El Perú es ancho y ajeno
Economista y Gestor Ambiental por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Poeta y escritor. Investigador de temas amazónicos, extractivismo y defensores ambientales del Centro Bartolomé de las Casas (Cusco). Asistente de investigación en la Red Muqui y fotorreportero de Noticias SER.
Creo que conocer el Perú no solo es estudiarlo, opinar o criticar ni tampoco investigar encerrado en una oficina de cuatro paredes o sin salir ni discernir la visión que, consideramos que define a la nación de “todas las sangres”. El aferrarnos solamente a esto, es decir, a la visión a priori en el lenguaje de Kant, de acuerdo a Platón que se explica a través del mito de la caverna, sería solo ver las sombras reflejadas en la pared compuesta por aquello que consideramos real, pero que en definitiva no lo es. Creo que salir de la caverna es vivir la vida del Perú, sentir su dolor y su amor caminando más allá de lo que nos muestran los medios de comunicación que, en el fondo no son indiferentes a la clase política de la época y pensamiento colonial. Pues, así como la clase política que le sonríe hipócritamente a los ciudadanos en tiempos de campaña electoral hasta donde les alcance su interés, los medios de comunicación solo muestran la historia oficial escrita por quienes dominan el poder porque les conviene para mantener intocable su ambición de riqueza. Respecto a esto, se entiende mejor que los medios de comunicación que forman parte del grupo de poder, acuchillan la democracia y no apuestan por la construcción de una nación integral.
Por eso, ocultan la realidad de la mayoría de la población discriminada, menospreciada y excluida en la construcción de la nación. Poblaciones que viven sorteando su vida, a causa de la pobreza, desigualdad y olvido, como si su vida dependiera del azar, igual que en los juegos de dados. En ese sentido, de acuerdo a Alberto Flores Galindo, estaríamos hablando de “una república sin ciudadanos”. El creer que es así, lleva a entender que la vida dependiera de cuán rico eres, y que soñar ser un ciudadano libre es una farsa. Estos pueblos vulnerados e invisibles ante los ojos de los tomadores de decisiones serían las comunidades andinas o amazónicas o los que viven en las periferias. Pues, son aquellos pueblos quienes reclaman sus derechos por existir libre, vivir en paz y ser respetados, aunque para conseguir sus reclamos, históricamente, han tenido que perder muchas vidas o derramar sangre.
Por otro lado, pareciera que para conocer al Perú basta estudiar en una universidad prestigiosa o tener riqueza o vivir en alguna ciudad como Lima. Tener una creencia como esta aun en estos tiempos “modernos” y “civilizados” es tener un pensamiento supersticioso. Pero el Perú nunca será como se piensa desde Lima, ni tampoco será como se piensa desde las provincias, porque el Perú es el pueblo, y todos somos el pueblo de nuestra nación inconclusa donde se ejerce la democracia a medias.
Por lo tanto, hay suficiente razón para saber que, el Perú es ancho y ajeno. Es ancho porque está conformado por pueblos andinos y amazónicos. Ajeno porque solo predomina la lectura occidental y discriminadora, que excluye la realidad de nuestro país, por lo que los otros pueblos son subyugados como si no fueran parte de la nación. Por eso el Perú está fragmentado. Y debemos interpelarnos y llamar s dialogar entre los 56 pueblos con una visión diferente, donde la perspectiva occidental es una y no es mejor que las otras 55 que conforman el país. Quizá esta sea la razón por la que no hay una identidad nacional. Quizá por eso, a estas alturas de la vida hay resignación y resentimiento ante la posibilidad de ser gobernados por un ciudadano de la provincia.
Creo que aquello se explica porque durante muchos años ha habido voces postergadas ante la miopía occidental, limeña y privilegiada que ha decidido el destino del Perú. Pero “los ciudadanos sin república” (de la periferia) han seguido protestando en las calles, en los bosques, en las comunidades, en los centros poblados, sacrificando sus vidas, sin ser escuchados. A pesar de ello, no se han arrodillado ante el pensamiento colonial que predomina en la patria de todas las sangres. Todo esto, se ha visto en los votos que ha recibido Pedro Castillo, quien encarna la necesidad radical de cambio del país.
Algo que hay que comprender es que, el pueblo provinciano no vota porque un político sea de izquierda o de derecha, lo apoya porque se identifica y encuentra su mundo en aquel sujeto político que expresa su realidad; y en donde también son reconocidos su sufrimiento y necesidad. Por ello, los criterios académicos, científicos y estadísticos no explican ni ayudan a entender el momento político, y sí los culturales y sociales, donde sobresalen la personalidad, el trato, el origen de la procedencia, todo ello correlacionado a la vida colectiva- diferentes a los criterios ortodoxos- distintas a Occidente donde se construyen trincheras entre la derecha y de izquierda, en el que yacen peleas de nunca acabar.
El pueblo peruano está con tantas ganas de cambiar y construir esa nación que soñamos: un Perú justo e igualitario. Pero no hay quién lleve la voz, la canalice, articule las demandas y concrete los sueños que tanto trabajo han demandado aterrizar. En nuestro país la desigualdad es alta, donde según el PNUD (2019) la distancia en cuanto al desarrollo humano entre el distrito con mejores resultados (La Molina, Lima) y el último de la lista (Lagunas, Piura) es de 9 a 1; y el nivel de la pobreza cobra vidas, la falta de satisfacción de necesidades básicas aún más. Resultado de ello hay mayor nivel de desnutrición, mortalidad infantil, incremento de enfermedades, muertes por falta de atención sanitaria, violencia y machismo, y otros más. Esto es el Perú real que no se ve en los medios de comunicación, en las redes sociales; y que ningún político tradicional ha pisado, y que los académicos privilegiados se han limitado observar y entender, y donde los modelos económicos tampoco responden.
Creo que el mejor reconocimiento de nuestra patria, primero, es pisar nuestra realidad, aceptarla tal como es y seguir trabajando desde donde nos toque, pensando en el pueblo, pensando en el país, con la consciencia de que nadie es ni más ni menos que el otro. Creo que esto es una forma de hacerle el pare a la discriminación, la indiferencia, el desprecio, es decir, ir dando pasos hacia el camino de los ciudadanos civilizados en medio de una república democrática. Quizá así, podríamos salir de nuestra caverna, y no solo ver el espejismo engañoso que nos ofrece la visión del “primer mundo”. De esta forma, conciliar con el Perú que nos acoge con aproximadamente el 60% del territorio amazónico y con 55 pueblos que tienen una filosofía, pensamiento y lectura de la vida muy diferente al que se cree desde la perspectiva predominante. De lo contrario, se volverá a caer en la ceguera intelectual y achorada que al final será abofeteada por su misma realidad, como un hijo que es azotado por su madre cuando no le hace caso.
Es cierto lo que un día dijo Santiago Manuin, que las teorías que Occidente nos trae, nunca van a funcionar en nuestro territorio si nos las imponen antes de entendernos. Que antes de La Riqueza de las Naciones de Adam Smith; El Capital de Marx; Principios de economía política y tributación de David Ricardo; la Teoría general de empleo de Keynes, entre otras teorías de admirados intelectuales, necesitamos reconociliarnos y saber dialogar, para entendernos y que cada pensamiento se respete y sea considerado en la construcción de nuestra patria. Y es que, mientras Occidente no nos haga caso, las consecuencias que tendremos será grandes, pues, cuando la fuerza de la naturaleza (bosques, ríos, animales, diluvio, inundaciones) se rebela a consecuencia de la crisis ambiental por la explotación desmesurada, no hay cómo detenerla. Y todos necesitamos de nuestra casa común para vivir en paz, tranquilamente ¿o de dónde salieron esas teorías, investigaciones científicos, modelos económicos y los pensamientos filosóficos? De la naturaleza.