para América Latina
Pero este hombre no es solamente un peligro para la democracia chilena. Lo es también para las democracias latinoamericanas, e incluso para América y la paz entre sus naciones como un todo. No ocurre solamente que un eventual triunfo suyo alentaría a otras corrientes similares a seguir su ejemplo en otros países.
Me refiero a algo más grave. Su propuesta incluye retirar a Chile del Pacto de Bogotá, suscrito en 1948, que se denomina precisamente Tratado Americano de Soluciones Pacíficas. Sus artículos son una serie de regulaciones y procedimientos que comprometen a todos los países americanos a resolver sus controversias por medios pacíficos, como son la mediación, la Corte Internacional de Justicia o el Arbitraje. Esta propuesta hace recordar las aventuras belicistas de Augusto Pinochet.
Solo con lo ya explicado hasta aquí, queda claro lo que Kast está significando con su pretensión de ser Presidente de Chile. Aludí en el título a la pasión tenaz y desmedida que el tenía por Augusto Pinochet. No escogí esos términos por azar. Esos son los que definen a un fanático. Este es un peligro mucho más grande del que podría parecer a simple vista y más nos vale a los chilenos y latinoamericanos tomarlo en serio.