Opinión

Hablemos de “Libertad”

Por Laura Arroyo Gárate

Comunicadora política. Directora del podcast “La batalla de las palabras”

Hablemos de “Libertad”Foto: Luisenrrique Becerra para Noticias SER

¡Oh! Partisano, me voy contigo, porque me siento aquí morir. Si yo muero como Partisano, tú me debes sepultar. Cava una fosa en la montaña, bajo la sombra de una bella flor. Toda la gente, cuando pase, me dirán "¡Que bella flor!" Esta es la flor del Partisano, muerto por la libertad. ¡Esta es la flor del Partisano, muerto por la libertad!

(Bella ciao, traducción)

Empiezo esta columna con parte de la letra de “Bella Ciao”, el tema que entonaban como himno los partisanos italianos que combatieron al fascismo alemán y a las tropas de ocupación nazi. Una reivindicación a la libertad como proyecto de país y de vida por el cual dieron la vida. Una lucha colectiva. Una aspiración de muchos y muchas. Hay algo en las luchas populares que reivindican, hasta el día de hoy, esa colectividad como motor. Una colectividad sin la que el concepto de “libertad” flojea.

Hace unas semanas, la escritora italiana Andrea Marcolongo estuvo en Madrid presentando su libro “El viaje de las palabras”. Pude conversar con ella y su definición de libertad me pareció profundamente sugerente en un tiempo en que el intercambio de ideas parece bastante limitado: “la libertad es una conversación”. Para Marcolongo lo primero que hace un dictador o un régimen dictatorial es “prohibir la libertad del lenguaje” y, al hacerlo, prohibir la conversación. Ahora que vemos al lenguaje en el centro del debate porque hay palabras que definían nuestra comunidad de sentido que hoy están quebradas o en disputa, lo que nos dice Marcolongo resuena. No hace falta ya un régimen dictatorial para acabar con esa conversación. Lo estamos haciendo al romper el sentido de nuestras palabras colectivas.

“Libertad” es un concepto que se remonta a un pasado muy lejano pero cuya travesía nos habla mucho de nuestra sociedad. Cuando los griegos y romanos hablaban de libertad lo hacían desde una perspectiva de lo común. Era imposible pensar en la “libertad” -como en el individuo- al margen de la polis. Pensemos en Aristóteles quien señalaba que el fin supremo de la persona humana era el Estado. Hoy, seguramente, los defensores del neoliberalismo explícitos o camuflados lo terruquearían. Para el filósofo griego un individuo fuera de la polis era un sujeto deficitario. Hoy que la cultura hegemónica es la del individuo y el individualismo la concepción aristotélica parece haber perdido la batalla. ¿La ha perdido?

El filósofo peruano Miguel Giusti nos habla de la Constitución peruana que, como muchas otras constituciones, en el primer artículo señala que la finalidad del Estado es el individuo. La noción aristotélica completamente al revés. Hay que decir, sin embargo, que este cambio de paradigma de época tiene también filósofos que pusieron el acento en el YO antes que en el NOSOTROS. Ese es el caso de Hobbes, de Locke y de Kant, por citar algunos. Sin embargo, de ahí a entender que la “libertad” es un ejercicio meramente individual hay un largo salto que, sin embargo, pareciera ser un sentido común vigente hoy en día.

Para Marcolongo “la libertad no puede ser algo individual o individualista, sino algo colectivo” y, sin embargo, hoy vemos que “libertad” parece ser una palabra que hace alusión exclusiva a la autonomía del sujeto al margen del yo colectivo, al margen de esa “polis” aristotélica. Pero para que ello ocurra, para que la individualidad opere con tanto peso en la sociedad necesitan existir condiciones de posibilidad para ello.

El filósofo y economista grecofrancés, Cornelius Castoriadis, nos da una clave fundamental para entender por qué el individualismo opera con tanta facilidad en nuestras sociedades. Castoriadis, que a partir de la década de 1980 comienza a describir un cambio de época histórica nos habla de la “privatización de los sujetos” quienes, debido al conjunto de transformaciones económicas y sociopolíticas abandonan todo proyecto más allá de la búsqueda de “su pequeño bienestar individual”. De este modo “se abandonan todos los terrenos colectivos, hay un repliegue en la existencia individual o microfamiliar, no hay preocupación por nada que supere el círculo muy estrecho de los intereses personales.”(1)

En efecto, la filosofía del “sálvese quien pueda” impera y, por lo mismo, nos deja en un profundo desamparo a la hora de hacerle frente a las crisis que hemos vivido en las últimas décadas, incluyendo la sanitaria causada por el COVID-19, la crisis económica derivada de ella y la actual guerra que ya ha tocado los bolsillos a lo largo y ancho del planeta. En este contexto, pensar en “libertad” se hace todavía más imprescindible pues, resignificar esta palabra o, mejor dicho, recuperar su sentido nos permitiría trazar una vía de salida del entuerto en que nos encontramos.

Para Miguel Giusti una respuesta viene también desde la filosofía hegeliana. En su libro “La travesía de la libertad: ensayos sobre Hegel”, Giusti nos habla de una visión tridimensional de libertad donde las tres dimensiones han de cumplirse para poder hablar de “libertad” plena. Esta complejidad, sin duda, ilumina la ruta: la libertad como autonomía (acción individual), la libertad como opción moral (reflexión personal sin motivo de discriminación) y la libertad como creación colectiva. Esta visión nos permite pensar en “libertad” como un término que no nos disocia del YO colectivo, sino que necesita del YO colectivo en armonía con el ejercicio de autonomía.

Si algo debimos aprender de la pandemia es que la individualidad puede matar. Son las acciones en común, el horizonte de país colectivo y las acciones concretas desde esa unión de muchos y muchas las que permitieron la supervivencia de los peruanos y peruanas. Es esta visión colectiva la que también nos recuerda el papel del Estado como garante de derechos para todos y todas y no como un ente anecdótico y mínimo en el desarrollo cotidiano de un país que necesita de un Estado fuerte para garantizar mínimos de igualdad.

Tal vez, alguien pueda creer que pensar en las palabras es un ejercicio para lingüistas o un ejercicio académico únicamente. Nada más lejos de la realidad. Pensar en las palabras significa pensar en nuestra comunidad de sentido y en los contextos de época que atravesamos. Tras las sucesivas crisis nacionales e internacionales que el Perú encadena una a la siguiente toca pensar por qué “libertad” parece estar definida desde una individualidad que nada tiene que ver con su sentido originario y su propósito como concepto. Nos toca elegir, como ciudadanos y ciudadanas, si “libertad” es una palabra que queremos definir desde la individualidad y la privatización del sujeto, o desde la colectividad, los esfuerzos de unión y de lucha en común. Como bien señalaba el diputado español Gabriel Rufián “la libertad es lo contrario al privilegio”. Tal vez, no hay mejor contexto que el de una crisis para pensar en las palabras y lo que significan si aspiramos a un país de iguales.

Hablemos de palabras porque supone hablar de lo que somos, pero sobre todo, de lo que queremos ser. En plural. En común.

Estas reflexiones son producto del primer episodio del podcast “La Batalla de las palabras” que pueden oír completo aquí

Spotify: https://open.spotify.com/episode/339RoFLziPZJfXSqGwxpto?si=495de66869f04876

YouTube: https://youtu.be/W10BG7k-jHo


(1) Castoriadis, Cornelius (2006) Autogestión y Jerarquía, en Escritos Políticos, Madrid, Libros de La Catarata.