¿Hubo una “pax colonial” en el Perú del siglo XVII?
Historiador
Mi colega la historiadora Susana Aldana, en un reciente artículo para ‘Noticias SER’, afirma que en la Época Colonial: “se logró establecer un ‘status quo’ entre ambas culturas [hispana y andina] que mantuvo a la sociedad virreinal del siglo XVII en una suerte de tranquilidad, pues cada quien «estaba en su lugar» y cada quien construyó su espacio de representaciones e identidades para con la Corona española, que reconocía derechos y realidades diferenciadas a través de las negociaciones individuales de colectivos (comunidades, etnías, iglesia, etc.)”. Debo decir que no estoy de acuerdo con esta visión, pues me parece una idealización de aquel siglo. Por principio, ninguna época en ninguna parte es “tranquila”, por más “hegemónica” que la dominación social pueda parecernos. Siempre habrá, con mayor o menor intensidad, algún nivel de crítica y descontento en contra “del sistema”.
La idea de una “pax colonial” en el siglo XVII puede parecer, de primera impresión, lógica y aceptable. Esto sería, en parte, por el contraste con la violencia de la Invasión y Conquista del siglo XVI, y por las “revueltas y rebeliones” que ocurrieron a lo largo del siglo XVIII. Más, todavía, si se contrasta con el primer cuarto del siglo XIX, en que se ubican los 15 años de nuestras Guerras de Independencia (1810-1825). Una “pax colonial hispánica” sería análoga a la imagen de estabilidad imperial de la Roma antigua, de donde proviene, a fin de cuentas, la inspiración para el latinajo: “pax romana”.
No obstante, la idea de un siglo XVI de “conquista”, un siglo XVII de “tranquilidad” y un siglo XVIII de “rebeliones”, tiene más que ver con la abundancia o carencia de estudios, que con la realidad histórica de cada época. Alberto Flores Galindo escribió que: “En cierta ocasión, un historiador describió el levantamiento que en 1780 dirigió Túpac Amaru II como «el grito aislado de Tinta». Un juicio similar, ahora, sería imposible” (1981, p.253). Se refería al hecho de que, desde la década de 1940 en adelante, los estudios sobre José Gabriel Túpac Amaru habían ampliado nuestro conocimiento sobre el personaje y su época, hasta producir la idea que ahora tenemos del siglo XVIII como “un siglo de rebeliones anticoloniales” (título del famoso libro de la historiadora Scarlett O’Phelan, publicado en 1988). El “sentido común” que tenemos al respecto no es ni “obvio” ni “natural”, sino producto del avance de las investigaciones y de su difusión fuera de los ámbitos académicos especializados, a través de la educación escolar y las conmemoraciones cívicas (como el “Bicentenario de la Independencia” que ha coincidido con este conflictivo año 2021 de pandemias y elecciones).
Precisamente, lo que conocemos sobre el siglo XVII es menos detallado y más disperso, menos sistemático que lo que sabemos sobre los siglos XVI y XVIII. El etnohistoriador Franklin Pease escribió al respecto --hace más de 40 años--, que: “En realidad, el siglo mencionado [el XVII] es un tiempo conflictivo para el historiador; muy poco es lo estudiado y casi nada se conoce sobre él, al margen de las generalizaciones con base débil. No se puede sostener la imagen, que se hizo común alguna vez, de que ese siglo era una especie de ‘pax colonial’ donde los beneficios de la colonización se habían dejado sentir en una paz social estabilizada al tiempo que España mantenía una política de mano suave sobre América” (1978, p. 210). En las cuatro décadas transcurridas se han publicado numerosos estudios sobre el mundo colonial andino de esa centuria, pero aún no tenemos una visión de síntesis que nos presente lo que podríamos llamar “el nuevo siglo XVII en los Andes”.
Dos ejemplos de esta nueva historiografía son el libro del historiador norteamericano Kenneth Andrien sobre la fiscalidad del virreinato peruano, centrado en los problemas de la tesorería central o “Caja Real” de Lima (publicado en inglés en 1985, traducido al castellano en 2011). Y el libro de la historiadora peruana Margarita Suárez sobre los comerciantes limeños y sus negocios en territorios que hoy forman parte de las repúblicas del Perú y Bolivia, así como a través del Atlántico, con la metrópoli española (publicado en 2001). Libros especializados ambos, que no han llegado aún a tener una difusión masiva, pues la renovada historia andina que acabamos de reclamar está todavía por escribirse.
Además, y hay que resaltarlo, hasta finales del siglo XVIII el “Perú colonial” --o el “Virreinato del Perú” si se prefiere esta nostálgica nomenclatura hispanista-- incluía los territorios que sólo en 1825 se separaron en dos Estados nacionales nuevos y distintos: el Perú y Bolivia. Formalmente hasta 1776, las preocupaciones de los virreyes limeños incluían invariablemente los problemas de la producción de plata de la gran mina Surandina de Potosí (hoy en Bolivia). Pensar la Época Colonial desde los límites territoriales de hoy es un anacronismo pernicioso, que impide entender esa etapa de la historia andina a cabalidad.
Dicho todo esto, ¿qué ejemplos de “intranquilidad social” se conocen para el siglo XVII? Pasemos a enumerarlos, agrupándolos según los segmentos étnicos de sus participantes.
I) Movimientos sociales de indígenas:
1- tres rebeliones de indios uros en la zona del Desaguadero, reprimidas militarmente por las autoridades de las provincias de Chucuito y Pacajes (1618, 1633 y 1677);
2- dos rebeliones de indios en los cocales de Songo, en Larecaja, al norte de La Paz (1623-1624 y 1664-1665);
3- una rebelión de indios cocamas en la zona de los ríos Marañón y Huallaga, contra los misioneros jesuitas (1660);
4- una rebelión indígena en el obraje (centro textil) de Churín, provincia de Cajatambo (1663);
5- dos conspiraciones de indios en la ciudad de Lima, que fueron denunciadas antes de concretarse en acciones violentas, siendo sus participantes ejecutados (1666-1667 y 1675);
6- rebeliones indígenas en zonas de frontera del virreinato peruano: araucanos del sur de Chile (1598-1604 y 1655-1662) y calchaquíes del Tucumán (1630-1637 y 1658-1667);
7- dos grandes campañas de “Extirpación de Idolatrías” en el Arzobispado de Lima, reprimiendo los cultos indígenas en las parroquias de la Sierra Central peruana (1610-1622 y 1649-1670).
II) Movimientos sociales de mestizos:
1- un tumulto de la “plebe” de Lima, protestando contra la especulación del precio de la carne realizado por algunos regidores del Cabildo (municipio) de la capital (1629);
2- un motín de mestizos en La Paz, que costó la vida del corregidor de la ciudad (1661);
3- un tumulto de la “plebe” del Cuzco, liderada por el artesano mestizo Antonio Cartolín (1698).
III) Movimientos sociales de esclavos negros:
1- una revuelta de esclavos en las haciendas de caña de Quillabamba, Cuzco (1601);
2- se descubre y reprime una conspiración de esclavos en la ciudad de Lima (1619);
3- bandas de cimarrones (esclavos fugitivos) son reprimidas en los valles de Lima, Chancay y Lurín (1631-1634);
4- cimarrones en Piura matan al provincial (jefe) de la Santa Hermandad (policía rural) y a su alguacil (1638);
5- bandas de cimarrones roban en los caminos de los valles de Trujillo (décadas de 1630-1640).
IV) Movimientos sociales de mineros españoles:
1- la “Guerra de Vicuñas y Vascongados” en Potosí (1622-1625);
2- conflicto en la mina de Caylloma, Arequipa (1629-1630);
3- conflicto en la mina de Chocaya, sur de Bolivia actual (1634-1636);
4- conflicto en la mina de Carangas, centro de Bolivia actual (1640);
5- conflictos en la mina de Lípez, sur de Bolivia actual (1648-1650 y 1695);
6- conflicto en la mina de San Antonio de Esquilache, Chucuito (1651-1652);
7- conflicto en la mina de Laicacota (Puno), la mal llamada “rebelión de los hermanos Salcedo” (1665-1668).
V) Movimientos que expresan las tensiones entre criollos y peninsulares por la imposición a las órdenes religiosas de la “alternativa” (elección forzosa de autoridades de entre los frailes peninsulares --una minoría--, obligando a los frailes criollos --mayoritarios-- a compartir el poder):
1- motín en el Cuzco por la “alternativa” de la orden franciscana (1678);
2- tumulto en Lima por la “alternativa” de la orden franciscana (1680).
Como puede apreciarse, todos los sectores de la sociedad colonial peruana del siglo XVII expresaron en algún momento u otro su descontento de manera violenta. Había distintos problemas de los qué quejarse en la época, y la protesta estallaba cuando los canales institucionales no satisfacían las demandas concretas de la población. Así como ahora.
Referencias:
Susana Aldana, “La historia y la reinvención del miedo”, ‘Noticias SER’, 2021-11-24.
Alberto Flores Galindo, “La revolución tupamarista y los pueblos andinos (una crítica y un proyecto)”, ‘Allpanchis’ (Cuzco), vol. XIII, no. 17-18, 1981, pp. 253-265.
Scarlett O’Phelan Godoy, ‘Un siglo de rebeliones anticoloniales: Perú y Bolivia, 1700-1783’ (Cuzco: CBC, 1988).
Franklin Pease G.Y., ‘Del Tahuantinsuyu a la Historia del Perú’ (Lima: IEP, 1978).
Kenneth J. Andrien, ‘Crisis y decadencia: El virreinato del Perú en el siglo XVII’ [1985] (Lima: BCRP, IEP, 2011).
Margarita Suárez Espinosa, ‘Desafíos transatlánticos: Mercaderes, banqueros y el estado en el Perú virreinal, 1600-1700’ (Lima: PUCP, IRA, FCE, IFEA, 2001).