Opinión

El Perú de la utopía arcaica y de todas las sangres

Por Gabriel Gómez Tineo

Antropólogo de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y y Educador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

gabo.gomeztineo@gmail.com

El Perú de la utopía arcaica y de todas las sangres Foto: Pedro Castillo

Estas elecciones volvieron a exponer las miserias de nuestro país. Estas miserias que se expresan en las actitudes más rancias de desprecio al otro, ese otro que siempre fue negado históricamente a ser parte de esta república, porque según la visión de algunos privilegiados no lo merecen.

Las tensiones históricas de tipo étnico y cultural siempre estuvieron presentes. Emergiendo en diversas circunstancias de conflictividad, sobre todo vinculadas a las actividades extractivas, donde las poblaciones indígenas y campesinas salieron a defender su territorio y justiprecio por ella. Y por supuesto frente a ello, los oligarcas y aristócratas de este país como siempre los trataron de salvajes y terrucos que están en contra del desarrollo, de perros del hortelano y otras tantas cosas.

En esta oportunidad, la tensión es mucho más grande y compleja, se trata de la disputa del poder del Estado. Un Estado que en la vida republicana del país, nunca tuvo a un campesino como su máxima autoridad. Pedro Castillo, un docente rural, rondero y campesino que representa la imagen e identidad de muchos pueblos marginados históricamente, hoy tiene las posibilidades de ocupar el máximo cargo de la Nación. Para “los dueños del Perú” era inconcebible que un campesino tenga esa posibilidad, de ninguna manera puede gobernar el país, un “cholo ignorante y mediocre”, por lo tanto tenían que impedir que gane las elecciones; para ello se debía hacer de todo, poner a disposición los medios de comunicación escrita, visual, los lideres de opinión, la publicidad, los regalos, la difamación, las mentiras, el miedo, el terruqueo, los bonos, etc. El cargamontón fue brutal. En la ultima fase de campaña emergió la más brutal expresión de racismo terrible, comenzaron a circular mensajes de odio y discriminación aludiendo a que los indios deben quedarse en su pueblo, porque no había otro lugar para ellos.

Luego del conteo rápido y los reportes de la ONPE que daban como posible ganador al profesor Pedro Castillo, se encendió la pradera más, comenzaron las campañas de negación y estigmatización a los votantes de Perú Libre. La clase alta del país comenzó a salir a la calles, alegando sin evidencias que hubo fraude y que les robaron sus votos, desconociendo el derecho al voto de las poblaciones indígenas que emitieron sus votos. Los argumentos de los abogados señalaban claramente un desconocimiento de la realidad de las poblaciones rurales e indígenas, donde una característica es justamente la coincidencia de los apellidos por las relaciones endogámicas por afinidad. Detrás de la ignorancia, se escondió la discriminación étnico racial, a tal punto que quieren anular 800 mesas de votación. No es novedad atropellar de esa manera, cualquier mecanismo vale para impedir que un campesino como el profesor Pedro Castillo llegue al poder, no importa pisotear y desconocer los votos de los más humildes del país, con tal de no ver al campesino Castillo en Palacio de Gobierno.

Cuando el Premio Nobel de Literatura decidió apoyar a Keiko Fujimori, pese a que fue su más acérrimo critico en las elecciones pasadas, tildándola de ser una amenaza para la democracia, ahora fue al contrario y se convirtió en su garante. Para Vargas Llosa fue más peligroso que un campesino gobierne el país a que lo haga una lideresa a quien él mismo acusaba, hasta hace poco de ser la lideresa de una mafia. No sabemos cuales serian las razones del desprecio y rechazo del Nobel al candidato Pedro Castillo, podemos especular que debe haber un racismo soterrado que disfrazó su discurso del anticomunismo. Recordemos que en el 2011 brindó su apoyo a Ollanta Humala, pese a que fue el candidato de la izquierda y toda la derecha lo acusaba de chavista. No olvidemos que Vargas Llosa siempre se burló del Perú profundo, tildándolos de ignorantes y salvajes congelads en el tiempo. Por ejemplo su informe cuando fue a investigar la matanza de los 8 periodistas en Uchuraccay en Ayacucho en el año 1983, indicaba que los comuneros que asesinaron a los periodistas no sabían distinguir entre armas y cámaras fotográficas y eso habría sido el móvil de la matanza, pese a que varios estudios antropológicos e históricos desmintieron y desbarataron su informe.

Nuestro país es multicultural y pluriétnico. Se ha dicho tantas veces que somos de todas las sangres y que uno de los problemas del país, es justamente el no saber convivir y asumir esas diferencias como una realidad. La clase aristocrática y plutocrática siempre monopolizó el poder y control del Estado, no supo o no le dio la gana de generar condiciones de igualdad para las poblaciones marginadas que están al interior del país, y ahora la pandemia se encargó de desnudar y exponer la miseria y la pobreza en la que viven, negándoles la posibilidad de salir de esa situación, con discursos que se justifican, como “el pobre es pobre, porque quiere” o “son unos ociosos que les gusta que les regalen todo”, sin ver en su real dimensión las condiciones en las que trabajan duro, pese lo cual el sistema no les permite salir de la pobreza. Por ejemplo un campesino se levanta a las 4 de la mañana para trabajar todo el día, pero el sistema económico mercantilista no reconoce su trabajo como tal y el equivalente monetario de su trabajo es una miseria.

El maestro José María Arguedas soñó de que algún día el Perú sería ese país intercultural, de todas las sangres, donde haya igualdad entre las diferencias, donde el diálogo seria el canal para resolver los conflictos. Un país donde todos los peruanos adquieran sus derechos y su condición de ciudadanos, sin ser marginados o categorizados de primera, segunda o tercera clase. Un país en el que no exista la discriminación y el racismo de las mayorías hegemónicas y que como producto de ello, las identidades étnicas y culturales sean afirmadas y reafirmadas, y que la modernidad del Perú incorpore ese elemento, donde el desarrollo y la cultura sean vistos como uno solo y las ideas coloniales sean desterradas. Quizás ahora sea la oportunidad para poner en debate público esos temas. Un presidente que usa sombrero, que ara la tierra, que es rondero de una comunidad campesina, que es un docente rural representa una gran simbología para comenzar a cambiar imaginarios y discursos de otredad, para construir “un nosotros” que nos permita asumir la diversidad como una posibilidad simétrica que nos permita convivir y compartir como peruanos.

El reto del Presidente electo, si se trata del profesor Castillo es una gran ventana para tener un Bicentenario encaminado que permita saldar la deuda histórica con los hermanos indígenas y campesinos del país.

gabo.gomeztineo@gmail.com