Cateriano: sin anestesia y con precisión estratégica
Escritor y periodista
Sin anestesia: Una década de lucha por la democracia, es el último libro de Pedro Cateriano, publicada por la editorial Planeta. Llama la atención que no abunden reseñas de este testimonio de parte, que oscila entre los géneros de la autobiografía y las memorias, al estilo de El pez en el agua de Mario Vargas Llosa. El expresidente del Consejo de Ministros ha sido actor importante de la política peruana en los últimos diez años, por lo que este libro merecería mayor atención.
Cateriano inicia su relato con su retorno a la actividad política en febrero de 2012, cuando es designado agente del Estado Peruano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso Chavín de Huántar. Sus anteriores experiencias políticas fueron breves. En 1990 fue elegido diputado por el extinto Frente Democrático (Fredemo), cuyo candidato presidencial fue Vargas Llosa. En la Cámara de Diputados, integró la comisión que investigó el primer gobierno de Alan García. Tras el autogolpe de Alberto Fujimori, que truncó dicha investigación, Cateriano publicó El caso García (1994), que revela detalles de esa experiencia. Entre 2001 y 2002 fue viceministro de Justicia.
Su función como agente estatal, a la que fue convocado por Juan Jiménez, entonces ministro de Justicia de Ollanta Humala, es una papa caliente que Cateriano soltará pronto para hacerse de otra mayor. En agosto de 2012, asumirá el ministerio de Defensa, justo cuando estaba en proceso el diferendo por los límites marítimos con Chile en la Corte Internacional de La Haya. Cateriano cuenta detalles de la estrategia legal, así como de las mejoras que impulsó del equipamiento militar como medida disuasiva. Esto no impidió que sea blanco de ataques del Apra y Fuerza Popular, que lo tenían en la mira por haber sido opositor de los regímenes de García y Fujimori.
Pero Cateriano no se conformó con ser ministro de Defensa. Tanto en esa cartera como en la presidencia del Consejo de Ministros, que asumió en abril de 2015, fue fundamental para virar la posición geopolítica del Perú hacia los intereses de los Estados Unidos, y alejarla de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) y de gobiernos como los de Cuba y Venezuela, de los que Humala nunca tomó distancia. Es llamativa su cercanía con el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro (protagonista luego del golpe de estado en Bolivia); y su solicitud a Humala para que recibiera en Lima al director adjunto de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), David Cohen. Humala no accedió a ese pedido. Cateriano hizo de anfitrión con Cohen, con el que trató “temas de seguridad” y la situación de Venezuela.
¿Cómo llegó Cateriano a ser protagonista del gobierno de Humala? El autor cita al propio expresidente en su libro: “Le di un oportunidad a la izquierda como pocos gobernantes lo habían hecho, pero hicieron inviable el gobierno”. El primer desencuentro de Humala con sus aliados zurdos fue cuando anunció a Luis Miguel Castilla, un baluarte neoliberal, como ministro de Economía, poco antes de asumir la presidencia en julio de 2011. Esto ocurrió luego de vencer a Keiko Fujimori en la segunda vuelta de las elecciones de ese año. Para lograr ello, diseñó la conocida “Hoja de ruta” que moderaba su discurso original de “La gran transformación”. Eso le valió el apoyo de Vargas Llosa, que pesó en la opinión pública. Pese a ese desencuentro por Castilla, la izquierda tendrá puestos importantes en el primer gabinete, encabezado por Salomón Lerner Ghitis. Las divisiones de la propia izquierda dentro del gobierno y el proyecto Conga generarán la ruptura definitiva con este sector político. El expresidente buscará otros soportes. Primero intentará con un autoritario Óscar Valdés en la jefatura del gabinete. Luego lo reemplazará por Jiménez, un liberal cuyo período será el de mayor estabilidad política del gobierno de Humala.
En el último año del quinquenio de Humala, la relación de este con Cateriano se deterioró, y no solo por diferencias geopolíticas. El expresidente lo nombró jefe de gabinete luego de la censura de su antecesora, Ana Jara. Conocida su rivalidad con apristas y fujimoristas, la idea de Humala era forzar una segunda negación de la confianza y así cerrar el Congreso de manera constitucional. Pero Cateriano, que pretendía una cuarta transferencia consecutiva de un gobierno democráticamente elegido, realizó una ronda de diálogos, en los que incluyó a sus encarnizados enemigos políticos, y consiguió el voto de confianza.
En los últimos dos capítulos, Cateriano hace un notable resumen de la intensa coyuntura política que vivió el país en el quinquenio post-Humala. El exjefe de gabinete cuenta sus asistencias a las citaciones del Congreso de mayoría fujiaprista, que intentó inculparlo de actos de corrupción en su gestión como ministro, vorágine de la que salió airoso. También narrará su experiencia con Vizcarra, desde el desmoronamiento del aprismo y el fujimorismo a partir del caso Cuellos Blancos, pasando por el cierre constitucional del Congreso; hasta su segunda y fallida experiencia como presidente del Consejo de Ministros.
Otro hecho importante que relata Cateriano es su intervención para impedir el asilo político de García en Uruguay. En diciembre de 2018, viaja a Montevideo para difundir en la prensa uruguaya El caso García, reeditado el año anterior, con el fin de generar un rechazo en la opinión pública y la clase política uruguaya a la solicitud del difunto líder aprista. Su estadía fue posible gracias al Centro de Estudios para el Desarrollo de Uruguay, un think tank liberal de aquel país, gracias al contacto hecho por la Fundación Internacional para la Libertad, presidida nada menos que por Vargas Llosa.
La presencia de Vargas Llosa es constante en Sin anestesia. Cateriano lo cita como un referente y hombre de consulta. Lo mismo hace con Luis Bedoya Reyes, exalcalde de Lima y fundador del Partido Popular Cristiano. En este libro, el propio Cateriano se perfila como el mayor alfil político que ha tenido en los últimos años la derecha liberal democrática, cuya máxima expresión fue el Fredemo, en el que coincidieron como aliados Vargas Llosa y Bedoya Reyes. Esa misma derecha, sin ganar elecciones, tiene gran influencia en las decisiones del poder en el Perú desde 1990. Cateriano da cuenta de su labor cumplida como alfil de esta derecha, sin anestesia y con precisión estratégica al mismo tiempo.