Caos y desborde popular
Antropólogo y ex Congresista de la República
¿El problema central del caos y violencia que se aprecia en nuestro país, desde el 7 de diciembre, es la defensa del débil y errático gobierno de Castillo, su libertad y restitución? Creo que no. Quienes consideran que las violentas movilizaciones de ciudadanos son motivadas solo por afecto y defensa de su gobierno adolecen de una lectura objetiva, en perspectiva histórica, del complejo contexto social, cultural y principalmente político que se vive en nuestro país, agudizado por lo menos desde el 2016.
El problema es, y de ello tienen perfecta certeza y convicción las poblaciones movilizadas, la cada vez más profunda y dramática polarización social de nuestro país. Hoy de un tiempo a esta parte es más evidente que existen dos patrias: una afiliada a la CONFIEP, SNMPE, agro exportadores, grupos empresariales como BRECA, CREDICORP, FERREYCORP, GLORIA, HOCHSCHILD, INTERCORP y otros más de gran poder económico, cuyas fortunas e hilos de interacción trascienden nuestras fronteras, manejándose en paraísos fiscales conectados con otros grupos por todo el mundo; son los que evidentemente, tienen el control no solo de la economía, sino del poder político, de nuestra patria, en contubernio con medios de prensa monopólicos, como El Comercio, que distorsionan y direccionan conforme a sus intereses la opinión pública; hoy también controlan instituciones como el Congreso, el Tribunal Constitucional, el Ministerio Público y otras más. En la otra vera, el pueblo mayoritario, de origen andino, asentado en provincias y conos de Lima.
El factor que ha evidenciado en términos inimaginables en otros tiempos, tal condición, ha sido el caso LavaJato, que ha desnudado un aparato público, corroído por la corrupción en casi todas sus esferas; comprometiendo a todos los ex presidentes de los últimos treinta años. Un actor político muy importante es actualmente el neofujimorismo, que se ha convertido en el eje político clave de una derecha racista e intolerante. En torno a él se han alineado fuerzas que antes se autodefinían de centro, y en la práctica controlan el Congreso desde el 2016. La gran diferencia con Castillo es que, al no poder someterlo, impulsaron su caída, aprovechando sus líos de corrupción.
En este contexto, ¿Alguna reforma política, aceptable se puede esperar de Chirinos, Montoya, Alva y otros más? Literalmente ellos controlan el Congreso y sostienen a Dina Boluarte. Hoy, en la práctica, con Castillo recluido en DINOES, el cerronismo desorientado y la izquierda moderada desaparecida, el control político total del Estado está en manos de estas fuerzas de derecha neoliberal asociadas al juego de Keiko Fujimori, quien al percatarse que nunca podrá ser electa presidenta optó por boicotear y generar desgobierno, implantando una suerte de dictadura parlamentaria. La virulencia con que se acosó y saboteo particularmente al débil e inexperto Castillo ha sido simplemente descomunal.
A estas alturas de los acontecimientos es claro que Boluarte decidió apoyarse en el sector más recalcitrante de la derecha peruana y sostenerse como pueda, bajo una estrategia militarizada y autoritaria. Los actores más interesados tras bambalinas, del precario gobierno de Boluarte, no solo quieren “contener” el “comunismo imaginario” o las “hordas senderistas” que solo existen en su delirio político, sino, buscan pulverizar todo lo que “huela” a “iniciativa popular”, pues en su racismo trasnochado, no aceptan, que un profesor rural, haya podido ganarle electoralmente a la mayor coalición de derecha empresarial y política, después del FREDEMO de Vargas Llosa.
En medio de esta convulsión social dramática, con el ejército en las calles, es evidente que la estrategia del gobierno de Boluarte tutelada por esas fuerzas, es ir desgastando la movilización en provincias. Lima es vital en esta pugna, saben que es difícil reeditar la marcha de los cuatro suyos del 2000, porque las organizaciones de base otrora centralizadoras, como CGTP, CCP, CNA, CONACAMI, entre otros, están adormecidas o sencillamente han desaparecido. La fuerza de la juventud y universitarios, no se deja sentir aún. Aguardan que las fiestas de fin de año les favorezcan. En efecto, los más golpeados, han sido los microempresarios, una “salida temporal” es la tregua, que se ha dado por fiestas de fin de año. ¿De qué forma aprovechara Boluarte este respiro? Es complicado saberlo bajo su estilo imprevisible y confuso. Con Otárola como premier apuesta por la línea dura y autoritaria, no le queda otra, con un desgaste ultra vertiginoso de su aceptación solo le queda auparse aún más a las fuerzas de derecha. Un asunto adicional, que seguramente le quita el sueño estos días, es la presencia de la Comisión interamericana de Derechos Humanos, que le ha dado mayor connotación a las violaciones a los derechos humanos ocurridas sobre todo en las movilizaciones de Ayacucho, con uso ya comprobado de balas de guerra. Este tema sin duda traerá cola política y penal.
El gobierno de Boluarte, es aún más débil que el de Castillo por varias consideraciones. La más fuerte, sin juego político propio, se ve claramente condicionado, sin bancada ni partido, sin aliados con peso propio, la agenda que intenta esbozar termina como furgón de cola de la del Congreso. Conforme a la última encuesta IEP, el rechazo a Boluarte es categórico, entonces sus posibilidades de sobrevivencia exitosa son tenues o casi nulas. La agenda que esboza como acción inmediata: “ir a las regiones a dialogar” Con 27 muertos a cuestas y una impopularidad clamorosa, no creo que tenga receptividad ni auditorio dispuesto a oírla. Es cierto que la primera etapa de convulsión, fue desarticulada y desordenada, sin dirección ni liderazgos, motivada básicamente por la indignación y el hartazgo social, con momentos de caos y violencia donde vándalos e infiltrados pretendieron desnaturalizar y deslegitimar la protesta ciudadana. Ahora la indignación se viene convirtiendo en ira y clamor; imponiendo una agenda que atormenta al “Gran Poder de Lima”: “Referéndum y Nueva Constitución”, “Que se vayan todos”.
El adelanto de elecciones aprobado en el pleno del Congreso pone al país en un compás de tensa espera. Abril del 2024 es un plazo infinito en términos políticos en un país como el nuestro dónde todo puede pasar, en dos años hemos tenido seis presidentes, todo es impredecible. Después de la época del terrorismo no hemos vivido un ambiente tal, con tan alto costo de vidas humanas, ni el Baguazo del 2009 tuvo estas connotaciones. Vemos pues como sostenían José Matos Mar en “Desborde popular y crisis del Estado” o Aníbal Quijano en su más contemporáneo “El fujimorismo y el Perú”, que el problema político y del Poder en el Perú sigue manteniendo signos vergonzosos y dramáticos de racismo, prejuicios y sobre todo desprecio por lo andino y provinciano.