El fujimorismo en su laberinto
Economista
Si bien la señora “K” ocupa la segunda posición en la mayoría de las encuestas, también es cierto que se mantiene estancada desde hace varios meses. Para ser preciso tiene 7% desde febrero del año pasado. En esta ocasión, como lo venimos haciendo en esta columna, analizaremos los límites y posibilidades del fujimorismo de pasar a la segunda vuelta, el escenario en que navega la candidatura de la señora “K”.
A diferencia de otros partidos, la del fujimorismo es una de las pocas organizaciones políticas que no solo tienen un voto duro, sino también un antivoto muy orgánico y activo, que se incrementa cuando es una amenaza electoral. Esto le ha permitido tener una presencia importante en el Congreso pero también le ha hecho perder las elecciones ante candidatos a los que -en otras circunstancias- les hubiera sido difícil asirse de la presidencia.
El voto duro explica porque, luego de la disolución del Congreso, donde éste -según las encuestas- alcanzó un nivel de rechazo del 92% de población, el fujimorismo logró en las nuevas elecciones congresales 15 escaños de los 130, cuando más de un analista político lo creía muerto. En contraposición, el antivoto orgánico y activo hizo que la señora K perdiera las elecciones dos veces consecutivas, con Humala y PPK respectivamente, los cuales, dicho sea de paso, no eran los mejores candidatos presidenciables.
Sin embargo, en la actual coyuntura, el fujimorismo ha dejado de tener el apellido de la señora “K” e incluso, para la percepción de la población que simpatiza o está en contra de ellos, De Soto, López Aliaga y Cillóniz, por decirlo de alguna manera, son el nuevas cepas del fujimorismo. No es casual que mucha gente crea que el fujimorismo ha presentado varias listas para tener nuevamente una mayoría en el Congreso. Nada más falso.
La performance del voto fujimorista -en primera vuelta- ha oscilado entre el 21 y 33%. En el 2011 Keiko alcanzó el segundo lugar con el 20.7%; y, en el 2017 logró el primer lugar con casi el 33% de los votos emitidos. Diversos analistas estiman que el voto duro del fujimorismo se estima en un 20%, lo que indica que todavía dicho espacio no ha sido copado completamente.
Según las encuestas, el voto fujimorista, con el retiro de la candidatura de Cillóniz, se encuentra distribuido entre Keiko con 7%, De Soto 5% y López Aliaga con el 2.2%, lo que da un poco más del 14%; de manera que, en el peor de los casos, hay casi un 6% de los votos en disputa, los cuales pueden ser determinantes para que uno de los candidatos fujimoristas pueda pasar a la segunda vuelta, con la atingencia que De Soto y López Aliaga son los candidatos con una tendencia creciente.
Aun cuando un tercio de la población electoral no ha decidido por quien votar, lo cierto es que el voto fujimorista tiene el límite de ser una manta inelástica, con varias puntas, que, si uno de los candidatos jala, destapa al otro y viceversa. Jalará más el candidato fujimorista que tenga mejores mensajes y logre capturar la atención de este segmento electoral.
Dejar de ser la señora la “K” para ser solo “Fujimori al 2021”, e indultar a su padre, aunada a la “Mano Dura”, es una estrategia cuyo propósito es capturar y alinear el voto perdido del ala “albertista”, que hasta hoy lo habria venido capitalizando Hernando De Soto y, en éste último tramo, López Aliaga.
Si los votos fujimoristas se reparten en partes iguales lo más seguro es que todos queden fuera de la segunda vuelta. Que uno de los candidatos del fujimorismo renuncie en el último tramo sería la mejor estrategia para que uno de ellos pueda pasar a la segunda vuelta.
Fue un mal negocio que los candidatos con la marca Fujimori no hayan hecho el esfuerzo por juntarse. Perdieron la oportunidad para renovar el fujimorismo y ofrecerle algo mejor al país y a los fujimoristas. ¿Alguien podría imaginar el fujimorismo con De Soto a la cabeza, acompañado de López Aliaga, y Keiko encabezando la lista al Congreso?