De Keiko al presidente Sagasti, la patética carta de una derrotada.
Sociólogo
Tal como las miradas, o el tono de la voz o las maneras de sonreír, a veces una carta también autorretrata a su firmante. No tanto por lo que dice, sino por cómo lo dice o lo que no dice. La de Keiko Sofía Fujimori al presidente Francisco Sagasti sirve para mostrar lo que ella es y el momento que vive.
El momento en que está es el de una derrotada, no sólo en su objetivo de llegar a hacerse del gobierno, sino también en el de salvarse del juicio que posiblemente la pondrá en prisión. Ese fue siempre el doble juego que tuvo en este proceso electoral. Ya ha perdido el electoral, y va camino a perder el judicial.
Un cuadro de derrota
Ya su mismo mitin del sábado último era una confesión de que se sabía derrotada. Demasiadas evidencias de eso se acumularon en los días previos. Estudios estadísticos bastante serios demostraron que no hubo cosas raras en los resultados de segunda vuelta y que era prácticamente imposible que se revirtiera el primer lugar de Pedro Castillo. El gobierno de los EEUU y las misiones electorales de la OEA y la Unión Europea elogiaron la limpieza de la elección. El JNE y la ONPE decidieron no moverse de la legalidad electoral. Algunos grandes bancos optaron por la real politik y comenzaron a buscar diálogo con el partido ganador. Grandes medios que habían sido casi voceros de Keiko tomaron distancia de ella. En fin.
Una señal adicional muy indicativa fue que, hasta un grupo de militares en retiro, que habían promovido cartas pidiendo acciones golpistas si Castillo es proclamado, olieron el fracaso de Keiko y ese sábado hicieron su propio mitin y se realinearon tras López Aliaga, la larva fascista.
Hasta en su derrota, Keiko es fiel a sí misma. No dejó de ser atrevida en la mentira y la manipulación, esta vez religiosa. Viendo que perdía liderazgo, buscó reagrupar a los fujimoristas y le inyectó religiosidad a sus objetivos partidarios y a su propaganda. Al estilo de los teleevangélicos, impostó una misa fujimorista, con velas, música y oraciones ad hoc. Convertida en pastora de voz beatífica, rezó el Padre Nuestro, pidió ayuda a Dios para salvar a la democracia, predicó mucha paz y mucho amor. Pero en lugar de “podéis ir en paz” terminó gritando ´jamás nos rendiremos´. La naturaleza es difícil de reprimir.
La carta
Antes de terminar su misa partidaria, anunció que este lunes iba a dejar una carta a Sagasti para que este la ayude y pida la auditoría internacional de las elecciones. Además, pidió a Pedro Castillo que haga lo mismo, en bien de la democracia. Sagasti, el presidente cuyo más caro esfuerzo, el de la vacunación, fue brutalmente atacado desde las filas fujimoristas. Castillo, el adversario acusado de cobarde, de aliado de terroristas, de apañador de corruptos, y cuyo limpio triunfo quería arrebatárselo. A ellos dos, Keiko les pidió que se sumen a su pedido.
La carta pone en duda explícitamente el desempeño limpio de los organismos electorales peruanos pues, según la carta, esa auditoria determinaría “si los resultados electorales procesados y contabilizados por la ONPE representan un fiel reflejo de la voluntad popular”. A la vez, el texto afirma que “El sistema electoral tiene por finalidad asegurar que las votaciones traduzcan la expresión auténtica, libre y espontánea de los ciudadanos, obligación que no se vendría cumpliendo”.
La carta pide que el presidente requiera la auditoría de las elecciones a “organismos internacionales”, sin precisar a cuál de ellos. Keiko y compañía saben que los únicos organismos que podrían hacerlo son OEA y la Union Europea, pero sus misiones electorales no solo han avalado, e incluso elogiado el proceso electoral mismo, sino también la manera como el JNE viene resolviendo los pedidos fujimoristas de nulidad de actas. ¿Espera Keiko que el presidente Sagasti se avenga a ser visto como un chiflado por la comunidad internacional?
Al referir las presuntas irregularidades, la carta no se refiere a evidencias o a indicios razonables de fraude. Como han venido haciendo sus abogados, se refiere, primero, a simples versiones creadas y nunca demostradas por el propio fujimorismo. Segundo, a la no atención de sus pedidos ilegales de acceder a datos personales de los electores, que están legalmente protegidos. Y, tercero, a los dichos del juez electoral que ha hecho abandono de su cargo como integrante del JNE con el único fin de retrasar los resultados finales de la elección. Este magistrado, como se sabe, tiene en común con Keiko no solo sus ideas políticas, sino también la condición de procesado por graves delitos de corrupción.
El móvil de la carta
Al término de la carta, se sostiene que solo la aceptación de su pedido “brindará al próximo mandatario (a) la legitimidad necesaria para cumplir sus responsabilidades”. Esa última línea revela por qué, sabiendo que la posibilidad de que el presidente acepte su pedido es cero, sin embargo, lo ha hecho. Nuevamente, se trata de un doble juego. El sentido de la carta es adelantar que no reconocerán a Pedro Castillo como presidente si el JNE entrega resultados finales y lo proclama como tal.
La misa fujimorista del sábado y la entrega de la carta en Palacio de Gobierno son, entonces, el cierre de su fase de desacreditación y boicot al resultado electoral, del cual sale derrotada, y el inicio de su fase de contribución al minado del gobierno entrante, hasta tumbarlo. Es el cumplimiento de la frase con que cerró esa misa: “jamás nos rendiremos”. Todo con ficticias puestas en escena, mentiras escritas o verbalizadas y manipulación de hechos y personas. La carta, desordenada y muy mal escrita, destinada al vacío, es su autorretrato y una expresión de la crisis que vive.
En la puerta del juicio
Aparte de las señales ya mencionadas, otras son que el canal Willax, que era el vocero más agresivo de la campaña fujimorista, no trasmitió su mítin. Prefirió el de López Aliaga y de los militares en retiro. Los partidos en desgracia que la venían acompañando como el Apra, también prefirieron estar allí. Rosa Bartra, la más beligerante de sus antiguas congresistas, ahora critica la ilegalidad de sus acciones.
Así debilitada y escasa de amigos, el único protagonismo que tendrá en el período inmediato será en el juicio que le aguarda por cuatro graves delitos. Al menos en dos de ellos las evidencias son abrumadoras, y en los otros dos tampoco son poca cosa. Muy difícilmente se salvará de una sentencia de cárcel efectiva.
Pedro Castillo tiene aún muchos flancos débiles. El rumbo que tome recién se podrá aclarar cuando designe a su primer gabinete. Su gobierno tendrá mucha inestabilidad y muchos apuestan que no lo culminará, pero su triunfo en las elecciones ya tuvo un primer logro: evitar que el gobierno del Bicentenario lo asuma una persona como Keiko Fujimori. El mayor mérito es de muchos peruanos y peruanas que prefirieron arriesgar los mil errores que podría cometer alguien cercano y similar a ellos, a los turbios aciertos de una política experimentada pero probadamente nociva y destructiva. Un servicio que esos peruanos le han hecho a esta débil democracia que aún les ha dado muy poco.