¿Hay responsables de las muertes violentas de nuestros compatriotas?: ética y responsabilidad política
Antropólogo y Profesor
Este artículo busca entender qué es y cómo se ha estado usando la violencia en estas semanas con el trágico saldo de 62 muertos, la mayoría asesinados por armas de fuego. Buscamos preguntarnos ¿hasta dónde es legal, éticamente responsable y moralmente correcta esta conducta?
Lo primero que debemos decir es que la violencia física, verbal y simbólica se está dando en un contexto político y social concreto. La violencia es uno de los temas de la antropología y la sociología, también por supuesto del derecho, de los estudios sobre la familia, las relaciones laborales, de los estudios sobre el machismo y la liberación de la mujer, de la filosofía, etc.
Mis reflexiones estarán más enfocadas a la ética y la moral cristiana, por lo tanto tienen los límites y matices propios de este enfoque. Primeramente me llama poderosamente la poca reacción social y religiosa frente a la violencia y la cifra de muertos en nuestro país, fruto amargo, como sabemos, de las protestas y tomas de carreteras y locales y otras formas de lucha, pero sobre todo de la manera como el Estado está dando respuesta a ellas.
Puedo decir que en el Perú después de los años nefastos del terrorismo político (1980-2000), y luego de los efectos de la pandemia del covid-19, ninguna cifra nos asusta ni conmueve, lo que podría explicar cierta indolencia de las autoridades y de la población.
Podemos decir que la muerte humana no nos impresiona aunque esta ocurra de la forma más bárbara e injusta. Tenemos el triste record de ser el país con más muertos por el covid-19 -en proporción a nuestra población- y el país con más huérfanos fruto de dicha catástrofe. No debo dejar de mencionar que tenemos alrededor de 17 mil desaparecidos de los años de violencia interna y no pasa nada.
Es realmente una vergüenza que muy pocas instituciones religiosas, políticas, culturales, o de cualquier otro tipo hayamos hecho consciente y menos nos hayamos hecho cargo de hacer justicia las miles de víctimas del terrorismo de estado, así como de Sendero Luminoso y el MRTA. Muy pocas personas responsables de esas atrocidades han sido juzgadas, procesadas y condenadas como corresponde a la magnitud de los crímenes y horrores cometidos, sobre todo de parte de los agentes del estado peruano. Lo hecho para reparar el dolor infinito causado resulta realmente insuficiente hasta hoy.
En estos días diversos medios de comunicación e instituciones se han pronunciado respecto a la violencia desproporcionada de las fuerzas armadas y policiales y frente a las protestas y actos vandálicos y hasta terroristas de ciertas personas y grupos que están participando. En algunos de estos documentos y declaraciones institucionales han defendido al Estado como responsable del bien común y como único facultado a ejercer la coerción legal frente al quiebre de los acuerdos sociales. Claro que el Estado tiene derecho a ejercer la violencia y hasta hacer uso de las armas contra los que atenten contra el bien común y privado, eso no está en cuestión, sino la proporción de la respuesta o capacidad para neutralizar , controlar , detener y sancionar a las personas u organizaciones que quieren romper las leyes aceptadas por todos.
También hemos podido saber que hay normas, protocolos y límites para detener las acciones en contra de los bienes públicos y privados, de igual forma hemos aprendido que no se puede disparar sino es hasta 35 metros de distancia, que se debe hacerlo a las extremidades inferiores y que hay tipos de municiones permitidas y no permitidas, etc.
Los informes médicos, forenses y de organizaciones de derechos humanos, nos dicen varias cosas que nos darán luz para decir si hay derecho a ejercer la violencia de ese tipo y hasta donde es inmoral hacerlo y legalmente inaceptable. También creo que es importante reflexionar sobre las consecuencias penales de estos actos políticos, que también son tácticos y militares. Obviamente tendremos que ver la responsabilidad política y ética de cada acto personal como institucional.
Analizando los datos que tenemos a la mano, nos dicen que la mayoría de los muertos son jóvenes y varones, que estas personas provienen de familias pobres de los departamentos andinos del sur del Perú, que son quechuas o aymaras. Entre los asesinados hay menores de edad, personas que no participaban directamente en las manifestaciones y protestas. También se informa que las muertes han sido causadas por armas de fuego, como perdigoneras, fusiles cortos, disparadores de bombas de gas lacrimógeno. Han muerto por heridas graves en la cabeza, torax y abdomen. Finalmente que se dieron en medio de enfrentamientos directos con los manifestantes que atacaban un aeropuerto, un puesto policial o bienes públicos y privados. Hay algunas escenas que nos han mostrado que los grupos vandálicos estaban dispuestos a quemar, destrozar bienes importantes, que usaban palos piedras, bombardas caseras de pólvora, arranques, waracas, y otros objetos que podían hacer daño como gasolina u otros combustibles. Esas personas claramente son responsables de lo que han hecho y deben ser identificados, procesados y sancionados como corresponde. La otra pregunta es quien o quienes podrán hacer esta tarea, ¿será el propio estado quien se juzgue a sí mismo? ¿Hay otras instancias para conseguirlo efectivamente?
Avanzando en la reflexión me pregunto ¿se podrán individualizar las responsabilidades de varios tipos que se desprenden de estas acciones claramente violentas de ambos lados? No se puede cubrir con un manto de impunidad nada, como decir que la policía tiene el derecho y la obligación de proteger los bienes, o que los grupos organizados que protestan y atacan, hieren y queman a personas e instituciones también tienen derecho a la insurgencia y la protesta. Cada acto tiene uno o varios responsables como cada acto tiene un efecto, por eso quienes hayan matado, herido o hayan destruido algún bien tienen que ser juzgados y recibir una condena legal y efectiva. En ética no se puede esconder la responsabilidad individual, hay un yo concreto que mató, otro yo que no protegió, yo callé, yo deje de ayudar, otro que mintió, otro que azuzó, etc. Hay personas concretas que no son anónimos ni se los puede esconder y decir fueron los vándalos, los terroristas, los policías, los militares, etc.
Los participantes en todos estos enfrentamientos -y las consecuencias que han tenido- tienen responsables y no pueden dejar de serlo aunque la ley y la sociedad muchas veces no lo hagan o lo permita. “El tribunal de la conciencia moral personal es el tribunal más importante, que cualquier corte externa”…. lo decía Gandhi, lo mismo lo hace Hanna Arendt cuando analizaba el comportamiento de los nazis en las persecución a los judíos. Nadie puede dejar de ser responsable, de sus actos y por supuesto de la vida y los derechos de sus semejantes por acción u omisión.
Para terminar esta reflexión debemos añadir que el componente racista y clasista de la violencia se ha mostrado una vez más en nuestro país. Arriba indicaba que los años de la violencia nos han dejado tristes y terribles lecciones que no acabamos de aprender y resolver. Las fuerzas armadas y policiales son racistas y se muestran así contra sus propios compatriotas expresando la alienación, producto del adoctrinamiento tan brutal que sufren al entrar en esas instituciones castrenses, de carácter vertical y autoritario, sumado a la corrupción que reina en todas ellas. Este racismo se muestra en la crueldad y desprecio de sus propios semejantes y compatriotas, ya lo decía monseñor Romero (El Salvador Marzo de 1980) “Hermanos de la guardia nacional, de los cuarteles, ¿no son ustedes del mismo pueblo? ¿No son sus hermanos los campesinos como ustedes a los que matan?...por eso les digo ustedes tienen que recuperar su conciencia y dejar de obedecer a mandatos claramente inmorales….abominaciones del poder. Ustedes no están obligados a obedecer órdenes inmorales, ante la orden inmoral de un hombre esta primero obedecer la ley de Dios que manda, No Matar. ¡En nombre de Dios y de nuestro sufrido pueblo….Les pido… les suplico… les ordeno… cese la represión!”.
En los terribles años de la guerra interna sufrido por todos, pero en especial por los campesinos pobres de los departamentos de sur del Perú, hemos visto que la violencia no sirvió de nada, tanto la usada por los grupos alzados en armas como la ejercida por el Estado. Ella produjo más de 70 mil muertos, miles de heridos y traumados psicológicamente, daños económicos incalculables que han retrasado nuestro desarrollo. Las causas profundas son éticas y morales, y se expresan monstruosamente en la corrupción y la injusta explotación que discrimina económica y culturalmente a la mayoría de este nuestro querido país. Si no avanzamos por ese camino no tendremos paz, ya que ella viene cuando hay entre las personas, las comunidades, las identidades étnicas, verdadera justicia.
La violencia que estamos viendo es también expresión de una violencia estructural o sistémica, donde claramente los jóvenes tienen un papel clave tanto en el malestar que están manifestando como en las salidas políticas y morales que debemos buscar y construir seriamente. Ellos son ahora los que están mostrando más violencia porque precisamente contra ellos el sistema es más violento. Hay reflexiones y propuestas en Colombia precisamente en esta línea, la delincuencia, el narcotráfico y la misma guerrilla son afrontadas no solo de forma policial y militar sino sobre todo social, creando alternativas de educación y empleo, de desarrollo cultural y artístico.
Finalmente me parece que se debe hacer una reflexión específica sobre los medios de comunicación ya que la falta de objetividad, la manipulación y modulación de las noticias a favor de determinados intereses privados y particulares, las noticias falsas, la mentira, calumnia y otros aspectos sobre los que el Papa Francisco ha llamado la atención, se están dando de manera constante en la televisión y otras emisoras radiales. Por ello, se debe revisar la moralidad y la inmoralidad y hasta el delito que puede haber en todas estas conductas relacionadas precisamente con la verdad, la objetividad, el derecho a la verdad, el bien común, la honra y dignidad de las personas e instituciones y la misma paz social. La ética, la moral y el derecho también tienen que ver con esta dimensión de nuestra vida y el objeto de este artículo.