La Biblioteca Regional de Áncash y un acto de justicia
Escritor y gestor cultural
Desde hace algunos años hemos venido insistiendo y dialogando con varias personas e instituciones representativas del sector del libro y la lectura en Áncash, alrededor de la necesidad de construir e implementar una futura Biblioteca Regional en la ciudad de Chimbote o en la capital de nuestra jurisdicción territorial. La lucha por garantizar el libre acceso a la información, a la lectura y escritura, al conocimiento, pensamiento y al disfrute de la cultura, de todas las ciudadanas y ciudadanos que habitan esta parte del país, constituye -sin embargo- una tarea de largo aliento sumamente incomprendida. Los ancashinos necesitamos un espacio democrático, inclusivo y diverso altamente potente para propiciar una participación activa en las diferentes etapas de la vida, para aportar a la consolidación de una sociedad que reconozca y valore sus condiciones socioculturales, que se conozca a sí misma y sea crítica, que sea capaz de interactuar con otras culturas, de utilizar y generar información y conocimiento para transformar su vida y la existencia de los demás.
Los exorbitantes presupuestos con que cuenta el Gobierno Regional de Áncash (636 millones de soles destinados a obras en 2022), así como su estupefaciente incapacidad de gasto (al cierre del primer semestre de este año sólo se había ejecutado el 19.8% del antes mencionado monto pecuniario), evidencian que el tema presupuestal no constituye un problema para la máxima instancia regional, que debería ponerse a pensar en el verdadero desarrollo de nuestras comunidades y en la solución a las diversas problemáticas que históricamente nos aquejan, más allá otra clase de obras de infraestructura asociadas a la banalidad y a intereses alejados de potenciar el conocimiento y de contribuir al rescate de nuestra memoria colectiva.
La misión del Gobierno Regional de Áncash (GRA), según sus documentos oficiales, es “brindar servicios de calidad, promoviendo el desarrollo económico integral y sostenible de la Región Áncash, a través de una gestión transparente y democrática, con enfoque en la promoción y fortalecimiento de la educación, salud, turismo, transporte, cultura y agricultura”. ¿De qué desarrollo integral y sostenible estamos hablando si éste no pasa por el desarrollo humano, por considerar cómo piensan las personas y cómo la sociedad, la historia y el contexto dan forma a este pensamiento? Otro aspecto importante a tener en cuenta, respecto a la misión del GRA, es el ignorar o haber olvidado que el libro y la lectura (lo cultural en general) contribuye en todo el espectro de las políticas públicas, y que el reconocer ese aporte convierte al libro y al conocimiento en un poderoso facilitador para dar forma a diversas vías encaminadas a lograr un desarrollo sostenible.
Entre los objetivos generales del GRA se mencionan “garantizar la equidad social con reducción de la pobreza, mejorar el nivel de seguridad ciudadana, la calidad de educación, etcétera”, entre otras falacias y enunciados propios de una retórica que resulta insulsa mientras no se escuche o tome verdaderamente en cuenta a las grandes mayorías o a quienes desde nuestro rol de ciudadanos reconocemos el valor del libro y la lectura, y entendemos que el objetivo de las bibliotecas va más allá de implementarlas debidamente y de contar con grandes y actualizadas colecciones de material bibliográfico, sino de hacer que nuestras comunidades tengan el hábito de usar los libros que ponemos a su alcance. No basta hacer ejercicio o dominio de la lectura, sino la capacidad de buscar, descubrir y aprehender la información depositada en libros, materiales audiovisuales, medios electrónicos e incluso en las personas, para así fortalecer la capacidad de análisis y crítica de los ciudadanos que -en consecuencia- tendrán mejores herramientas y conocimientos para tomar las decisiones correctas, algo en lo cual los ancashinos hemos fracasado escandalosamente desde la creación del GRA.
La Biblioteca Regional de Áncash es un clamor silencioso en esta parte del país; nadie o muy pocos saldrán a decirlo o gritarlo, es necesario -sin embargo- impulsar su creación, construcción, implementación y funcionamiento adecuado, con personal idóneo y presupuestos dignos. Las nuevas generaciones de ancashinos lo necesitan, aunque quien sabe no lo sepan. Quienes han nacido y experimentado de manera consciente lo que significa sobrevivir en esta tierra postergada y olvidada por sus gobernantes y por la historia, saben de qué estamos hablando. Es tiempo de torcer el destino y tomar al toro por las astas en materia de auténtico desarrollo, para poder mirar hacia el futuro con ojos y perspectivas muy distintas a los de quienes nos antecedieron. Los años pasan, la vida sigue; algún día nuestros hijos entenderán por qué insistimos en reclamar lo que se nos debe, cuántas generaciones más tendrán que pasar para que en materia del libro y la lectura se nos haga justicia.