El momento actual: elecciones y decisiones
El momento electoral en que nos encontramos es una buena ocasión para reflexionar acerca de nuestro pasado reciente (digamos de los ochenta para acá), de las posibilidades que se abren y de nuestras responsabilidades como ciudadanos y ciudadanas de este país tan golpeado, no ya por fenómenos “naturales” o conflictos armados internos desatados por mentes quizás diabólicas, sino -creo yo- por la maldad de algunos de sus gobernantes y de quienes tienen gran poder económico, político y en la opinión pública: grandes empresarios, jefes de partidos políticos, y dueños de medios de comunicación masiva. A veces se tiene la sensación de que no estamos durmiendo con el enemigo, sino viviendo cada día y cada hora con él, pues él no duerme.
Las elecciones de abril nos obligan a pensar en serio acerca del futuro que queremos para nuestro país, nuestras regiones, provincias, distritos y comunidades, para nuestras familias, para nosotros mismos. Podemos escoger entre seguir tolerando el manejo corrupto de los asuntos públicos y el desempeño mafioso de la función pública o apostar por un país justo en el que la riqueza se redistribuya de modo que todos, especialmente, los pobres, accedan a sus derechos básicos (empleo, alimentación, salud, vivienda, educación y -lo más elemental- respeto). Necesitamos un país descentralizado con provincias pujantes, distritos, pueblos y comunidades en los que la vida sea agradable por digna y humana; un país que reconozca, viva y asuma su diversidad cultural y los derechos de los pueblos indígenas u originarios; un país en el que las mujeres puedan caminar tranquilas y seguras y no sean objeto de violencia por su propia condición. Un país que respete a los niños, las niñas, los y las jóvenes y a los ancianos y ancianas.
Esos son a mi modo de ver los tamices que debemos tener en estas elecciones nacionales. Ya es tiempo de desechar a los corruptos y elegir personas que garanticen capacidad, honestidad y habilidad en el manejo de los asuntos públicos que son de todos y de todas pues afectan nuestra vida y nuestro bienestar.
Estamos convocados y convocadas a una gran reflexión social y personal para impedir la vuelta al pasado fujimorista y alanista que se nos quiere vender bajo ropajes nuevos y viejos. Pero también hemos de detener las tendencias que quieren llevar al país al vacío y al desorden juntando el violentismo, la corrupción, el cinismo y la demagogia más perversa.
Sí es posible. Busquemos y construyamos o ayudemos a construir alternativas de justicia, orden, respeto a la democracia y a los derechos humanos, descentralización e interculturalidad.