Opinión

El fútbol peruano y la política

Por Victor Liza

Escritor y periodista

El fútbol peruano y la política

El llamado de algunos integrantes de la selección peruana de fútbol a votar por la “democracia” en contra del “comunismo”, usando la camiseta “blanquirroja”, no es el primer caso en el que la política se vincula con el deporte. El poder político y económico siempre ha buscado cooptar a los ídolos deportivos, con cuya popularidad busca legitimarse. El Perú no es una excepción a esta tendencia.

En 1936, el Perú envió por primera vez su delegación completa a unos Juegos Olímpicos, que se desarrollaban en Berlín. Nuestra selección de fútbol tuvo el debut soñado: aplastó a Finlandia por 7-3. Luego derrotó, tras ir abajo en el marcador, por 4-2 a Austria, clasificándose a las semifinales del torneo. Los austriacos reclamaron una supuesta invasión de cancha de hinchas peruanos, y la FIFA ordenó que se repita el partido. El presidente de la delegación peruana, Claudio Martínez, no aceptó la decisión. La selección de fútbol no se presentó al nuevo partido, y los europeos fueron declarados ganadores. Martínez decidió retirar a la delegación completa de Berlín, que incluía basquetbolistas, boxeadores, ciclistas y nadadores. Al llegar al puerto del Callao, los seleccionados de fútbol fueron recibidos como héroes nacionales.

En su libro “Manguera: una historia del fútbol peruano”, Guillermo Thorndike describió este suceso como un acto de dignidad ante un supuesto atropello de la Alemania nazi. Desde la década de 1940, se difundió la idea de que Adolfo Hitler, el gobernante alemán, se habría molestado porque un equipo sudamericano “de mestizos, apenas blancos, también mandingas y coromantos, todos mezclados con quechua”, habría derrotado a Austria, un país de “raza superior”. El escritor uruguayo Eduardo Galeano hizo eco de esta versión y dijo que los futbolistas peruanos “humillaron” al Führer.

Este mito fue desbaratado por el periodista Luis Carlos Arias Schreiber. En el año 2000, publicó un informe en la revista Don Balón Perú, en el que mostró que ni el Comité Olímpico Alemán ni mucho menos Hitler tuvieron que ver con la decisión de repetir el partido con Austria. En todo caso, se podría hablar de indicios de parcialidad de parte de la comisión de justicia, conformada por cinco europeos. Lo concreto es que el retiro de la delegación peruana fue decisión del dictador Óscar Benavides, quien debía dar paso a una sucesión presidencial. Cuando los futbolistas peruanos vuelven al país en septiembre de 1936, reciben sendos homenajes encabezados por Benavides, quien buscaba hacerse popular y mantenerse en el poder. Las elecciones de octubre son ganadas por Luis Antonio Eguiguren, pero son anuladas por el apoyo que recibió del Partido Aprista, que había sido declarado ilegal. Ante ello, el Congreso decidió que Benavides, todavía popular por esa y otras razones, se quede en el gobierno hasta 1939. Brillante jugada.

La siguiente historia es una de las más vergonzosas de nuestro deporte. En las eliminatorias para el mundial de Argentina 1978, Perú debe enfrentar a una entonces modesta selección ecuatoriana y a Chile, su clásico rival. El dictador Francisco Morales Bermúdez encarga a Augusto Polo Campos que componga una canción. Contigo Perú en la voz de Arturo “Zambo” Cavero, se convierte en nuestro segundo himno nacional. El 26 de marzo de 1977, Perú vence dos a cero a los chilenos, con goles de Oblitas y Sotil. Morales Bermúdez baja a la cancha del Nacional, se pone la blanquirroja, y entona el himno junto al capitán Julio Meléndez. Esa victoria fue muy festejada, pues nos clasificaba al triangular de Cali, en el que habría buscar dos cupos para Argentina ante Brasil y Bolivia. No importó perder con los primeros, porque luego la selección se deshizo de los del altiplano por cinco a cero, y quedó segunda.

Previo a la Copa del Mundo, la selección estaba siendo criticada por la prensa y la afición, debido a malos partidos amistosos. Pero en la fase de grupos sorprendió. Derrotó 3-1 a una Escocia que pintaba como favorita; empató a cero con Holanda, la subcampeona del mundo; y luego goleó a Irán por 4-1. La revista argentina “El Gráfico” colocó a César Cueto, José Velásquez y Teófilo Cubillas, integrantes del mediocampo peruano, en su equipo ideal de esa etapa.

En la segunda fase llegó la debacle y la vergüenza. Brasil nos goleó tres a cero, y luego Polonia nos derrotó por la mínima diferencia. Eliminado con anticipación, el equipo peruano lucía cansado y errático, acaso por jugar cada tres días, trajín al que no estaba acostumbrado. El 21 de junio de 1978, Perú visitó al equipo anfitrión en el Gigante de Arroyito, estadio de Rosario Central. Sesenta mil espectadores esperaban una victoria de al menos cuatro goles de diferencia de su selección para que se clasifique a la final. Argentina venció por seis a cero. Hasta ahora se sospecha que varios jugadores peruanos se habrían “echado” a cambio de algunos beneficios. También se habla de un cargamento de trigo llegado desde la Argentina al puerto del Callao. La relación entre el dictador argentino Jorge Videla, quien necesitaba una victoria en la Copa del Mundo que organizaba su país para afianzar su régimen; y Morales Bermúdez, era muy cercana. La deportación de 13 políticos peruanos en aquel país y la desaparición de cuatro montoneros argentinos en Lima, a manera de intercambio de presos políticos, fue la evidencia más clara de ese vínculo. Cuando la selección regresó al país, a Morales Bermúdez no se le vio en el aeropuerto Jorge Chávez. Y tampoco volvió a lucir la blanquirroja.

En ambas historias, los gobiernos se aprovecharon de la popularidad de la selección de fútbol. Lo que nunca se había visto es que el poder económico, que ahora apuesta por una candidatura cuestionable para proteger sus privilegios, intervenga del mismo modo en un proceso electoral. Y que los propios futbolistas se presten para esto. Detrás de esto estarían empresarios y marcas deportivas que, como los grandes grupos de poder, temen un gobierno de izquierda.

Nadie critica que los futbolistas den a conocer su postura política. Muchos lo hacen en todo el mundo. El asunto es que pudieron haberlo hecho a título personal, y no apelar a un símbolo como es la camiseta de la selección de fútbol, que más que dividir, debe unir. Como Mario Vargas Llosa, han cruzado el Rubicón y de allí ya no se vuelve.