Opinión

¿Algunas reformas urgentes más?

Por Cecilia Sueiro

Antropóloga

¿Algunas reformas urgentes más?Foto: Buikut Toribio Sanchium

Además del adelanto de elecciones, la renuncia del Ejecutivo y la censura a la Mesa directiva del Congreso, con una nueva Mesa que permita unas elecciones transparentes, limpias y que permitan una salida hacia un nuevo gobierno que articule los sentires populares de cambios en el país, se hace cada vez más urgente el debate en términos de una nueva Constitución, que permita una convivencia plural.

Existe una serie de pasos y reformas urgentes, ya mencionadas por varias personas e instituciones, sin embargo, una que no ha sido posicionada en este contexto es la reforma integral de la Policía. Hemos visto cómo la policía puede disparar hacia el cuerpo de las personas, cómo se gasta dinero público para la represión de la ciudadanía movilizada, cómo de manera ilegal se infiltran policías de civil para causar disturbios a través de los “ternas”, cómo se movilizan grandes contingentes con la intención de proteger a unos y reprimir a otros, sin respetar la suposición de igualdad y protección de todas las personas. Algo fundamental respecto a la policía es su identificación, dado el poder que detentan (imaginen tener en las manos el poder de la vida y la muerte), por eso sus nombres deben estar visibles, por eso deben tener uniformes, por eso tiene que haber una cadena de mando que permita identificar responsabilidades cuando se ejerce la fuerza de manera ilegal. Eso no se está cumpliendo en estas protestas, ni en muchas anteriores. Ni qué decir del accionar de la policía en “tiempos de paz”, en los que reciben coimas por evitar multas, retrasan denuncias, no siguen normas básicas de tránsito, hacen caso omiso a situaciones de peligro, especialmente en el caso de mujeres, plantan supuestas pruebas, o son parte de redes criminales de tráfico de objetos robados. Es una institución que debe aprender a defender la vida sobre todas las cosas y que no lo ha aprendido hasta ahora.

Otra reforma indispensable es reestablecer el equilibrio de poderes. La acumulación de poder en el Legislativo atenta contra la forma de gobierno que tenemos y genera las situaciones de inestabilidad que estamos viviendo. La transparencia, el seguimiento a los acuerdos, poner los intereses sobre la mesa y no negociarlos debajo de ella, tener mecanismos de vigilancia y monitoreo accesibles y amigables por parte de la ciudadanía, actuar de igual forma frente a las mismas faltas, deberían ser principios básicos de cualquier Parlamento, algo que no sucede con el nuestro. Restablecer ese equilibrio, para sobre ello discutir los términos de nuestra democracia, debería estar asegurado en el cortísimo plazo.

Finalmente, algo que debería aparecer más en nuestros debates, es la forma de tomar decisiones que queremos tener en el país, es decir, la forma de sistema político. Hemos reducido nuestro sistema a unas elecciones cada 5 o 4 años, con limitados espacios de participación, sin tener en cuenta las formas tradicionales que existen de “hacer política” en nuestros territorios. Las comunidades campesinas, y sus asambleas, los consejos indígenas en la amazonía, las juntas vecinales, podrían ser ejemplos de organización para la política, es decir, para la toma de decisiones sobre el país, la representación, el seguimiento, las sanciones cuando no se cumplen los acuerdos, en una diversidad que, si bien es retadora, puede ser verdaderamente revolucionaria, en un momento de la historia de la humanidad en el que necesitamos encontrar formas verdaderamente distintas de relacionarnos en y con el mundo, desde una interconexión profunda y un reconocimiento cuidadoso de la diversidad, en un contexto de crisis y colapso climático que no permite seguir jugando con la vida de esta manera. Ojalá que todo este movimiento y dolor nos permita encontrar nuestras propias vías de organización social y política, en la que los derechos humanos, ambientales y de la naturaleza estén en el centro de nuestra valoración.