Batalla ideológica y consenso social
Escritor y gestor cultural
La calle, a pesar del descontento y la desnaturalización social generalizada por factores de diversa índole, "no prende" en mi ciudad, tampoco en el país. Las múltiples razones alrededor de este fenómeno (el miedo, las noticias falsas, la criminalización de la protesta, los crímenes de Estado, el desaliento que ha originado el fracaso de las más recientes movilizaciones, la impunidad, la crisis económica, etc.), deberían ponernos a pensar en cómo, desde las altas esferas del poder, el dominio ideológico ha determinado que las ideas más cavernarias, retrógradas y antiderechos, continúen ganando espacio y se hayan convertido -con el paso del tiempo- en hegemónicas, al punto de perdurar o imponerse a la verdad, a la voluntad de cambio de una minoría, así como a la masiva pero silenciosa indignación ciudadana por la profunda crisis que experimentamos.
Influir en la opinión pública es muy sencillo en la realidad que nos toca, basta dirigirse al quiosco de periódicos para leer los titulares en los medios masivos "de la concentración"; encender la televisión [basura] o sintonizar la radio y su programación mayoritariamente insulsa; sobre la revisión de contenidos y preferencias de los usuarios en las redes sociales, huelgan comentarios. La existencia de un supuesto y soterrado "sentido común" moviliza o activa (desactiva) la forma de pensar y actuar de los ciudadanos, influyendo decisivamente en la conducta colectiva, así como en la lucha por un destino distinto.
Apéndices partidarios o de las instituciones públicas, los medios de comunicación tienen copada determinada agenda política y mediática. El peudoperiodismo, reciclado y vergonzante, continúa impulsando lobbies y contubernios, ejerciendo viejas prácticas al servicio -por supuesto- del mejor postor o del poder de turno. Esto último, que no es ningún secreto, ha terminado normalizándose y constituyendo moneda corriente entre las nuevas generaciones dedicadas a ejercer la profesión.
La calle "no prende" y el dominio ideológico es cada vez más determinante. La batalla librada en este ámbito exige nuevas estrategias para contrarrestar la constancia en la repetición de mensajes que terminan persuadiendo o confundiendo a los receptores y fabricando un "consenso social" que ofrece "visiones" y "soluciones" a la problemática existente, sin dejar de marginar a las opiniones disidentes o de acusarlas de crear divisionismo("terruqueándolas" en el estricto y malhadado sentido del término). La red de intereses que poseen y controlan los medios de comunicación lo condicionan todo, la batalla de las ideas se libra también -y sobremanera- al interior de cada uno de los peruanos.