¿Dos pares perniciosos pueden colapsar al Perú?
Sociólogo
A un lado tenemos una dupla de machos, Pedro Castillo y Vladimir Cerrón, que sienten que haber ganado las elecciones, con una ventaja tan pequeña que fue casi nada, les da tanto derecho de propiedad sobre el Estado peruano que pueden trozarlo y repartirlo entre sus amigos.
Al otro lado tenemos una dupla de mujeres, Keiko Fujimori y Maria del Carmen Alva, cuyos partidos perdieron las elecciones, pero creen que por tener ancestros de dudosa celebridad, están predestinadas a gobernar, así sea por medios inconstitucionales. Lo quieren al precio que sea, incluido el de colapsar al país.
Nada de lo que realmente nos importa a los peruanos le importa a ese cuarteto. En ambos casos la agenda que nos han impuesto se reduce a un solo punto. La obsesión de los dos señores es distribuir cargos públicos y contratos entre sus allegados de todo tipo. La de las dos señoras, sacarlos del poder para colocarse ellas, y sus propios allegados, en su lugar.
Y al medio está el Perú y sus millones de ciudadanos, cuya salud, educación, vivienda, trabajo y alimentación, en suma, cuya vida y destino, les importa nada a esas dos duplas. Dicen representar opciones distintas, futuros distintos, pero se parecen demasiado en su desprecio al país.
Dos pares que se parecen mucho
Votan igual para revertir los avances en la calidad de la educación universitaria. Igual para hacer retroceder los logros en una educación bajo principios de igualdad y no discriminación. Votan idéntico para boicotear la reforma del transporte y permitir la infiltración de las mafias en el MTC. Igual para oponerse al Acuerdo de Escazu para proteger a los defensores del medio ambiente. Aborrecen con la misma pasión a los que promueven estas causas.
Si ambos duetos tienen en sus manos, uno el Gobierno, y el otro el Congreso, es porque las elecciones del año pasado encontraron a un país más descreído de los políticos que nunca, sin incentivos para saber realmente por quién votaban y a las justas para saber contra quién votaban. En la ultrafragmentación resultante, cualquiera podía ganar.
Siete meses después de esas elecciones queda claro que Castillo y Cerrón no tienen como meta transformar el Perú. No tienen otro proyecto que seguir haciendo de los recursos y los cargos del Estado un beneficio para sus compañeros de viaje. Cada vez lo hacen de una manera más cruda y grosera, como ocurre con el nombramiento del ministro de Salud que ha sumido en una crisis al sector que más necesitamos para proteger nuestras vidas frente a la pandemia.
Dos señoras urgidas de poder
A su vez, las señoras Fujimori y Alva, viendo el creciente rechazo que despierta el otro par, se han lanzado a intentar cuanto antes su propio asalto del gobierno. Trabajan frenéticamente para implantar las reformas constitucionales que les facilite desalojar a Castillo de la presidencia, hacer lo mismo con su eventual sucesora Dina Boluarte y asegurar que el actual Congreso siga en funciones. No les importa que se quiebre el equilibrio de poderes y que los continuos cambios de mando afecten la capacidad de gestión del Estado en plena pandemia. Solo buscan que el gobierno caiga por completo en manos del Congreso que ellas controlan.
¿Cuál es la razón de su apuro? Pues ciertos plazos. En julio próximo, la Señora Alva podría dejar de ser presidenta del Congreso y ahí se esfumaría la chance de ser la reemplazante de Castillo y Boluarte. Y a fin de año comienza el juicio oral contra la Señora Fujimori, lo cual afectaría su nueva candidatura a la presidencia en caso se adelanten las elecciones. Por eso mueren por adelantar los desenlaces. ¿Tiene alguno de esos dúos la fuerza política y la legitimidad para salirse con la suya? Ninguno la tiene. Veamos eso a la luz de las elecciones generales últimas y de las encuestas más recientes.
Dos tigres y dos tigresas de papel
En las últimas elecciones presidenciales el partido de María del Carmen Alva, Acción Popular, obtuvo los votos de sólo el 5 % de los electores hábiles. De hecho los votos de su partido fueron inferiores a los votos en blanco por una cantidad de 900 mil votos. A su vez, Keiko Fujimori obtuvo apenas el 7.6 % de los electores hábiles. Los votos en blanco fueron 260 mil más que los votos que ella obtuvo. Finalmente, Perú Libre, el partido de Vladimir Cerrón y Pedro Castillo, obtuvo sólo el 10.7% de los electores hábiles. La suma de los votos blancos y nulos fueron casi 600 mil votos más que los que votaron por ese partido.
No les fue mejor en las elecciones congresales. Cada uno de esos partidos obtuvo votaciones sensiblemente menores que en las presidenciales. En lo que respecta al caso particular de Alva, ella postuló por la circunscripción de Lima Metropolitana. Obtuvo un poco más de 25 mil votos. Eso fue apenas el 0.4 % del total de 5 millones 660 mil votos de votos emitidos en la capital. Solo en Lima hubo al menos otros 20 congresistas de diferentes partidos que la superaron en votación, incluyendo uno de su propia bancada. Fue elegida presidenta del Congreso, más por los amarres propios de su partido y de los partidos del Congreso que por su capacidad política, hasta ahora desconocida.
¿Y cómo van en las encuestas?
Según la última encuesta del IEP, de fines de enero, es el tercer mes, desde noviembre inclusive, en que Pedro Castillo está con una desaprobación significativamente superior a su aprobación en todo el territorio nacional. Lo desaprueban, el 61 % de los encuestados a escala nacional. En Lima llega al 75 %. Y tiene una desaprobación de más del 50 % en la gran mayoría de ámbitos, niveles socioeconómicos, niveles de instrucción, edades, sexos, identidades ideológicas y niveles de instrucción en que esta encuesta divide a la población. Desde noviembre, esa desaprobación viene siendo mayoritaria inclusive en la macrozona sur y entre el sector que se identifica ideológicamente como de izquierda, que hasta octubre eran los últimos desagregados en que Castillo tenía aprobación mayor a su desaprobación.
Maria del Carmen Alva, como presidenta del Congreso, está peor evaluada que Castillo como presidente de la república. Su desaprobación nacional alcanza al 65 %, y en todos los ámbitos y segmentos evaluados, su nivel de desaprobación bordea o supera al 60 %. Esta mayor desaprobación a Alva respecto a Castillo ha venido siendo recurrente en este período de gobierno.
Por su parte, Keiko Fujimori, dentro de los líderes evaluados por la encuesta IEP, tiene una desaprobación de 69 % de los encuestados. Solo es superada por César Acuña, que tiene 71 %. El resto de líderes pasan del 50 % de desaprobación pero varios de ellos significativamente menos que la Sra Fujimori. De Vladimir Cerrón, como líder político, no se indaga en esta encuesta, lo cual es en sí mismo un indicador de lo irrelevante que es su figura. Su relativa importancia deriva solo de la incidencia que tiene en algunas decisiones de Castillo y en su debilitada bancada en el Congreso.
En consecuencia, tanto los resultados electorales de abril de 2021, como las encuestas recientes, muestran que esas dos duplas que vienen descarrilando los dos poderes políticos determinantes para el funcionamiento del Estado, tienen un cuestionamiento demasiado alto y una legitimidad muy venida a menos para alcanzar sus objetivos faccionales.
¿Y la ciudadanía y el resto de instituciones?
Ya hubo tres memorables situaciones parecidas a la actual en las cuales la movilización ciudadana y la reacción de otras entidades públicas fueron determinantes para rescatar al país de manos de grupos de comportamiento semejante a estas dos parejas. La marcha de los cuatro suyos del año 2000, la marcha de la generación del bicentenario de noviembre del 2020, y el intento de boicot y golpe contra las elecciones de 2021. En las dos primeras el papel protagónico lo tuvo la ciudadanía en las calles. En la tercera, fue la actuación de las instituciones electorales y los organismos como el Poder Judicial, Ministerio Público, Junta Nacional de Justicia, y los organismos de observación electoral de la sociedad civil y de los organismos supranacionales.
Todo indica que frente a esta crisis, es imprescindible, y ya se está demorando, la vuelta a escena de los peruanos movilizados y de sus mejores instituciones.