Opinión

Chile no está lejos: la rima de la historia

Por Laura Arroyo Gárate

Comunicadora política. Directora del podcast “La batalla de las palabras”

Chile no está lejos: la rima de la historiaFoto : Reuters

En el marco de los cincuenta años del golpe de estado en Chile, podemos acceder a análisis diversos, mesas de debate, documentales, etc. Por ello, no quiero centrarme en la narración de los hechos ni en lo que “significó” para Chile y para la democracia en general en la región este suceso. Me interesa poco el ejercicio memorialista y prefiero hacer un ejercicio de memoria, que es otra cosa. Porque la memoria no es narración de acontecimientos pasados, sino una caja de herramientas para la acción política del hoy. Y, sobre todo, porque como peruanos y peruanas deberíamos tener claro que mañana se cumplen cincuenta años de un acontecimiento que nos toca directamente.

Que el 11 de septiembre de 1973 las FFAA chilenas bombardearon el Palacio de La Moneda y llevaron a cabo un golpe de Estado con el General Augusto Pinochet a la cabeza, es algo que todos dirán y es bueno recordar. Lo que pocos dicen es que todo empezó antes. Empezó el 4 de septiembre de 1970 en que Salvador Allende fue elegido democráticamente Presidente de Chile y se inició una operación articulada con la participación activa de los Estados Unidos para evitar que asumiera el cargo de Presidente primero, y derrocarlo después. Por eso está bien hablar de la afrenta contra la democracia que supuso el golpe de estado de Pinochet, pero es necesario decir también que hubo un ejercicio de intervención estadounidense en un país de nuestra región. Y no lo digo yo, lo dicen ellos mismos en los documentos desclasificados que hoy, por fin, podemos leer.

Que los Estados Unidos operaban de distintas formas con el fin de desestabilizar gobiernos incómodos es algo que no resulta novedad aunque tampoco se dice mucho. Que en 1970 el interés de los EEUU era sostener el equilibrio geopolítico en un contexto de guerra fría tampoco es nuevo. De ahí que sea tan clara la participación de los EEUU en desestabilizar la economía chilena por todos los medios posibles con la finalidad de evitar que Allende sirviera de ejemplo a nivel mundial y que su transición hacia el socialismo dejara de ser una utopía para convertirse en realidad. Recordemos que Allende fue el primer presidente marxista en ser elegido en las urnas a nivel mundial. El Che Guevara, en un libro que dedicó al entonces Presidente de Chile, escribió: “A Salvador Allende, que por otros medios trata de obtener lo mismo.” Y, como vemos, no lo dejaron. Pensemos en esto cada vez que nos repiten que un candidato genera inseguridad en los mercados, que ocasiona que el dólar se dispare, o que los precios se desestabilicen. Recordemos esto cuando ahora en una crisis económica que está tocando los bolsillos a los peruanos y peruanas, ningún medio parece exigir la vacancia de Boluarte, como lo hacían con Castillo, sino que te piden que cambies limón por vinagre. Como decía, las lecciones son importantes porque todo ya está inventado y las estrategias hace cincuenta años eran las mismas que usan hoy cuando un presidente incomoda y otro les conviene.

Que la participación de Estados Unidos es importante para explicar cómo se derrocó a Allende es algo que algunos dirán. Que el entonces Presidente Nixon y su Asesor de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, estaban dispuestos a todo para evitar que Allende gobernara, también. Lo que no te dirán es que ya en 1970, a pocos días de la victoria de Allende, se reunieron con un personaje que se convertiría en el alfil informante fundamental entre Chile y la CIA. Una reunión en la que se acordó evitar que Allende pudiera juramentar como Presidente. ¿Cómo? Con el atentado contra el entonces comandante en jefe del ejército chileno, René Schneider, un hombre conocido por su respeto a la constitución y que defendió, hasta su asesinato, que debía respetarse el mandato de las urnas. La CIA participó directamente en este atentado que se llevó a cabo ANTES de que Salvador Allende juramentara como Presidente. Recuerda esto cuando te digan que los golpes de estado ocurren en un día o con una lectura de una proclama. Los golpes de estado son procesos que empiezan con estas acciones que sostenidas, a veces, lamentablemente, logran su cometido. Lo sabemos bien hoy en Perú.

Nixon, Kissinger y la CIA no lograron que el atentado contra Schneider les permitiera revertir los resultados electorales. Pero, por lo mismo, no se detuvieron ahí. Era momento de organizar una vía para derrocar al gobierno de Allende y para eso era fundamental tener complicidades chilenas que ayudaran en ese objetivo. Esto también lo podemos imaginar y muchos lo dirán. Lo que no dirán muchos es que aquí es cuando se teje otro contubernio entre poderes. Lo que no te dirán es que hay un sujeto fundamental en esta articulación que se convertiría en el alfil informante más importante de los Estados Unidos durante la elucubración del golpe de estado. Este personaje se llama Agustín Edwards y a tan sólo unos días de que Allende ganara las elecciones viajó a Washington. Se reunió con la CIA, Kissinger y Nixon y sería una de las piezas más importantes para organizar un plan de desestabilización del gobierno de Allende desde 1970. ¿Y saben qué otra cosa no se dice mucho? Que ese personaje, Agustín Edwards, era nada menos que el dueño de El Mercurio. Ese poderoso medio de comunicación chileno que, junto con COPESA, forma parte del duopolio que tiene concentrado hasta el día de hoy el 90% de la prensa escrita en nuestro país vecino. El poder mediático al servicio del golpe desde antes que este se llevara a cabo. El poder mediático al servicio de los Estados Unidos y sus intervencionismo. ¿Nos suena conocido esto en Perú?

El Mercurio recibió millones de los Estados Unidos para dirigir una operación de propaganda sistemática en contra del gobierno de Salvador Allende desde 1970 y fue un poder clave para construir la narrativa sobre la que luego se buscó justificar el golpe de estado: “era una acción necesaria” para salvar Chile. Hay que decir que sin el papel del poder mediático chileno en aquel momento, pero también hoy, no sería posible que la memoria estuviera en disputa y el negacionismo creciera. Pensemos en esto cada vez que nos pregunten ¿por qué ahora hay más chilenos que no condenan el golpe de estado de Pinochet? Pues, a lo mejor, porque hay un poder mediático que formó parte activa de ese golpe de Estado y que hoy se disfraza de demócrata, pero sigue apostando por un relato negacionista de esos hechos con una estrategia que en Perú conocemos muy bien: la equidistancia.

Hoy los golpes de estado no se dan con tanques y tropas necesariamente. Pero vemos cómo hace cincuenta años tampoco fueron hechos sólo con tanques y tropas. El papel del poder económico y el poder mediático en su complicidad con los Estados Unidos no puede borrarse de los análisis que hacemos sobre lo ocurrido en Chile hace cincuenta años. No sólo por respeto a la historia, sino por responsabilidad con el presente. Cuando en Perú leemos lo ocurrido en Chile hace cincuenta años encontramos paralelismos de terror. No olvidemos que la finalidad del golpe de Pinochet no fue quebrar la democracia. Esa fue la vía. Ese fue el medio. El fin fue siempre acabar con la posibilidad de un cambio de modelo político, económico y productivo que pusiera en jaque los privilegios de la oligarquía chilena y los intereses geoestratégicos de los EEUU. Por eso, la Constitución pinochetista es tan importante para los sectores conservadores y de extrema derecha que hoy defienden el legado pinochetista desde esas coordenadas: la económica. Algo que en Perú vemos replicado casi al pie de la letra por parte de los defensores de la Constitución fujimorista.

En nuestra región no se puede disociar la imposición del modelo neoliberal sin considerar sus orígenes dictatoriales. Pinochet en Chile, Videla en Argentina, Fujimori en Perú, son tres ejemplos de una misma sinfonía. Dictaduras que no sólo ocasionaron un terrible dolor a las mayorías sociales, que vejaron sus derechos humanos y que destrozaron los cimientos democráticos nacionales, sino que lo hicieron para un objetivo concreto: imponer un modelo. Ese modelo del que Chile hoy busca emanciparse con la dificultad de tener en frente a una reacción con tantos poderes a su servicio. Ese modelo que en Perú también impugnamos, pero que tiene en una élite del 15% un bastión de resistencia difícil de quebrar desde el poder popular mayoritario porque cuentan ellos con todos los otros poderes fácticos. Y, qué curioso, esas élites cuentan también con el aval constante y participativo de nada más y nada menos que los Estados Unidos. El papel de Lisa Kenna como la gran portavoz del apoyo internacional a la dictadura de Boluarte habla por sí solo.

Chile es importante porque lo que ocurrió hace cincuenta años nos da claves para entender lo que está ocurriendo hoy también en nuestra región y en nuestro país. Chile no está tan lejos de nosotros. Recordémoslo mañana. Que no sea una fecha de recuerdo, sino de alerta sobre lo que estamos viviendo porque, si bien la historia no se repite, rima.