Las comunidades campesinas frente a la segunda ola del covid-19
Antropólogo de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga y y Educador de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
gabo.gomeztineo@gmail.com
La segunda ola del covid-19, ya está entre nosotros y ya puso en aprietos nuestro precario sistema de salud. Las decisiones de la cuarentena focalizada que dictaminó el gobierno pone en evidencia lo grave del asunto. Los hospitales de las regiones con niveles extremos y muy altos ya advierten que esto podría ser peor que la primera ola. Mientras tanto un sector de la población dejó de verlo como el enemigo mortal capaz de quitar la vida, por ejemplo en las ciudades los jóvenes se zurran en las medidas del gobierno y los protocolos sanitarios; como prueba de ello acuden a las fiestas clandestinas a distribuir el virus a diestra y siniestra como si nada pasara. Por otra parte en las comunidades alto andinas también dejaron de ver al virus como el “otro”, ese otro que era capaz de movilizar todos los sistemas de organización y vigilancia comunal, con el cumplimiento de las medidas más drásticas en cuanto a los protocolos sanitarios para evitar el contagio. Antes en la primera ola nadie entraba a la comunidad, aquel que burlaba la seguridad era sometido a las sanciones más drásticas y obligado a realizar la cuarentena sin importar las condiciones de salubridad y seguridad; hasta se dormía en corrales con tal de evitar contacto con la gente. Ahora en las comunidades lo primero que se ve es que la gente actúa como si nada pasara; el uso de mascarillas ya fue, el lavado de manos menos, el distanciamiento social también ya fue, y entonces los cumpleaños, los velorios, las fiestas comunales se celebran con absoluta normalidad. En el imaginario de los comuneros, el virus no es tan mortal como se creía, hay un rechazo al uso de las mascarillas, con la idea de que “no estoy acostumbrado”, “esto no me deja respirar”, olvidando por completo cuando hay momentos de contacto con otras personas.
En la primera ola el miedo era el principal movilizador de los protocolos de cuidado, ahora el miedo se fue y desarticuló todas las iniciativas que se había construido para defenderse y no contagiarse con el virus.
Mientas tanto el personal de salud de los hospitales covid de las regiones del país vienen haciendo denodados esfuerzos para atender los tantos casos, alertando que las camas de hospitalización y UCI ya están agotados. La capacidad de respuesta primaria para casos de covid-19 en las zonas rurales es nulo, no se cuenta ni siquiera con la logística para la aplicación de pruebas para descartar y aproximar en el tratamiento. Esto recién comienza, la OMS y el MINSA alertan que en esta segunda ola podría afectar a las poblaciones rurales, además de que la gran mayoría de la población rural es adulto mayor. Se necesita activar con celeridad y con el mismo ímpetu las respuestas de las organizaciones de las comunidades campesinas para evitar que el virus llegue en esta segunda ola, más aún cuando esta variante es mucho más contagiosa y agresiva.
Uno de los actores claves para reforzar y activar las medidas de seguridad deberían ser los alcaldes distritales, conjuntamente con las principales autoridades comunales para desplegar acciones estratégicas para crear conciencia en los comuneros que infringen las normas sanitarias, incluso aplicando las medidas correctivas en el marco de la justicia comunal. El estado de vulnerabilidad de los establecimientos de salud en las comunidades no garantiza atención primaria para los casos de covid-19, ello incluso motiva a que la gente se automedique y entre en pánico y desesperación con tal de vencer al virus. En esta primera semana de las nuevas medidas del gobierno, es importante señalar que la mirada preventiva en las comunidades campesinas debe contemplar responsabilidades vinculantes a sus autoridades locales a fin de tener una gestión territorial y con pertinencia para evitar que el covid-19 llegue a las comunidades, por su carácter de extrema vulnerabilidad por las condiciones de atención del sistema de salud y la alta tasa de personas adultos mayores y con prevalencias de comorbilidad por diversas enfermedades.
No queremos que esta segunda ola del covid-19 diezme a las comunidades indígenas, como lo han hecho a lo largo de la historia. Estamos a tiempo de frenar para que el virus no llegue y deje en el dolor y la tristeza a las munidades indígenas del país.