La esperanza de re(fundación) de un Perú de “todas las sangres”
Antropólogo aymara
Hoy somos testigos de cómo piensan y pensamos el Perú. Cada uno piensa y siente desde su charco, como cree y vive; desde el marxismo se diría “el ser social determina la conciencia social”. Esta vez intento a pensar desde mi charco aymara. En estos últimos años nos ha tocado recorrer por varios charcos, en primer lugar de estigmas, como: “indio”, “salvaje”, “fundamentalista”, “radical”, “sudaca” y todas las calificaciones y categorías en los espacios que nos ha tocado estar, por tres razones, por nuestra procedencia aymara, que desde la antropología colonial se dice: “procedencia étnica”; por razones de lengua, aprendí a hablar a los ocho años el castellano, como muchos andinos y amazónicos, pero orgulloso porque aprendimos otras lenguas por lo menos al nivel de comprensión; y en tercer lugar por el color de la piel, por el cual fuimos echados muchas veces, en Lima, Puno, Arequipa, en Europa, lo que a veces me lleve a disfrazarme para poder ser acogido. Por otro lado, también en muchas ocasiones y espacios tuvimos acogida por nuestra formación académica, aunque sigue siendo un largo camino de lucha por la dignidad.
La academia y el sistema educativo ha servido y sirve aún para apuntalar y blindar los espacios de poder, sobre todo para los clanes que se “creen dueños” no sólo de los recursos, sino de “nosotros mismos” de nuestras ideas y decisiones; a ello sumamos los medios de comunicación que nos formatean a sus medida y muchos perdimos o nos han robado la memoria, en lo que mi maestro Boaventura de Sousa diría, “epistemicidio”, frente a ello la alternativa es “descolonizar el saber, reinventar el poder”(1) 1. En ese contexto, esta segunda vuelta de elecciones presidenciales en el Perú, se ha expresado este estigma hacia los pobladores de esos pueblos de todas las sangres, a lo que Mariátegui nos diría: “Peruanicemos al Perú”, en ese sentido como aymara y jaqi, percibo que se sienten voces y sentimientos de identidad nacional que abren esperanzas para la re(fundación) del Perú por ejemplo, desde los diversos sectores, como el Ministerio Público representado por el valiente Fiscal, José Domingo Pérez, del Poder Judicial el Juez Richard Concepción Carhuancho, entre otros, pero no sólo es cuestión de personajes, detrás de ello hay una trasfondo de gente que nos hemos hartado de la forma en que se maneja el país. El caso del Maestro Pedro Castillo es la imagen de ése rostro del Perú profundo que sigue y seguimos ninguneados a 200 años de la independencia, que a quienes tienen el poder les cuesta aceptar.
Estamos convencidos que ningún premio Nobel ni el mejor magistrado, político, empresario, periodista, o farandulero enclaustrado y dopado con una mentalidad mercantilista, racista y odiosa y que ambiciona la riqueza a costa de los pueblos del Perú profundo, podrá detener las voces y el sentimiento de los que pensamos el Perú pluricultural, inclusivo, multilingüe, transparente, de grandes riquezas como su gente. Estamos convencidos que existen personajes y pueblos que podamos refundar desde la cotidianidad, sin resentimientos ni xenofobias -hay que tener cuidado muchas veces la identidad cultural puede venir y tiene carga de doble rasero- en estas horas de cambio que se nos vienen.
Ojalá el circulo de poder que se va encarrilar en el futuro gobierno y el presidente tenga principios de pluralidad, transparencia y de servicio, sabiendo que no será fácil, no sólo por la pandemia sino por la podredumbre de la corrupción, que se cumpla con la palabra de maestro con pertinencia y sapiencia, que los problemas personales e individuales no se facturen al país. Por ello, si algún círculo cercano al maestro Castillo tiene las manos manchadas de sangre o sus bolsillos tienen dineros de la corrupción, no deben estar ni un segundo más allí. Nunca más clanes de poder en un país de todas las sangres. ¡Viva el Perú!