El poder de la movilización
Economista
Está claro que el poder de la movilización para unos busca lograr validar en el más corto plazo los resultados oficiales de la ONPE, mientras que para otros es alargar lo más posible el proceso electoral para desprestigiarlo e incluso evitar la proclamación del presidente hasta el 28 de julio bajo el lema “fraude en mesa”. La intención de los segundos es que el próximo presidente del congreso --ya lo anunció “Vitocho”-- asuma la presidencia de la república y convoque a nuevas elecciones. En esta estrategia no está descartada el golpe de estado con tal de impedir que Pedro Castillo asuma la presidencia.
Vistas las dos movilizaciones del sábado 19, con cierta objetividad se puede concluir que el país no solo está dividido, sino polarizado. Los líderes que han tomado parte por uno de ellos, sin argumentos o con argumentos descabellados, lo único que hacen irresponsablemente es exacerbar más esta polarización que puede terminar, dios no quiera, en una guerra civil sin cuartel.
Me apena ver a Lourdes Flores arengar a la población en defensa de Keiko Fujimori con esa fuerza que no vimos cuando Alan García le ganó en mesa el pase a la segunda vuelta en las elecciones el año 2006 por un poco más de 60 mil votos y dónde apenas murmuró que le habían hecho fraude. Ofende al magisterio y al Ande cuando señala que Pedro Castillo es el “muñeco que han colocado los radicales”, mostrando un profundo desprecio tan parecido al de su padre cuando llamó a Alejandro Toledo “auquénido de Harvard”.
Me sorprende la defensa denodada de Mario Vargas Llosa, quien antes dijo que la democracia en el Perú desaparecería si se reivindicaba la dictadura fujimorista devolviéndola al poder. Hoy en su artículo “No le quiten el cuerpo a la jeringa” pide que se revisen todas las actas impugnadas por Fujimori en las elecciones de Perú ante los indicios de irregularidades, sin dar crédito a los cientos de personas que han salido a desmentirlos. Pero el tema de fondo sale a flote cuando seguidamente en su artículo señala que “si gana Castillo, el país será una segunda Venezuela dentro de pocos años”.
Me indigna las movidas de un puñado de oficiales retirados que invocan al golpe militar por el supuesto fraude en mesa, sin tener el menor reparo de utilizar firmas de generales y coroneles que llevan mucho tiempo de fallecidos. Me avergüenza el intento (menos mal fallido) de una mayoría congresal de tirarse abajo la mesa directiva del Congreso con la intención de vacar al presidente Sagasti y capturar el Tribunal Constitucional para ponerlo al servicio de sus intereses y del fujimorismo. La movilización del 19 los asustó y les hizo recordar lo que les pasa a los golpistas cuando vacan a un presidente en plena pandemia.
La paz ni la reconciliación van a retornar al país si los perdedores no reconocen su derrota, y si no se transparenta que hará el gobierno de Castillo para tranquilidad de todos los peruanos. Desde nuestro punto de vista solo podemos decir que el nuevo Plan de Perú Libre no es ni de lejos el “Manifiesto Comunista” ni el ideario de Cerrón.
Soy un ciudadano libre que apuesta a cambios profundos, pero en democracia. Creo en la libertad, en la democracia, en la inversión privada y el mercado sin monopolios, y, sobre todo, mi apuesta es por la justicia social.