De la calle a los colegios: marchas y vulneración de derechos
Bachiller en Historia
Hace poco hubo una denuncia por parte de alumnos a quienes les prohibieron entrar a clases por colocar una imagen en memoria de Inti y Bryan, personas asesinadas en protesta. El día de hoy, 24 de noviembre del 2020, Indecopi se encuentra investigando otra denuncia similar hecha ayer en Twitter. Hechos que no son aislados o distintos a lo ocurrido en las calles.
Esta vulneración del derecho a la libertad de expresión por parte de autoridades políticas, escolares o policiales nos hace pensar que aún vivimos en una cultura del silenciamiento y la imposición; aún se vive bajo un orden tutelar que se manifiesta en distintas instituciones limitando la elaboración de nuevas ideas y opiniones, que entiende a la censura, a la imposición jerárquica, a la anulación del pluralismo y al fin de las “insolencias” como garantía de orden (Nugent, 2010).
En ambos casos se vulneró el derecho a pronunciarse sobre asuntos de interés público vinculados a temas políticos. ¿será ello un hecho que no se vincule al pasado? Pues, no; para el caso escolar, se trata de una tara que se arrastra desde décadas y que ocurría especialmente en épocas de dictadura. Durante el régimen de Odría (1948-1956), por ejemplo, se intervino la Asociación de Maestros por tener posición política opositora al gobierno (Pezo del Pino et al, 1978, 28-29); así mismo, se resaltaba desde discursos públicos dirigidos a escolares los daños del “sectarismo” y la militancia política.
Durante la década del noventa, por otro lado, se vivió un proceso de despolitización del alumnado. Patricia Oliart (2013) señala que una de las características de la educación neoliberal fue apuntar hacia los logros de aprendizaje o a la adquisición de ciertas habilidades más no a una formación ética, política o estética. Repensar y demandar nuevas formas de actuar por parte de policías y profesores frente a temas de carácter público, de interés nacional y de vulneración a los derechos es la mejor garantía de conservar nuestras libertades fundamentales. En ese sentido, no actuar frente a ello es abrirle el paso a una nueva aventura dictatorial. Es no darles chance a los futuros ciudadanos del Perú de entender la importancia de su voto, pero sobre todo la importancia de su voz. Es negarles la opción de reconocer que grupos políticos son capaces de coquetear con la dictadura con tal de satisfacer sus intereses personales.
Según el diario La República, un grupo de profesores se mostraron en contra de lo ocurrido en el colegio Trilce de la sede Salaverry; y una de ellas llegó a manifestar su incomodidad mediante redes sociales. Es quizás esa inconformidad, ese respaldo frente a lo injusto el que puede ayudarnos a cambiar una cultura normalizada que recibimos como herencia.
Lo positivo es que vemos como cada vez más se van abriendo más espacios para poder ser escuchados y atendidos. La voz frente a la autoridad que antes era vertical, solitaria y que daba la sensación de no ser escuchada aparece ahora más horizontal, con más eco; son nuestros compañeros, o personas con la misma indignación las que rotan la información, las que comentan, las que se muestran más empáticas hacia nuestros reclamos. Existe por ello una sensación de respaldo que anima a hablar, a denunciar. Las redes sociales han sido claves para la autoorganización y para canalizar la denuncia de los actos repudiables por parte del gobierno de Manuel Merino, pero no se cierra a este y esa es quizás nuestra mayor ventaja, nuestra mejor oportunidad de cambio.
FUENTES
2010 NUGENT, Guillermo. El orden tutelar. Sobre las formas de autoridad en América Latina. Lima: Desco.
2013 OLIART, Patricia Educar en tiempos de cambio, 1968 – 1975. Lima: Fondo Editorial de la Derrama Magisterial
1978 PEZO DEL PINO, César et al. El magisterio y sus luchas,1885 – 1978. Lima: Desco.