Opinión

La cultura de la violación: un mal pandémico a desterrar

Por Gabriel Gómez Tineo

Antropólogo de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y y Educador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos

gabo.gomeztineo@gmail.com

La cultura de la violación: un mal pandémico a desterrarCaptura ATV

Es común escuchar casos de violación sexual en nuestro país. Todo el tiempo debatimos en las redes sociales y eso ayuda a conocer las posiciones de las personas, por supuesto que hemos avanzado; ahora hay un sector de las personas que se indignan y cuestionan duramente a los operadores de justicia que no hacen bien su trabajo, pero también hay otro sector de personas que justifican la violación sexual, como en el caso de la joven de 21 años, sus 5 violadores y el abogado de uno de ellos quien afirmó que era “una chica que le gustaba la vida social” insinuando que las mujeres así no merecen justicia.

La cultura de la violación sexual esta tan metida en nuestro inconsciente que es parte de nuestra masculinidad. Lastimosamente fuimos criados con esas ideas que normalizan que a las mujeres se les debe poseer aún en contra de su voluntad. La Investigadora Rita Segato (2019) incluso sostiene que la cultura de la violación es mucho más profunda, que tiene que ver con relaciones de poder, entre varones y mujeres y en este caso el poder siempre recayó en los varones y por ello una forma de ejercer este poder es a través de la violación: “La violación está fundamentada no en un deseo sexual, no es la libido de los hombres descontrolada, necesitada. No es eso porque ni siquiera es un acto sexual: es un acto de poder, de dominación, es un acto político. Un acto que se apropia, controla y reduce a la mujer a través de un apoderamiento de su intimidad[1]” y además de su cuerpo, y para validar ese poder lo hacen a través de la violencia y la violación sexual.

Los orígenes de esta cultura de la violación data de tiempos remotos que eran prácticas normalizadas según recopiló de varios estudios Gayle Rubin[2] (1986) en un texto de titulo “El trafico de mujeres: Notas sobre la Economía Política del Sexo”. Corroborando de esta forma el rol de mercancía y dominación histórica de las mujeres. En el caso peruano hasta hace poco se daban los matrimonios concertados, donde los padres de familias decidían a quien entregarle a sus hijas para que sean las esposas aún en contra de su voluntad. O en las comunidades altoandinas que aún se narran hechos de abuso sexual a mujeres que se dedican al pastoreo. Entonces la cultura de la violación sexual es aún muy vigente en nuestra cultura y eso es alimentado permanentemente por los proceso de socialización que recibimos todos los días en casa, en el barrio y hasta en la escuela. Por ejemplo la hipersexualización masculina esta presente en todo momento, a los varones nos enseñan que el deseo sexual es normal y es de varones, además con ello validamos nuestro yo masculino ante nuestro entorno. En la etapa de la adolescencia es donde uno tiene que mostrar esas hipersexualidad con evidencias de que uno ya tiene una chica o que ya tuvo relaciones sexuales y si no lo hace debe ir a un prostíbulo para cumplir con el rito de iniciación sexual. En el caso de las mujeres ocurre todo lo contrario, se refuerza la idea de que sean son seres asexuales sin deseos ni libertad sexual.

La simbología y el discurso que justifica la impunidad

La moral también es un asunto que corresponde al monopolio masculino y se relaciona precisamente a esta división de los roles, en donde lo público fue y es propio de los varones, mientras lo privado fue y aún es asunto de mujeres, y esa lógica nos dice que la moral debe sr conservada por ellas. Por lo tanto la violencia y la violación sexual se convierten en actos moralizadores, según Rita Segato (IDEM) “El sujeto violador es el sujeto moral por excelencia y la violación moraliza, es decir, coloca a la mujer en su lugar” entonces estamos ante un manto que simboliza y justifica la violación sexual bajo un discurso moralista muy profundo.

En las redes sociales cuando se viralizó el caso de los 5 violadores pudimos encontrar en los comentarios este discurso moralizador para justificar la violación: “su papá tuvo la culpa por no saber criar a la hija descarriada”, “si mezclas alcohol y drogas, ¿qué esperas?”, “una mujer ebria y drogada no puede asegurar que no dio el consentimiento”, “que esto sirva como antecedente para todas las señoritas que toman como camionero”.

El discurso del abogado que dice “que es una chica que le gusta la vida social” también corrobora esta idea. Recordemos el caso de la congresista Arlette Contreras cuando fue víctima de agresiones sexuales, y en su momento desató el más profundo sentimiento conservador en mis paisanos ayacuchanos, sobre todo de las mujeres, quienes justificaban las agresiones sufridas precisamente por las circunstancias y cuestionando duramente la libertad sexual: “que hacia en un hotel", "se lo merece por muy santita", sumando más adjetivos que apelaban a la moralidad huamanguina religiosa.

En una cultura católica cristiana como la nuestra, la simbología del marianismo tiene mucho valor, precisamente porque carga con el estereotipo de mujer pura, obediente, servil, de su casa, sumisa, etc, entonces cuando una mujer se sale de estos estereotipos, se cree que se ha ganado el que la agredan o la violen.

Cuando estos discursos son parte del razonamiento de los operadores de justicia, la impunidad es caldo de cultivo, como pretende justificar el abogado de uno de los violadores sexuales. Una clara evidencia de que se debe seguir trabajando en educar a la población y las futuras generaciones para ir superando estas taras que al final solo niegan derechos y oportunidades a las ciudadanas de nuestro país, y hace sentir que la administración de justicia pareciera del Medioevo.


[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-50735010

[2] En Revista Nueva Antropología, Universidad Nacional Autónoma de México 1986.