El valor de ser periodista en el Perú

Ser periodista en el Perú es correr uno de los riesgos más grandes, no solo por exponer la propia vida; sino por ser vulnerable laboralmente cuando se osa discrepar con el medio de comunicación empleador cada vez que éste quiere imponerse dictando de la forma más abyecta y mercenaria la línea editorial a seguir.

Un ejemplo evidente, patente y manifiesto de la decadencia periodística, es sin duda, la prensa oficial peruana, plagada por monigotes, sin voz ni criterio; fantasmas que pasan por la vida arreados por un pequeño grupo de tunantes reciclados, que en el pasado se vendieron grosera y vergonzosamente a los intereses de los políticos de turno. Allí están los años noventa como testigos de esa venalidad.

Pero ser periodista en el Perú, es también batirse muchas veces estoicamente contra las bajezas, la majadería, la vulgaridad, la cobardía, la insolencia y el envanecimiento estúpido de algunos otros malos colegas, que con fanfarria se sienten intocables y superiores a la población. Sombras orondas con mucha pretensión que ven en un transitorio puesto la forma de castigar las carencias y miserias personales que llevan larvadas muy dentro, desde siempre, y a las que hay que confrontar y ubicar de inmediato para que despejen la pista y no obstruyan la pericia de quienes con auténtica vocación amamos hacer nuestra labor.

Ser periodista en el Perú es ganarse enemigos muchas veces o pasar por idiota cuando se tiene la voluntad imperiosa de investigar a los políticos en vez de buscarlos y venderles sus servicios, o peor aún, darles el silencio como la prenda más cara.

La prensa que se engríe y no investiga se convierte en una forma pasiva de corrupción, contribuyendo con la opacidad de una gestión y el descenso en caída libre de una clase política cada vez más descarada. La prensa que pregunta con sumisión y beneplácito, ya está derrotada y es digna de todo el rechazo acumulado; merece ser borrada del horizonte.