Opinión

La desigual distribución del miedo

Por Carlos Reyna

Sociólogo

La desigual distribución del miedoFoto © Luisenrrique Becerra | Noticias SER

A muchos les intrigan las altas cifras que dan las encuestas a favor del Presidente Vizcarra respecto a la aprobación de su gestión, o sobre su continuidad en el cargo. En eso coinciden todas las encuestadoras. La de Ipsos de octubre le da un 78 % a favor de que no lo vaquen y un 54 % de aprobación. Aunque esta última cifra viene cayendo hace varios meses, aún es alta.

La intriga es producida porque esa gestión viene siendo de regular para abajo. Las mismas encuestas muestran resultados desaprobatorios en varios aspectos, algunos incluso graves, de la gestión presidencial.

Un beneficiario del miedo

En la última encuesta de IEP hay un empate técnico entre quienes consideran que sí recibió un millón de soles de parte de contratistas de una obra cuando era presidente regional de Moquegua. Por otro lado, en la de Datum, los encuestados responden, en su mayoría, que en este gobierno hay igual nivel de corrupción que en los gobiernos anteriores, un ranking vergonzoso.

En esa misma encuesta, la mayoría responde que el Presidente habría cometido un delito en el asunto de Moquegua y debería ser investigado. También que la disminución de las cifras de la epidemia obedece al ciclo natural de la enfermedad, no a las medidas del gobierno, y que éste es nada o poco transparente en la información sobre la pandemia.

Además de eso, un 75% expresa que el gobierno no está preparado para una segunda ola de contagios. Un porcentaje similar manifiesta su desacuerdo con las medidas de relajamiento del distanciamiento social por la reactivación económica.

A la vez, un 33% de encuestados refiere que no ha podido salir del desempleo en que cayó por la pandemia. Respecto a sus preocupaciones económicas serían las de perder ingresos o empleo o aumentar gastos por enfermedad. Y en cuanto a qué pasa con la pandemia, un 51 % opina que estamos en el peor momento, o que lo peor está por venir, y un 69 % tiene miedo de contagiarse.

Esta última cifra ayuda a resolver el misterio. La gente percibe la gravedad que aún representa el virus. Y pese a que reconoce los límites del Presidente como gobernante siente que podría ser peor que otro lo reemplace en este momento. En rigor, no es que Vizcarra sea aprobado, sino que es tolerado. No es que lo apoyen, es el miedo a la pandemia.

Alineamientos por miedo

El Presidente también se ha venido beneficiando, desde el inicio de la pandemia en Perú, de un fenómeno que es típico de gobernantes cuyos países atraviesan crisis graves inducidas por factores exógenos a su gestión. Pueden ser guerras, ataques terroristas en serie, desastres naturales o, como en este caso, epidemias.

En dichas situaciones, la opinión pública suele aumentar su adhesión al gobernante, porque lo percibe como el jefe a cargo de encarar la emergencia. En la pandemia ha ocurrido con gobernantes de diversos países. Y, anteriormente, presidentes como George W. Bush o Alberto Fujimori, sacaron provecho político del miedo provocado por el terrorismo. El primero aumentó su respaldo hasta llegar al 90 %, en los 10 días siguientes a los ataques a las Torres Gemelas. El segundo tuvo, también en el tema del terrorismo, un factor de respaldo popular.

En algunas ocasiones, precisamente esos han sido los casos de Bush y Fujimori, los gobernantes han usado ese tipo de alineamientos y miedos en la opinión pública, para generar regímenes autoritarios con el pretexto de que así se garantizará mejor la seguridad o la vida de la gente.

Miedos desiguales

En el caso de la pandemia, sabemos de la gravedad de sus daños y amenazas. Pero aún no están del todo determinadas. Esta incertidumbre potencia el miedo y este podría tener impactos ya no solo en el ámbito de la salud pública, sino en la sociedad en su conjunto, incluyendo la esfera política. Por ejemplo, en la manera de gobernar, en la concentración de poder, en las prácticas ciudadanas y en las condiciones de ejercicio de la ciudadanía, tales como el trabajo y la desigualdad social.

Siendo el miedo y la inseguridad, inducidas por la pandemia, algo que ha afectado a todos los sectores sociales, de hecho no ha sido igual para todos. La distribución desigual de la protección genera una distribución desigual del miedo, no solo de la intensidad sino del tipo de miedos que emergen.

Para los más expuestos, el miedo al contagio y a la muerte son mayores que para los más protegidos, porque estos pueden controlar mejor sus riesgos.

Para los que tienen recursos en un nivel alto, su riesgo y su miedo se concentran en el contagio. Pueden manejarlo adoptando todas las medidas del llamado distanciamiento social y protección física. Su miedo más intenso es perder utilidades o parte de su riqueza.

Luego están los sectores medios. Para estos, su trabajo o sus ahorros les sirven para diferir sus riesgos. Al menos por un tiempo también pueden concentrarse en manejar su riesgo de contagio. Su miedo inmediato es perder su trabajo o su pequeño negocio, que no depende solo de su manejo.

Para los que tienen recursos muy escasos, o no los tienen, el miedo al hambre se suma y supera el temor al contagio y la muerte, pues para comer tienen que prescindir de distanciamiento social, incluso de protección, y salir a la calle a ganarse la vida en lo que sea. Opción racional porque el hambre es muerte segura, mientras que enfermarse por covid-19, tiene un nivel de azar.

Sin embargo, en este estrato esta opción incluye un cierto nivel de resignación e incluso desesperación. También una tendencia inevitable a subestimar los riesgos de contagio. Considérese además que en este caso el acceso a la información suele ser escaso. El miedo al hambre y la desinformación, no solo puede relativizar en exceso el miedo al contagio, sino afectar la racionalidad de las decisiones.

Los estratos medio y bajo comparten, aunque de distinta manera e intensidad, un rasgo: en ambos se lucha por la sobrevivencia. En ambos será una lucha extenuante, absorbente y frecuentemente individual, porque en las últimas décadas la asociatividad de ambos estratos se debilitó bastante. Por tanto con poca o nula capacidad de incidencia en instancias políticas o decisorias.

Aprovechando el pánico

En el estrato alto, en cambio, la lucha es por mantener su nivel y tipo de vida. Tienen mayor acceso a diferentes redes y alguna incidencia, más o menos importante, en instancias políticas o decisorias.

La distribución desigual de la protección y de miedos termina profundizando y ampliando una distribución desigual de poder y de participación política entre los estratos.

La tentación del estrato alto será, precisamente, aprovechar todo esto. Ya no solo para mantener el orden previo sino para profundizar sus privilegios sociales y económicos sobre los demás. Volverán a mostrar sus manidas ideas: sin inversión no hay desarrollo, sin incentivos no hay inversión, sin rebaja de impuestos no hay incentivos y sin flexibilización laboral los incentivos no son suficientes.

Del miedo a la agresividad de los de abajo

En el estrato bajo, y en algunos del estrato intermedio, los miedos no atendidos por el régimen político refuerzan un sentimiento de exclusión. Al comienzo podrán someterse, subordinarse e inhibirse de manifestaciones de descontento. Pero la acumulación de frustraciones y carencias irá alimentando su disposición a dar respaldo a manifestaciones de agresividad contra el sistema que los excluye.

Pueden ser manifestaciones de agresividad que no resulten funcionales a los intereses de los que se sienten excluidos. Pueden ser populismos demagógicos y oportunistas, corrientes religiosas intrusas en la arena política, o grupos nacionalistas autoritarios, a los que los excluidos darán alguna forma de respaldo por sentirse de alguna manera expresados por ellos.

Creyendo que pueden aprovecharse del miedo para reforzar la sumisión de los estratos bajos e intermedios, los estratos altos pueden terminar convirtiendo los miedos de los de más abajo en agresividades que pueden alcanzar dimensiones insospechadas. “El miedo es lo que mantiene el orden de las cosas” dice el personaje de una antigua película. Puede ser, a veces, pero no siempre.

Controlar el origen del miedo

“Uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos”, le reprocha El Quijote a Sancho, cuando este le quiere hacer notar que no son dos ejércitos los que ve sino dos manadas de carneros. En algún grado, el reproche es cierto.

Para los tres estratos solo se podrán manejar bien esos miedos si se controla efectivamente su origen. Es decir, a la pandemia misma. Ese control efectivo sólo se alcanzará si se distribuyen equitativamente los recursos para que en cada estrato y ámbito social se logre consumarlo por igual y sincronizadamente.

Eso supone una voluntad, una organización y una acción de gobierno, de otros actores políticos, y de grupos ciudadanos de esos ámbitos sociales. Todos tendrán que superar la turbación producida por sus miedos particulares y lanzarse a derrotar al mal, por quijotesco que parezca.