Aviso político contratado
Sociólogo, docente universitario e investigador del Observatorio de Vigilancia Ciudadana – GOBIERNA
El rol de los medios de comunicación y su identificación con el ciudadano hace entender que el interés general prima sobre el particular, tal como afirma la periodista Jacqueline Fowks en su libro Mecanismos de la Posverdad: "los medios han adquirido un peso mayor en las tensiones políticas, las vinculadas con derechos ciudadanos, e incluso en conflictos sociales en los que se enfrentan intereses comerciales privados contra intereses colectivos". Así, comunicar conlleva una gran responsabilidad y contribuye de manera determinante al fortalecimiento de la democracia, sobre todo en una democracia como la nuestra que se debilita día con día.
Estamos en el escalamiento de una contienda electoral regional y municipal en la que, al igual que en oportunidades anteriores, abundarán las promesas de campaña que parten de un “programa de gobierno” que casi nunca se llegan a cumplir. Esta nueva lucha mediática tiene como protagonistas además de los actores políticos y sociales a los comunicadores cuyo rol debería ser verificar y cuestionar si lo prometido por los distintos candidatos o candidatas es factible de ser cumplido, de ofrecer información documentada y veraz para la adecuada toma de decisiones de la ciudadanía al momento de emitir su voto.
Para nadie es un secreto que los candidato tienen como protagonistas de sus actividades a diferentes medios de comunicación radiales y televisivos, y sobre todo a las redes sociales virtuales que han cobrado mayor protagonismo por su simultaneidad e inmediatez. El problema es que lo que circula por dichas redes no siempre apunta a informar sino a regular, jerarquizar y tematizar las noticias en las que quieren que se concentre la ciudadanía para motivarla a tomar una decisión que se plasme en unos meses en la emisión de un voto.
Es así que, algunos espacios de comunicación en redes sociales virtuales, bajo el slogan de “aviso político contratado” comparten información de uno u otro candidato o candidata sin siquiera basarse en una estrategia discursiva que por un lado construya un mensaje conveniente del candidato o candidata para masificarlo e imponerlo ante la ciudadanía, hacerlo viral o popular y por otro lado divulga mentiras del oponente político. Nada de esto es gratuito, pues quienes difunden de manera masiva mensajes que apuntan a ser noticiosos "suelen tener relación con poderes fácticos o trabajan como herramienta de operadores políticos o empresariales" cómo señala Fowks en el libro antes mencionado.
Fabricar realidades en nuestro contexto social, sobre todo en épocas electorales se ha vuelto una práctica común que ha logrado normalizar discursos distorsionadores de la realidad que no contribuyen en nada a la formación de una opinión ciudadana seria y veraz; sino que al contrario generan desinformación que alejan, entretienen y confunden al ciudadano, adormeciéndolo y convirtiéndolo en un consumidor de “falsas verdades”.