El dominó: La ficha Boluarte
Comunicadora política. Directora del podcast “La batalla de las palabras”
Durante la semana que pasó, y con medio centenar de peruanos muertos por la represión, hemos oído y leído a diversos analistas y referentes de opinión sostener “la posibilidad” de Boluarte. El análisis que nos sugerían desde espacios y ventanas mediáticas en las que estos discursos son hegemónicos, es que la presidenta podía virar el rumbo, para lo cual el cambio del gabinete ministerial sería un paso que garantizaría ese giro y, por tanto, permitiría desescalar “el conflicto” manteniendo a Boluarte a la cabeza.
El análisis podría parecer acertado dentro de una lógica de “mal menor” que, me temo, ya no existe en el Perú actual por el carácter del régimen que gobierna. El problema vuelve a ser el diagnóstico. Afirmar que Dina Boluarte puede todavía girar el timón de su gobierno supone que ella es un agente con poder propio, una presidenta con poder autónomo e independiente y que las medidas que ha tomado su gobierno han sido sólo suyas y ocasionadas por “malas juntas”. Hay, sin embargo, un error de lectura en este diagnóstico. Vamos a ello.
Un mal diagnóstico puede traer mayor enfermedad. Me temo que en Perú llevamos muchos tiempo oyendo y leyendo diagnósticos, cuando menos, incompletos y, cuando más, errados del todo. De ahí que haya algunos analistas que afirman haberse sorprendido de la capacidad del Perú movilizado para articularse en torno a demandas concretas y a una identidad compartida. ¿Realmente sorprende? No. Solo puede sorprenderle a quien pensaba que la democracia en Perú funcionaba, que la crisis que vivíamos era exclusivamente electoral, o que Pedro Castillo fue sólo elegido por ser un “mal menor” y no mayoritariamente por lo que representaba en términos simbólicos. Nuevamente, un problema con el diagnóstico que hoy ocasiona “sorpresas” que en realidad no lo son.
En la misma línea, creer a estas alturas que Dina Boluarte es una actriz del elenco electoral con el poder de girar el rumbo de su dictadura es, me temo, errar en el diagnóstico. La semana pasada utilicé una metáfora para caracterizar al régimen peruano actual: la hidra. Una figura mitológica que sirve para entender el tipo de dictadura que enfrentamos en Perú. Una dictadura actualizada donde no vemos a todos los poderes al servicio del dictador y sus deseos (como con el dictador Fujimori), sino a todos esos poderes cogobernando juntos. Un mismo ser con múltiples cabezas. Cortas una y salen otras dos. Una hidra dictatorial. Una dictadura cogobernada.
Y esa es la razón por la cual creer que Dina Boluarte puede hacer un giro en su gobierno es errado. No puede ni queriéndolo. Desde el primer minuto en que asumió el cargo fue una presidenta hipotecada al poder congresal golpista que hoy cogobierna, al poder económico neoliberal que hoy cogobierna, al poder judicial que hoy cogobierna, al poder de las fuerzas del orden (FFAA y PNP) que hoy cogobierna y al poder mediático que hoy cogobierna. No es Dina Boluarte el problema, es toda la dictadura cogobernada por esos poderes articulados el problema. Es la arquitectura que sustenta este régimen que tiene en Dina Boluarte su mejor fachada legal pero no su arquitecta ni su principal decisora, el problema.
Sin duda, desde la hidra dejarán caer la cabeza de Boluarte en el momento en que cueste más de lo que aporta y eso es así justamente porque saben que su cabeza es intercambiable. Esa es la mayor prueba de que Boluarte no es otra cosa que una figura intercambiable que hoy es útil pero puede dejar de serlo mañana. Y esa es también la evidencia de que su renuncia es necesaria pero no para resolver las cosas sino para iniciar el movimiento de una sucesión de hechos que se desencadenan con su caída. Como una ficha de dominó. Pensemos en un laberinto de fichas de dominó sobre el suelo. En cuanto empujas una empieza una sucesión de caídas de fichas que terminan todas en el suelo una a una. La renuncia de Boluarte es exactamente eso: la primera ficha que se cae y que provoca la caída de las fichas siguientes que son todos los poderes que cogobiernan la dictadura actual.
Todo esto explica también por qué ha dejado de existir en este momento algo así como un “mal menor” en términos de los poderes que gobiernan. Si hablamos de una dictadura cogobernada no existe un “mejor posible” porque en realidad todos los males están gobernando juntos. ¿Cuál sería la diferencia de Williams en la Presidencia en lugar de Boluarte? ¿Cuál sería la diferencia de Keiko Fujimori en la presidencia en lugar de Boluarte? Ninguna porque tanto Williams como Fujimori están ya en la presidencia. Cogobiernan. Deciden. Reprimen. Persiguen. Matan. Hay más de medio centenar de peruanos y peruanas muertas: ¿se puede desde algún análisis, por sesudo y bienintencionado que sea, creer que la responsable política de esas muertes es un mal menor que debe seguir gobernando?
Si la ficha Boluarte cae no sólo será una reivindicación justa para los deudos de las víctimas, las familias de los heridos y la memoria del país, será mucho más que eso. Será el inicio de la cadena, como en el dominó, donde la mesa directiva del congreso será la segunda pieza a cambiar. El Congreso será la siguiente y, por tanto, el adelanto electoral será una demanda a conseguir y también el referéndum constitucional. Ficha a ficha. Una sucesión de movimientos que son pedidos desde hace semanas por los y las verdaderas protagonistas en las calles de todas las coordenadas del Perú. Lo que ellos y ellas tienen claro es hoy ya un sentido común. Esa es una victoria del Perú movilizado que sigue sin contar con espacio en la gran prensa que invisibiliza tanto sus demandas, sus rostros y sus nombres, como sus acertados diagnósticos.
Boluarte es insostenible porque una dictadura es insostenible. No se puede exigir nada menos que poner fin a la dictadura y para eso la renuncia de Boluarte es la primera ficha. Creer que un cambio de gabinete basta es no detectar cómo operan las élites en el poder para sostener con violencia los privilegios que recortan derechos a las mayorías. Ser demócrata no es hacer acrobacias lingüísticas, es defender la democracia y hoy son las calles las que están llenas de demócratas, a diferencia de Palacio de Gobierno, El Congreso o los locales de los canales de la televisión de la prensa concentrada. El carácter del régimen hoy es clave para pensar en la sucesión de hechos que deben ocurrir para sacar a la dictadura. Me temo que sin un diagnóstico correcto de cómo están cogobernando los poderes los análisis serán siempre imprecisos.
Y por lo mismo los invito a sostener cómo podamos la movilización popular en defensa de la democracia. Pateemos la ficha Boluarte. Es urgente que empiece a caer el dominó.