¿Cómo votaron “los cerros” de Lima?
Psicólogo
Para seducir al lector los literatos construyen numerosas figuras con el lenguaje. Hay una que se llama prosopopeya y que consiste en atribuir a fenómenos de la naturaleza o seres inanimados, cualidades o reacciones humanas, como, por ejemplo, “el viento me susurró tus penas”; “el diluvio de fuego devoró la lujuria de Sodoma”; “la puerta cerrada le anunció su desprecio”. Sin ser un literato, el cantante Lorenzo Palacios, Chacalón, el que universalizó la chicha como expresión musical peruana, acuñó la célebre frase: “Cuando Chacalón canta, los cerros bajan”, para referirse al entusiasmo que desataba entre los habitantes migrantes que ocupaban las laderas de los cerros de Lima.
Esa personificación de los cerros para aludir a los habitantes pobres de Lima, volvió en la campaña electoral pasada, en boca de más de un candidato y periodista. Sin embargo, la referencia encomiástica de Lorenzo Palacios había sufrido una transformación ambigua, vergonzante, y hasta eufemística (aunque para otros, esconde un desprecio mal disimulado) para eludir el tema picante y quemante de qué ofrecer a los pobres extremos de la metrópoli, luego de las muertes que les trajo la pandemia por culpa del raquítico sistema de salud pública.
Como se sabe, la precaria ocupación de las laderas sólo tiene una causa: la pobreza. Porque si de gustos fuera, huancaínos, ayacuchanos y puneños, seguramente hubieran escogido vivir en la Costa Verde o frente a los jardines del Golf Club. Ya PPK en su campaña del 2015 les había ofrecido agua potable, preciado bien escaso y caro, carísimo para ellos, pero nada hizo o pudo hacer en su corto mandato. Antes, don Alfonso Barrantes, creó el programa del Vaso de Leche para sus niños y el programa de vivienda Laderas del Chillón. El finado alcalde Castañeda, al menos, hizo construir cientos de escaleras que evitaran peligrosas rodadas. Los cerros de Barcelona tienen cómodas escaleras eléctricas, pero nuestro presupuesto estatal no da para esos lujos, aunque, al menos, debiera dar para satisfacer necesidades elementales de sus habitantes como el agua potable, la alimentación, electricidad, empleos bien pagados, áreas verdes, servicios de salud y educación gratuitos y de calidad; y la tantas veces reclamada seguridad en sus calles.
Entonces, ¿cuáles fueron las preferencias electorales de los habitantes de los cerros de Lima? Una evaluación detallada tomaría varios meses de análisis de los resultados de los cientos de locales de votación ubicados en las zonas más pobres de los distritos con menos ingresos monetarios que mide el INEI. Para una primera aproximación, baste señalar los resultados ocurridos en los catorce distritos que tienen asentamientos humanos en laderas de cerros: Ancón, Ate, Carabayllo, Chorrillos, Comas, Independencia, El Agustino, Lurigancho-Chosica, Pachacámac, Puente Piedra, San Juan de Lurigancho, San Juan de Miraflores, Villa El Salvador y Villa María del Triunfo.
Conste que no todos los que habitan esos distritos son pobres extremos y ni siquiera pobres, pero sí se ubican dentro de sus linderos los cerros con familias muy pobres, sin empleo, sin ingresos fijos, que sobreviven con ollas comunes o comités del Vaso de Leche, como vendedores ambulantes, cuidadores de carros, guardianes, jardineros, han caído en la mendicidad o han sido reclutados como carne de cañón por las numerosas redes criminales. De la misma manera, no se incluyen en esta lista a los pobres de otros distritos, pero, tampoco, a los cerros de Surco o de La Molina, que han marcado distancias con sus vecinos pobres con muros tan altos como los de Israel.
La votación por los candidatos provinciales se concentró en los tres que gastaron más en sus campañas de publicidad y que fueron favorecidos con más entrevistas en la tele, la radio y los periódicos de la gran prensa, pero difiere en algo con los resultados globales de todo Lima Metropolitana. La diferencia más saltante es que los electores más pobres prefirieron al general Urresti con un promedio del 28.2 %, mientras que el segundo lugar lo obtuvo el joven Forsyth con 19.5 % y en tercer lugar quedó Rafael López Aliaga con 19.1 %, el ganador de la alcaldía metropolitana. Esto significa que más impacto tiene en las mentes de los más pobres la crónica roja mañanera de la gran prensa que genera gente temerosa y sumisa, ante la cual el ofrecimiento de más seguridad es más seductor que promesas más ambiciosas que convertirían a Lima en una potencia mundial.
A más distancia quedaron la ingeniera Elizabeth León con 10.3 % del nuevo partido Frente de la Esperanza, el exvicepresidente de Humala, Omar Chehade con 9.9 % y el señor Alegría con 7.7 %. Por último, quedaron muy rezagados en las preferencias de los más pobres, el candidato oficialista de Perú Libre, Yuri Castro con el 1.7 % de los votos y el curioso caso de la señora María Soto, candidata a regidora, que recibió el 3.6 % de los votos de Avanza País, puesto que su inicial candidato a Alcalde, fue retirado por el JNE.
Y en cuanto a las preferencias por los candidatos distritales en esos catorce distritos hay que señalar que Alianza para el Progreso ganó cinco alcaldías en el Cono Sur (Chorrillos, Pachacámac, San Juan de Miraflores, Villa El Salvador y Villa María del Triunfo) con un promedio de 21.4 % de los votos válidos. Por su parte, los candidatos de Somos Perú ganaron otras cinco del Cono Norte (Carabayllo, Comas, Independencia Puente Piedra y San Juan de Lurigancho), con un promedio del 18.2 % de los votos válidos. Luego los candidatos de Podemos ganaron en Ancón y El Agustino y fueron sorprendentes los triunfos de Juntos por el Perú en Lurigancho-Chosica y de Avanza País en Ate. Ni Fuerza Popular, que presentó listas en once de esos distritos obteniendo un promedio de 3.6 % de los votos, ni Perú Libre con diez candidatos y 2.4 % de los votos, ganaron ninguna alcaldía.
Esa dispersión no parece ser un punto de partida auspicioso para el nuevo alcalde provincial, pues como se sabe, cada municipalidad tiene su propio presupuesto y sus propias prioridades y no se sabe si, por ejemplo, el alcalde de Ate priorizará la construcción de algún puente peatonal en los diez peligrosos kilómetros que van de Santa Clara a Huaycán, tramo donde ocurren decenas de muertes cada año y que ningún alcalde en los últimos 30 años se ha dignado atender, mientras se han construido una docena de puentes en la Costa Verde. Lástima que los alcaldes de Ate del pasado tampoco hicieron nada para que la línea 2 del metro partiera de Huaycán donde está la mayor concentración poblacional del Cono Este y no de Vitarte, en una decisión absurda de los diseñadores, a los que les faltó el ojo político. Ojalá que el ofrecimiento del agua potable para los pobres de Lima se haga realidad. Es un compromiso que debe ser cumplido.