Opinión

La justicia se llama Ruth Bárcena

Por Laura Arroyo Gárate

Comunicadora política. Directora del podcast “La batalla de las palabras”

La justicia se llama Ruth BárcenaFoto: Lizbeth Quispe

Estos días hablamos sobre Ruth Bárcena, una de las dos mujeres valientes que en Ayacucho increparon a la dictadora. Al respecto se ha dicho mucho, sabemos que Barcena la increpó con valentía e Ilaria Ayme le jaló de los pelos. Sabemos también sus historias y es ahí exactamente donde quisiera enfocarme porque vemos una intención, en gran cantidad de medios de comunicación y en voces del elenco político, por poner el acento en el hecho de que Bárcena estuviera embarazada de gemelos cuando la dictadura ordenó reprimir y masacró en Ayacucho, entre varios peruanos, a su esposo. Datos sin duda importantes y que generan empatías múltiples, pero que también, mal enfocados, resultan útiles para un discurso enunciado desde el poder. Cuidado con las trampas.

Ruth Bárcena e Ilaria Ayme tienen todo el derecho de expresar su rabia contra la dictadora. Bárcena, lo sabemos, estaba embarazada, sí, pero eso no es lo que legítima su acción justa. Reducir su defensa a su embarazo es sacar la POLÍTICA del foco. Y esa lucha política es colectiva. Se da necesariamente en común.

No es la primera vez que ante legítimas muestras de rechazo e indignación social, se busca primero poner el foco en casos aislados e individuales (Ruth Bárcena) en lugar de, por el contrario, ubicar a estos sujetos políticos en una corriente transformadora como es el sujeto político movilizado peruano. Existe un antagonismo entre casos aislados que generan empatías concretas versus el movimiento emancipador colectivo que ya existe y lleva movilizándose y liderando la resistencia democrática hace más de un año.

Esto también ocurrió cuando denunciaban el asesinato de tal o cual persona porque “no participaba de las marchas”. ¿Y si participaban en las marchas se justificaba el asesinato y la represión? De hecho, hubo algunos que empezaron a dividir sus "simpatías" respecto a los muertos. Unos muertos eran nombrados (ejecuciones extrajudiciales a gente que no participaba en las marchas y que fueron víctimas "colaterales") y los otros muertos. Los que eran activos protestantes en las calles y las plazas. El discurso no sólo es perverso, sino que es útil para las derechas cómplices de la dictadura y para un centro que sigue obviando el carácter político de los sujetos que tienen derecho a marchar, a votar, a reclamar justicia, a responder al régimen, a mostrar su indignación de formas múltiples sean o no efectivas.

Ruth Bárcena representa hoy más al Perú porque el Perú mayoritario rechaza al régimen ilegítimo y a la presidenta ilegítima. Y lo hace no porque “entendemos su rabia” dada “su situación”. Sino porque compartimos un proyecto político donde ella es parte fundamental y voz activa. El discurso de defensa a los DDHH no puede desligarse del derecho a hacer política de todos y todas. No se le “otorga” ese derecho sólo a los casos donde la historia es dramática y hasta terriblemente morbosa. Eso reduce los espacios de politización en igualdad.

Viuda o no viuda, embarazo perdido o no, son datos importantes pero no son las razones que validan su acción por justicia. La empatía política que debemos generar no es con las condiciones de sujetos individuales sino con sus luchas colectivas. Por eso Ruth Bárcena representa más: porque hizo lo que todos queremos hacer.

En Ayacucho hemos visto dos grandes actos de violencia en el último año: uno, cuando Boluarte ordenó reprimir y por tanto fue responsable de una masacre y, el segundo, cuando hace unos días visitó el lugar de la masacre para burlarse de sus gentes, su memoria y su lucha. Es en ese contexto que Bárcena legitima todas sus acciones. También lo hace Ilaria Ayme. Es política porque lo personal es político.

Politizar el dolor y colectivizar las luchas es un deber democrático en un país en dictadura. Y por eso la clave no ha de ser reducir los casos a la plantilla que acomoda a algunos discursos, sino cambiar el enfoque. Es el Perú representado en una mujer valiente. El enfoque lastimero y muchas veces morboso en el que caen los medios de comunicación (algunos incluso progresistas) nos quita esa potencia como multitud y convierte a Bárcena o Ayme en sujetos a los que compadecer en lugar de líderes a las que seguir. No caigamos en esa trampa.