En la soledad de la cámara secreta
Escritor y gestor cultural
En la soledad de la cámara secreta, la vida que has tenido pasará ante tus ojos; recordarás las veces que fracasaste absorbiendo el humo de falacias y verborreas insulsas de politiqueros estupefacientes sin nombre; volverás a colocarte ante el charco de agua que te refleja; regresará a tu memoria la dictadura que viviste, los crímenes de Estado, las desapariciones y esterilizaciones forzadas que callaste, los tristes oficios que desempeñaste, los derechos y el bienestar que la historia te negó. Recordarás las veces que padeciste hambre y desempleo, que reíste y te burlaste de ti mismo en las ánforas dejando evidenciada en la cédula de sufragio que habías nacido para ser humillado, que jamás tendrías un lugar en la vida, que la clase política del país que te parió no te soporta y -sin embargo- no te indignas [no haces nada], que la tierra a la que amas no te incluye y se avergüenza de ti, que el Perú te ha condenado siempre a vivir en el limbo o el olvido.
En la soledad de la cámara secreta has decidido siempre que la vida miserable que has tenido no se altere, que el latrocinio descarado y la explotación de los poderosos persistan, que tus dudas y temores se acrecienten y empoderen, que tu ínfima confianza y nula integridad se pongan [de nuevo] en duda y terminen de anularte. A la hora de votar recordarás el táper o la dádiva que alguna vez [de múltiples y solapadas formas] recibiste; la banderita anaranjada que agitaste con tu silencio a cambio de un plato de lentejas, de algún sucio favor político o del miserable empleo en el que callas, agachas la cabeza, se degrada tu existencia y te gradúas de infeliz. Regresará a tu memoria la vida que has visto transcurrir de espaldas a una militancia, a la necesidad de construir voluntades colectivas que transformen lo que somos, la sociedad en la cual sobrevivimos, la otredad que en el fondo desprecias si no te es utilitaria. En la soledad de la cámara secreta comprenderás la nadería de tu vida; te negarás a evidenciarla, por supuesto, pero nada ocultará tu intrascendencia, la oquedad de tus ideas, tu incapacidad de rebelión y la prisión en la que habitas, celda en la que babea tu historia.
En la soledad de la cámara secreta te quebrarás cuando pienses en tus hijos, quienes nunca te sabrán decente; recordarás la indeleble marca en la frente con que te relegaron a los pútridos rincones donde nadie es capaz de indignarse, donde nadie se solidariza con los pobres, donde no brota la convicción de que el país ha llegado a una encrucijada histórica y es necesario luchar para preservar nuestra dignidad, lo poco que aún nos queda. Frente a la cédula recordarás que de rabia y violencia hemos tenido demasiado, comprenderás que en el fondo eres víctima del odio y la inconsciencia, de la educación pública que Fujimori destruyó en los noventa y del enmierdamiento de la prensa basura que nunca supo de torturas, electroshocks ni descuartizamientos en sus portadas, sino de fraudes, mentiras y corruptelas para vejar y destruir el honor de quienes [como ahora] pensamos distinto y exigimos dignidad y justicia.
En la soledad de la cámara secreta múltiples serán tus sensaciones. ¿Qué quedará este domingo tras tu ejercicio ciudadano?, ¿a qué te atará el tiempo oscuro que se avecina cualquiera sea el resultado?, ¿se impondrá en las ánforas el mediocre patrón de sucesión de podredumbre política de toda una vida?, ¿respaldarás a la mafia anaranjada o te permitirás mirar por un instante a los tuyos y al Perú con el amor necesario de saberte digno y coherente aunque sea por una vez en tu vida? No basta tener respuestas a estas preguntas para entender a lo que nos enfrentamos. La reflexión no alcanza. No basta saber, se debe también aplicar [Goethe]; no es suficiente querer, se debe también hacer [transformar], cambiar el modo en el que hemos vivido [el sistema que no funciona], hacer realidad los sueños.