Opinión

La sombra de Trump entre nosotros

Por Carlos Reyna

Sociólogo

La sombra de Trump entre nosotrosFoto: Reuters

Está bien que nos impresionen esas imágenes del Capitolio asaltado. La sede del Congreso Federal, uno de los símbolos del poder político de los Estados Unidos, ocupada y sometida por una turba estrambótica durante varias horas, para asombro de cientos de millones de televidentes.

Una turbia turba

Más aún si la turba vociferaba lemas sobre la grandeza de América y protestaba por un fraude electoral contra Donald Trump. Fraude que habría sido cometido por políticos socialistas encabezados por Joseph Biden, ya casi electo y casi octogenario candidato demócrata. Un político tan veterano y tan apacible que su apodo es “Sleepy Joe”, (Dormido Joe).

Pero, además, la turba portaba disfraces evocando personajes del siglo XIX estadounidense. Alzaba banderas de guerra, nada menos que del bando esclavista que perdió la Guerra Civil de hace 164 años. Y no era una turba solo estrambótica sino visiblemente violenta pues, usando objetos contundentes y armas de fuego, dejaron ambientes destruidos y un saldo de cinco muertos.

Y, finalmente, la turba había venido siendo alentada y enardecida, desde meses antes, y en el mismo día del asalto, por el propio Presidente Trump, al grito de “Salven a América”.

Por eso mismo, en las horas y días siguientes, se ha hablado de subversión, sedición, golpe de Estado fallido, terrorismo, fascismo o proto fascismo. Y también de la responsabilidad directa de Trump y de la posibilidad de destituirlo aun cuando quedan pocos días para que termine su mandato.

Una democracia paradigmática

Todos los políticos demócratas y una parte minoritaria de los republicanos han quedado convencidos de que el prestigio de la democracia estadounidense, su sitial paradigmático en el mundo, han quedado mancillados.

Aquella “sagrada y luminosa ciudad en la cima de la colina”, decía una congresista demócrata, ha quedado vulnerada. Un impacto similar al que tuvieron los ataques a las Torres Gemelas y el Pentágono respecto a la seguridad y la defensa de USA. Sólo que el de ahora es un ataque a su democracia misma, y la autoría corresponde a fuerzas internas, no externas.

Muchos de los congresistas, ex secretarios de estado, y ex presidentes han tratado de subrayar, casi para convencerse a sí mismos, que este hecho no representa a la política gringa. Han insistido que la luz en la cima de la colina volverá a brillar.

La victoria de Trump

Pero observadores con un sentido más crítico, han señalado que eso no ha salido de la nada, ni solo de los años recientes. Se han referido a la violencia recurrente en la historia de la política, a la discriminación, al racismo, a la crónica extralimitación en el uso de la fuerza policial. Su democracia paradigmática no es tal.

Más aún, es muy compartida la idea de que, así la turba trumpista no llegara a impedir el reconocimiento de la victoria de Joe Biden, y así Trump terminase procesado y condenado, este habría logrado una victoria en medio de su derrota.

Trump habría logrado consolidar el control del Partido Republicano por sus partidarios. Habría logrado convertirlo en una fuerza de ultraderecha, nacionalista radical, militarista, racista, discriminatoria, hostil a la protección de los más vulnerables, practicante de un estilo apoyado en la mentira y la falsedad y en las emociones irracionales. Un partido deliberadamente provocador, polarizante y fomentador de manifestaciones contra la legalidad y las instituciones de la democracia, como dice Juan Luis Manfredi en un artículo en The Conversation.

¿Va a poder Sleepy Joe?

Si Trump logra perennizar a su corriente, existe el temor por la estabilidad misma de la democracia liberal de los EEUU. Se duda que un gobierno como el de “Sleepy Joe” podría contener a esa corriente y a sus formas de hacer política.

Barack Obama y Hillary Clinton, dos cuadros de mayor carisma y de carácter más fuerte, no solo no pudieron, sino que entregaron en bandeja, a Trump, los votos de los trabajadores industriales y de los estratos pobres urbanos y rurales. Eso por sus políticas y propuestas en pro de la liberalización y globalización económica, algo tímidas respecto a protección social

Parece que Biden seguirá una línea parecida a esas dos figuras, pero no posee ese magnetismo que deben tener los líderes en épocas críticas. Con él, la democracia liberal podría terminar teniendo la misma resistencia que una casita de la pradera frente a una estampida de bisontes.

La sombra de Trump nos alcanza

Así las cosas, hay razones para que los peruanos demócratas miremos asombrados y preocupados estos avatares de la política de los Estados Unidos. Pero más razones hay para preocuparnos por la política peruana.

De hecho ya tenemos, aquí en casa, muchos de los ingredientes sociales y políticos que hicieron posible al Trumpismo o a alguna variante proto facista o facista. No sería exagerado decir que estas perversiones de la política ya proyectan sus siluetas sobre la escena nacional.

Como a fines de los años 80, aunque por razones diferentes, otra vez tenemos a una mayoría de la población que mira con hartazgo, desprecio, o indiferencia extremos, a la política y a los políticos.

En la última encuesta de Ipsos, de diciembre, sobre preferencias electorales para Presidente, el candidato con mayor porcentaje de voto seguro a su favor llega apenas a 6 %, todo el resto tiene de 4 % para abajo.

Y el candidato con el menor porcentaje de electores que aseguran que definitivamente no votarán por él, llega hasta 35%. Es decir, el candidato con mejores resultados tiene seis veces más electores que definitivamente no votaran por él respecto a los electores que sí votarán por él.

No es el caso precisar por qué ocurre de esta situación. Cualquier peruano puede intuirlo. El punto adicional es que el candidato con mejor suerte, mencionado arriba, es posiblemente el de menor experiencia y conocimiento político y ha sido de profesión futbolista.

Un vacío disponible

Este debilitamiento extremo de las adhesiones políticas abre las puertas a personajes que podrían escalar hacia posiciones de poder, atacando a los políticos y a las instituciones de la política, incluyendo las instituciones de la democracia. Algo así hizo Alberto Fujimori en 1990. También Donald Trump, desde el inicio de su carrera política.

Pero además de personajes antiinstitucionalistas, también pueden jugar su suerte los personajes corruptos que descubren que podrían aprovechar esos vacíos, no sólo para satisfacer su vanidad sino en beneficio de sus negocios.

O también grupos portadores de discursos y agendas particulares con sesgos discriminatorios de cualquier tipo, o grupos religiosos o empresariales que harían del poder político una palanca para esas agendas.

Y en una de esas pueden colarse grupos ultranacionalistas, que proclaman supremacía étnica, hostiles a la legalidad y a los derechos, y con aspiraciones de tomar el poder para perpetuar un Estado con esas banderas. El partido de Antauro Humala, por ejemplo.

¿Por quién doblan las campanas?

Naturalmente, si además de los vacíos políticos mencionados, tenemos un orden socioeconómico indiferente, agresivo o incluso cruel con la protección de los sectores más vulnerables, este será altamente funcional para un mayor colapso de la democracia, supuestamente defendida por todos. También para el éxito de alguna de las especies de aventureros y demagogos.

La curva de la probabilidad de ese éxito se dispararía hacia arriba si lo que llega a configurarse es un gobierno con características como las señaladas por Jack Rozdilski como factores de un Estado frágil: pérdida del control o monopolio del uso de la fuerza, debilitamiento de la autoridad legítima para tomar decisiones, provisión insatisfactoria de servicios públicos esenciales, deficiencia para actuar con otros Estados o actores externos.

Es muy posible que viendo esa pequeña lista de rasgos de un gobierno, Usted recuerde como la policía peruana viene desacatando la prohibición, por parte del gobierno, de usar armas para el control de protestas sociales.

O también recuerde lo que ocurría con los servicios de salud públicos o privados, o con las medidas de asistencia social, en medio de la pandemia. Y parece que ahora vuelve a ocurrir.

También es posible que sepa lo que ha ocurrido con la gestiones para la compra de las vacunas anti Covid. O que recuerde y sepa muchas cosas más de lo ocurrido en el último año.

Si además de recordar eso, quisiera saber, con preocupación, por qué lo del asalto al Capitolio, quizás deba recordar también el epígrafe que pone Ernest Hemingway en su novela sobre la guerra civil española: “no preguntes por quién doblan las campanas, están doblando por ti”.