El camino hacia la reducción de brechas en la educación superior en el Perú
Economista. Candidata a Magíster en Políticas Públicas por Princeton University
La educación superior en Perú se caracteriza por bajos niveles de acceso y culminación, y exhibe brechas persistentes por nivel socioeconómico (NSE). Dado que más años de educación supone mayor movilidad social, nos debería preocupar cómo el NSE afecta las posibilidades de los estudiantes de acceder y culminar con éxito los programas de educación superior. Disminuir las barreras de admisión a las universidades es un buen inicio, pero no es suficiente para lograr mayor equidad. Políticas complementarias que acorten las brechas acumuladas a lo largo del tiempo son esenciales.
El panorama de la educación superior en el Perú
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), en el 2019 solamente 30% de adultos entre 17 y 24 años estaba matriculado en un programa de educación superior. En este mismo rango de edad, solamente 9% había culminado un programa de educación superior, lo que muestra que la transición entre la escuela y la educación superior es muy accidentada. Las brechas de acceso por ubicación geográfica son grandes: la matrícula en programas de educación superior es el doble en zonas urbanas que en zonas rurales, y es cuatro veces más alta para el quintil de ingresos más alto que para el más pobre.
El panorama de la provisión de educación superior ha cambiado de forma dramática en los últimos años. El acceso ha aumentado y también lo ha hecho la provisión privada. En 1996, un decreto legislativo con beneficios tributarios para las instituciones privadas ocasionó un incremento sostenido en el número de universidades privadas. No fue hasta el 2014 que se creó la Superintendencia Nacional de Educación Superior (SUNEDU), institución que regula estándares mínimos de calidad para las universidades. Un estudio reciente muestra que, en el 2000, las universidades públicas albergaban al 60% de estudiantes universitarios a nivel nacional. Para el 2019, solamente el 16% de los estudiantes universitarios estudiaban en una universidad pública. A pesar de que hay más acceso en todos los niveles, las brechas por NSE persisten en el tiempo.
La propuesta: Garantizar “Acceso Libre” a la Universidad
Una de las promesas del gobierno entrante ha sido garantizar el acceso libre o directo a las universidades públicas. Actualmente la admisión a las universidades públicas está determinada por exámenes específicos a cada institución. La admisión es altamente selectiva: en el 2017, solamente 9% de los postulantes a la universidad pública más antigua del Perú -la Universidad Nacional Mayor de San Marcos- ingresó.
La evolución de la propuesta de política pública de “ingreso libre” para flexibilizar y focalizar rutas de ingreso para incrementar acceso entre los estudiantes más vulnerables, representa una oportunidad única para enfocarse en las metas de equidad en la educación superior.
Disminuir las barreras de admisión es positivo en sí mismo, dado que el incremento en las probabilidades de ingreso motivaría decisiones muy diferentes en los estudiantes de años menores. Un estudio realizado en Michigan, por ejemplo, muestra que informar a estudiantes de alto rendimiento y bajos recursos sobre la garantía de financiamiento en universidades de alta calidad incrementa sus probabilidades de postular y matricularse en dicha universidad. En Colombia, por otro lado, el anuncio de una beca de mérito para acceder a la universidad parece haber incrementado los puntajes obtenidos por los estudiantes de educación secundaria de bajos recursos en un examen de salida que les permite postular a universidades.
Por tanto, simplemente actualizar expectativas sobre la probabilidad de asistir a la universidad puede tener mayores efectos en equidad en el mediano y largo plazo. Sin embargo, disminuir barreras de acceso sin proveer a las instituciones con adecuado financiamiento para tal expansión y en ausencia de mecanismos efectivos de aseguramiento de la calidad, se puede traducir en baja calidad.
Adicionalmente, para que la política de incremento en la oferta de admisión resulte en cierre de brechas, debe incluir medidas compensatorias y remediales. De otro modo, puede perjudicar a los mismos estudiantes que está tratando de ayudar. Los dos objetivos de política pública que deben ser garantizados son acceso y culminación. En Perú, las tasas de abandono de la universidad están correlacionadas con el NSE. A nivel nacional, para el 2019, la deserción universitaria de los estudiantes pobres era aproximadamente el doble que para aquéllos no pobres. Una política de acceso libre o de flexibilización en el acceso en ausencia de otras medidas compensatorias podría ser regresiva en el corto plazo, beneficiando solamente a aquellos estudiantes con mayores ventajas en NSE que poseen la preparación preuniversitaria necesaria para culminar con éxito.
Implicancias
Si se implementa de forma correcta esta política puede ayudar a (1) integrar un sistema fracturado en donde la educación secundaria no dota a los y las estudiantes de las competencias necesarias para matricularse y culminar con éxito los programas de educación superior, (2) incrementar el financiamiento de instituciones públicas de calidad para expandir admisiones sin comprometer calidad, y (3) disminuir la brecha en el acceso a la educación superior por NSE. Hasta qué punto estas acciones pueden ser una fuerza para la movilidad social es aún limitado, pero incrementar el acceso es un necesario primer paso. Posponer esta agenda no es una opción.
Muchas preguntas quedan por responder sobre esta política. ¿Qué universidades deben ser focalizadas para incrementar la oferta? ¿Qué criterio se utilizará para seleccionar estudiantes? ¿Se priorizarán algunos campos de estudio? ¿Cómo pueden los programas técnicos, en donde los mecanismos de aseguramiento de la calidad son más incipientes, incorporarse a la política?
Dado que otras desigualdades sistemáticas se mantienen, expandir el acceso no debería reemplazar otros programas que disminuyen las barreras financieras y no financieras que enfrentan los estudiantes de bajos recursos. De hecho, este tipo de programas son complementarios. Por ejemplo, los esquemas de becas son una intervención complementaria que reduce o mitiga los costos de migración, materiales educativos y otros gastos personales. En la ausencia de estos programas, los estudiantes más vulnerables corren riesgo de no matricularse o podrían enfrentarse con la disyuntiva de trabajar o incrementar sus horas laborables, lo que al final terminando afectado sus resultados académicos.
Las brechas socioeconómicas en el logro educativo empiezan en los primeros años de vida. Éstas se reproducen y amplifican en el tiempo. Flexibilizar los límites en la admisión para los estudiantes de bajos recursos económicos es una medida necesaria pero no suficiente para asegurar que los más vulnerables accedan y culminen con éxito. Una visión que también se enfoque en cerrar las brechas en los puntos claves de transición desde los primeros años hasta la secundaria, y que incluya medidas adicionales para enfrentar barreras persistentes nos pondrá más cerca a los objetivos de equidad que queremos lograr.