Opinión

La geopolítica en una América Latina post covid

Por Doroteo Arango

Internacionalista

La geopolítica en una América Latina post covidFoto: OEA

En medio de la pandemia, vienen ocurriendo un conjunto de hechos políticos de corte internacional que nos permiten suponer un pronto cambio del tablero geopolítico regional. Este nuevo escenario, pone fin al unilateralismo vertical con el que se ha conducido el hemisferio occidental en la última década y que ha evidenciado sus limitaciones en plena pandemia: América Latina reúne los peores resultados sanitarios, ni EE. UU ni el libre mercado, han podido evitarlo.

Estos cambios, serían favorables a la recomposición de un bloque diplomático que tenga otras alternativas para abordar crisis como la que representa el covid-19, pero, asimismo, para abordar escenarios puntuales como los de Venezuela, Cuba y Nicaragua, para facilitar su inserción completa en el escenario hemisférico, sin injerencias de nadie. Esta recomposición, para ser consistente y sustentable en el tiempo, debe poner fin al débil panamericanismo construido en la última mitad del siglo XX a partir del Acta de Chapultepec (marzo 1945) y que generó una OEA regentada desde Washington.

El aislacionismo mostrado durante la administración Trump (2016/2020), en la que no realizó ningún viaje a la región, su política focalizada en las sanciones a Venezuela y el aumento de las sanciones a Cuba; demostró un constante maltrato a América Latina. Su política sobre el Muro en la frontera con México y la renegociación del TLC con sus vecinos del Norte, fueron otro ejemplo de ello y el mantenimiento de un perfil monotemático bajo temas centrales: drogas y crimen organizado, enrarecieron la relación entre Washington y la Patria Grande. Esto le funcionó mientras al sur del Río Grande se mantenía el “fin del ciclo” progresista, pero los cambios ocurridos en Washington, son acompañados de cambios en nuestra región que ponen en tela de juicio este “fin de ciclo”.

La administración Biden enfrenta, además de una difícil situación económica, una endeble institucionalidad política signada por la discriminación y la polarización. La situación de la economía en EE. UU, tiene tasa de crecimiento decreciente desde el 2018, 2020: -32%; recuperación de precios de materias primas menos combustibles fósiles por inyección de 3.5 billones de Reserva Federal, como el 15% del PBI del país. (marzo 2020). Como dice Michael Shifter en el New York Times, Biden recibe una difícil herencia doméstica y externa. El nuevo gobierno demócrata tiene que demostrar un efectivo interés por la democracia y los derechos humanos; después de los sucesos en el Capitolio (6/1) es evidente que EE. UU ha perdido credibilidad en el vecindario.

En las relaciones con México, detuvo la construcción del Muro y dispuso un nuevo plan para América Central, para enfrentar una terrible crisis migratoria. Se produce un consecuente incremento de los flujos migratorios en sus fronteras, luego que detiene la “deportación en caliente” y aumentan los jóvenes no acompañados; en marzo, 171,000 migrantes aprovechan la ventana ofrecida por Washington, pero mantiene la aplicación del lawfare frente a regímenes no amigos. Los efectos de huracanes en Honduras y Guatemala replantean las respuestas humanitarias, bajo el reto de no repetir errores del pasado; Biden ha ofrecido un paquete de US$ 4,000 millones para atender la migración ilegal. Las decisiones que tome la Vicepresidenta Kamala Harris deben tener cuidado efectos internos en sindicatos, sectores progresistas de los demócratas.

¿Si tuviéramos que definir al gobierno de Biden respecto de sus relaciones con los países de América Latina como neoliberal o progresista, como lo calificaríamos? Las primeras señales indican que, a pesar de algunos cambios significativos, la región no recupera un protagonismo para la política exterior de la Casa Blanca, ni los estándares en materia de democracia y derechos humanos son los mismos. En el caso de Brasil y Colombia, Washington debe entender el rol que juegan estos dos países, en favor o en contra de los principios democráticos y la Carta de DDHH en el hemisferio. Por ejemplo, debe mostrar un genuino interés en detener la deforestación en la Amazonía y el asesinato de líderes sociales en Colombia, respectivamente. En el primer caso, se trata de afrontar una cruda realidad: la política brasilera ha favorecido que la Amazonía emita más gases con efecto invernadero de lo que es capaz de absorber.

¿Se trata de un giro de fondo o meramente simbólico? Consideramos que nos encontramos ante circunstancias excepcionales que deben lograr cambios de fondo en la conducción de las relaciones internacionales, bajo el absoluto convencimiento que debe ponerse fin al clientelismo con el que EE. UU se ha movido en el pasado respecto de nuestra región.

El impulso del socialismo de mercado y el librecambismo de China, frente al proteccionismo de Trump, tuvieron serias consecuencias en la actual situación geopolítica del hemisferio. El presidente Biden vuelve a diplomacia tradicional de confrontar frontalmente a Rusia como a China (“competitive engagement”). Mientras Asia crece más rápido que el resto del mundo, la Ruta de la Seda china incluye a América Latina, mediante la ampliación redes comerciales y financieras: inversiones en hidrocarburos, electricidad y “high tech”. Tenemos el caso de México y un nuevo set de inversiones en Tren Maya, Refinería Dos Bocas, entre otras. China ha tenido un rol protagónico en el suministro de vacunas, EPPs y todo lo referido a lucha contra el covid-. La pugna por el equilibrio de poderes se resuelve progresivamente en favor de China: como pareciera demostrarlo la presencia de grandes flotas pesqueras oceánicas frente a costas latinoamericanas en las narices del Comando Sur y sus contrapartes latinoamericanas

Está claro que América Latina saldrá severamente golpeada de la Pandemia (si bien tiene el 8.5% de población mundial, acumula el 30% de muertes en la pandemia): solo Brasil lleva 325,000 muertos y 13 millones de contagiados, en un escenario donde los impactos del cambio climático ayudan a mantener una fuerte exclusión social contra indígenas, mujeres y afros. Tendremos 22 millones de pobres post pandemia, el PBI per cápita recién se recuperará el 2025. Esta situación pone en extremo riesgo el cumplimiento de los ODS 2030: por ejemplo, la meta de hambre cero. Naciones Unidas calcula que 690 millones de personas, el 8.9% de la población mundial están malnutridas. Situaciones extremas como las de Haití, se pueden expandir a otros lugares de la región, sin importar los tintes políticos: favelas, villas y barrios.; a ello se suma crítica situación de inequidad, desigualdad e inseguridad en el Triángulo del Norte en América Central (Honduras/El Salvador). Las diversas violencias provenientes de los postconflictos (Colombia), la extrema inseguridad y el creciente rol de la criminalidad organizada, y el impacto de las economías ilícitas, es tremendo, poniendo como ejemplo más cercano la crítica situación de la frontera de Colombia y Venezuela: en ella confluyen disputas geopolíticas, economías ilícitas, numerosos grupos irregulares y una densa situación social con más de un millón de venezolanos en Colombia y un número similar de colombianos en Venezuela.

En ese difícil contexto, la cooperación regional está severamente golpeada, por el divisionismo entre ambos extremos. Tanto la OEA y otros regímenes como UNASUR (2007) y CELAC (2011), han perdido fuerza como consecuencia de los esfuerzos de los gobiernos más cercanos a Washington. El propio MERCOSUR -último esfuerzo integracionista superviviente- que es debilitado por acuerdos bilaterales entre sus miembros. Iniciativas como la del “Grupo de Lima”, enfrentan serios límites para su continuidad: salida de Argentina (24/3). El covid-19 es un parteaguas en la Política y Relaciones Internacionales y el hemisferio sufre las consecuencias de sus profundas divisiones. Sin embargo, el dilema es que el periodo post covid, requiere precisamente de un mayor cooperación y multilateralismo y a eso debiera avocarse un nuevo grupo latinoamericano.

Es momento de revisar y reevaluar las relaciones hemisféricas en su conjunto, a la luz de nuevas demandas globales post COVID; se evidencia el agotamiento del rol diplomático tradicional de EE. UU, confrontación interna entre bloques, frente a una creciente influencia china, demandas post covid: caída más grave del crecimiento económico global de la historia. Se abre una posibilidad de cambios geopolíticos mayores en la región, es decir la vuelta del efecto péndulo frente al evidente agotamiento de etapas del modelo liberal, como lo reflejan la situación electoral en Chile, Perú y Colombia.

La posible victoria de candidato Aruz en Ecuador, el retorno del MAS de Arce en Bolivia y la coalición de Fernández en Argentina, sumados a los actuales procesos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, apuntan a un proceso de recomposición de un espacio alternativo progresista cualitativamente superior al existente en la primera década del siglo XXI, que incluya procesos de integración que excedan lo meramente comercial, incorporen elementos de política internacional, y agrupen los esfuerzos en materia de salud y educación, respectivamente.

Así, por ejemplo, el mayor instrumento de juego diplomático ejercido por el Departamento de Estado norteamericano en los últimos años, el denominado “Grupo de Lima”, se encuentra en situación de estampida, entrampe y disolución, frente al retiro de Argentina y la inacción en la que se encuentra. Es cierto que se corre el riesgo que, a modo de péndulo, este nuevo esfuerzo sea nuevamente percibido como una amenaza para la seguridad de EE. UU, sus actores acusados de populistas y/o autoritarios y se orquesten contra medidas -lawfare, golpes blandos, campañas mediáticas- destinadas a debilitar este nuevo proceso, pero depende de los latinoamericanos identificarlos y desmantelarlos.