Opinión

La región en Lima vs. la región en la región

Por Susana Aldana

Historiadora

La región en Lima vs. la región en la regiónFoto: Noticias SER

Ante lo que sucede hoy en el Perú, la tendencia en los interesantes e importantes análisis que hay es pensar dicotómicamente entre opuestos. Pero no necesariamente es la barbarie vs la civilización, los modernos vs los premodernos, la derecha vs la izquierda, los de arriba vs los de abajo, la región vs la nación, el campo vs la ciudad. También es posible pensar en un matiz, en cómo “los regionales” -por denominar a los que llegaron de la región- y que se posicionaron en la capital en el último tercio del siglo XX son, en realidad, enfrentados por “regionales” que viven en su lugar y que los resienten con muchísima fuerza.

Recordemos que, aunque parezca una situación inédita, ya hubo una experiencia previa: justamente lo que celebramos el año pasado como Bicentenario del Perú. Habría mucho que decir al respecto: fundar una república no fue tan sólo cambiar una etiqueta (virreinato/monarquía a república); realmente fue un momento de cambio, complicado, difícil, que enfrentó intereses, pero sobre todo sentires sobre un futuro que en el momento que se vivía nadie sabía en que iba a terminar y el temor era generalizado… como hoy. Gente a favor, gente en contra, con rogativas y misas con sacerdotes “que si pero no”, a favor o en contra del sistema; con un sistema de vida establecido que a muchos sentaba mal pero que a muchos más sentaba bien; con espacios construidos desde arriba con diversas jurisdicciones administrativas (virreinatos, intendencias) y desde abajo, como regiones, todos inmersos en una forma imperial que permitía y potenciaba su existencia, autónoma pero dependiente. Resaltemos que en situaciones de transformación y no solo cambio, la crisis es general y los temores potencian el conservadurismo: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Como sucede hoy que transitamos a un nuevo orden mundial o la gobernanza global.

Recordemos además que, si bien la nación y la región nacieron en el mismo momento, la nación fue hija directa de la modernidad por cuanto implicó la creación de una forma burocrática (estado-nación) y la consolidación de un marco institucional de vida, amplio y general a todos los peruanos. En cambio, la región es una hija indirecta de la razón aplicada occidental pues nace desde abajo, de aquellos que sufren la burocracia (que había y sobre todo, la nueva que se construye), que se apoya en redes humanas -de profunda raigambre en el tiempo y reinventadas en el contacto cultural-, que la sustentan y que se vuelven hija del matiz social y de la mezcla cultural donde predomina una racionalidad diferente, la Andina en el caso peruano.

Pero, para participar del proceso occidental y luego mundial que se decantó en el siglo XIX, fue necesario construir la nación; por tanto, la región quedó invisibilizada pero no ausente: vivieron a su manera todos los procesos históricos que vivió la nación peruana. Pero en el siglo XX, las regiones comienzan a visibilizarse desde la economía capitalista y su impacto (la otra manera de teorizarlas, como hace Gonzáles de Olarte). En todo caso, los migrantes son los primeros que de manera lenta pero segura, marcan la presencia regional en la capital. Pero la región contemporánea definitivamente emerge con las doce regiones creadas por Alan García en 1987, bajo el modelo pensado por Javier Pulgar Vidal.

En este primer momento, las regiones tuvieron un fuerte crecimiento económico y con ellas, “los regionales” que se constituyeron en grupos de poder. Pero el presidente Fujimori, con su dictadura, recentralizó el país y clausuró las regiones. Ante ello, esta gente económicamente exitosa de las regiones buscó establecer una pica en nuestra Flandes, Lima, y lo lograron; se sirvieron de la misma estructura estatal y del clientelaje populista fujimorista: un grupo humano que, cooptado en su propio espacio, se vino a la capital, a “hacer Lima”. En ella se encontraron con los jóvenes de clases media y medias altas limeñas traumatizados con la experiencia infantil de presenciar la disolución de la oligarquía que llevó a cabo el gobierno revolucionario de las fuerzas armadas, a la que buscaban emular. Una mezcla que quedó visibilizada hoy en el matiz más bien oscuro de piel de todos los que se sienten amenazados por la transformación del sistema, como se vio en las marchas anti Castillo. Gente de la región que llegó hacia 1980, que se posicionó en la capital y que transformó el estilo de vida urbano clasemediero de la capital.

Pero dejaron un espacio en sus localidades que rápidamente fue ocupado, particularmente desde los años 2000 a 2010, cuando la globalización potenció el BRICS y el IIRSA estaba en pleno apogeo(1). En ese momento y en el Perú, la glocalidad se convierte en la perspectiva adecuada para enfrentar las nuevas posibilidades de las regiones en cuanto comercio, que implica la revitalización de rutas y relaciones de muy antigua data, que sobrepasan largamente las fronteras y que levantan vívidas relaciones como las que hay entre el norte del Perú y el sur del Ecuador y mucho más allá, hacia el gran norte del subcontinente. Pero también, las relaciones transversales desde Arequipa a la Paz y el espacio circunlacustre del Titicaca que cuajan en la Macroregión Sur (2016) y, finalmente, emerge la ceja de selva- selva, la ruta de los Antis.

De pronto, Lima, el núcleo del poder político y económico, no es necesariamente el espacio central para los intereses regionales. Las excelentes carreteras que se construyen, particularmente en los países partícipes del Socialismo del Siglo XXI, suponen la posibilidad de un comercio muy activo y diferente en cuanto mercado. El capital social de América Latina y el Perú de los años de 1990 se convierte definitivamente en un capitalismo andino, vigente y poderoso a su manera y bajo su propia racionalidad.

Pero hay un marco globalizador que nos envuelve; sólo mencionemos el enfrentamiento- oposición EEUU- BRICS que pone en jaque el poder norteamericano y que el presidente Barack Obama restablece, al menos momentáneamente.

Mientras tanto Lima retoma la centralidad, pero los intereses económicos se vuelven definitivamente sobre las regiones y sus recursos, particularmente la selva y los regionales se ven nuevamente cooptados pero esta vez por una capital dirigida por “los regionales” que llegaron hacia 1980. La crisis ya está definida y además, se enseñorea la corrupción y las economías negras. En la política, la dupla Kuczynski- Vizcarra (2016-2019) sufre la oposición de un congreso, pleno de intereses regionales más bien individuales en ese momento, y poco después, se establece un congreso con la presencia importante del FREPAP (2020-2021) que sostiene, casualmente, la necesidad de potenciar las fronteras vivas del Perú con su Proyecto de Integración Territorial Sudamericano.

Las regiones y sus recursos son el espacio de encuentro- desencuentro entre “los regionales” asentados en Lima y “los regionales” que viven en su región. La captura de la nación por la región que se venía decantando, se concreta; las formas y los modos responden a una racionalidad distinta que aterra a los limeños y neolimeños, repotenciando y ampliando, los traumas del pasado. Como la historia demuestra con la independencia, el cambio y tránsito de un sistema a otro causa muchos miedos y zozobras: las rogativas a Dios se combinan con el derecho a la protesta y la resistencia civil que se expresa en una suerte de neo furores campesinos y que algunos instrumentalizan como vandalismo. Más aún cuando se trata de un cambio o transformación del sistema -que no su disolución- del que no se tiene claridad: la región ha capturado la nación, pero esa nación tiene la fuerza para hacer de “los regionales” que llegan, unos conversos plenos al sistema, y que, por sus modos y políticas, resienten “los regionales” en sus regiones.


(1) El BRICS emerge hacia el 2009 y se desenvuelve como un poderoso bloque económico de cinco países, Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Y la Infraestructura Interegional de Sud América (IIRSA) surge en 2000 y se potencia con los Socialismos del siglo XXI (2005) en esta misma región del planeta.