Opinión

Las palabras, las imágenes y los acontecimientos: un modelo por armar

Por Gustavo Montoya

Historiador

Las palabras, las imágenes y los acontecimientos: un modelo por armar Imagen: LUM

“La región es una geografía modelada por la historia pero a costa de conflictos y enfrentamientos”.

Alberto Flores Galindo

La reciente inauguración de la exposición en el LUM, que lleva como título, Las independencias regionales. Guerra, mujeres y participación popular, podría ser considerada como un ensayo de las nuevas miradas historiográficas, que vienen demostrando con rigor académico, ese mundo complejo, múltiple y contradictorio, de los escenarios regionales y locales durante el proceso separatista. Ya no es posible seguir insistiendo en narrativas lineales y esquemáticas que evitaban sumergirse en la pluralidad y las contradicciones de los actores colectivos e individuales. Lo que va emergiendo es un mundo híbrido, polifónico, casi inasible. La guerra civil que fue la independencia, también derivó en una coyuntura revolucionaria, y que sacó a flote nudos del sistema de dominio colonial, que habían convertido al virreinato peruano, en el bastión contrarrevolucionario continental, con el apoyo y convencimiento de los sectores dominantes. Pero al mismo tiempo, tal coyuntura dio lugar a la emergencia de proyectos de sociedad y de poder que fueron derrotados, y para lo que interesa anotar, simple y llanamente silenciados. Se trata de recuperar tales realizaciones. Iniciativas plebeyas que precisamente hunden su historicidad, en los márgenes de la república criolla y centralista que finalmente se impuso.

Pero la independencia no fue una revolución, si se tiene en cuenta el proyecto del protectorado para instalar una monarquía constitucional. O si se recuerda el contenido de la capitulación de Ayacucho, donde los vencidos obtienen una serie de ganancias materiales y simbólicas. La independencia peruana tampoco pudo ser una revolución, pues en varias comunidades indígenas, antes y luego del triunfo de Ayacucho, se proclamaron vivas al rey, desechando la promesa republicana. O si se piensa en la dictadura bolivariana que derivó en la constitución vitalicia, un intento de monarquía republicana. Cuando el vínculo entre las palabras y los acontecimientos no guarda esa elemental sincronía temporal, como nos lo recuerda la historia conceptual, aun el historiador más entrenado, puede caer en el anacronismo.

La sensibilidad estética de los artistas que fueron convocados para representar visual y plásticamente los diálogos y las reuniones del comité académico, muestran personajes y actores hasta hoy poco conocidos o simplemente dejados de lado por algunas narrativas historiográficas que cada vez más son identificadas como “limeñocentristas”. Tales figuraciones plásticas presentes en la exposición, también remiten a conocer procesos políticos, sociales y militares de carácter local y regional, que es justamente el primer paso para establecer esas indispensables correas de transmisión entre la academia y las mayorías sociales del país. Buscar ese indispensable y urgente efecto de asombro y de orgullo que moviliza voluntades, cuando la memoria histórica de una comunidad está habitada por varios de los suyos.

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En la exposición que congrega piezas de la mayoría de regiones del país, el visitante que puede carecer de una conciencia histórica integrada, podría experimentar esa noción de totalidad que remite a la aceptación de la diversidad y de la heterogeneidad nacional. El recurso pedagógico es obvio. Podría imaginar y admitir la nación que habita con la pluralidad cultural que la define. Reconocerse con respeto y honrar a los otros que se involucraron, y se inmolaron por el establecimiento de la república.

En la exposición museográfica, los grandes libertadores, los personajes canónicos que remitían a una concepción historicista, donde los grandes héroes eran los gestores de las transformaciones políticas y sociales, dan paso a hombres y mujeres populares cuyas acciones aún laten en la memoria colectiva de sus territorios. Es una de las tantas formas de interpelación de las memorias plebeyas que en esta coyuntura están cobrando inusitados niveles de autonomía. Con esta exposición, el LUM ha logrado instalar un modelo, en realidad una plataforma, con gran capacidad de planificación ejecutiva. Un liderazgo audaz e inteligente, que podría ser repetido, superado y enriquecido, por iniciativas más bien municipales y regionales. Crear, o mejor aún, transformar con inteligencia las limitaciones de toda índole, que a veces bloquean y muchas veces impiden que, las memorias históricas contemporáneas de las regiones y localidades, recreen a sus héroes culturales, y se reapropien en condiciones menos onerosas o precarias de lo que les pertenece.

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