Opinión

Los aimaras republicanos de Huancho Lima

Por Eland Vera

Periodista y profesor de la UNA-Puno

Los aimaras republicanos de Huancho LimaFoto: Radio Onda Azul

Las rebeliones indígenas en el Perú han sido acontecimientos cruciales y trágicos de nuestra historia nacional. El epicentro más intenso fue la Gran Rebelión de José Gabriel Túpac Amaru, durante la época colonial. Y tuvieron que pasar más de 180 años para que la historia oficial reconozca y considere a nuestro insigne rebelde como héroe nacional y expresión de la peruanidad.

Siguiendo el estilo peruano, por desgracia, es probable que las rebeliones puneñas de quechuas y aimaras también tengan que esperar su momento para encontrar el reconocimiento oficial y su justa ubicación en la historia nacional. Así tenemos, la rebelión de Juan Bustamante en 1869, también conocido como Túpac Amaru III; la rebelión de Rumi Maqui, Teodomiro Gutiérrez, en 1915, director supremo del estado federal del Tahuantinsuyo.

Son más de 40 levantamientos indígenas en Puno, entre 1867 y 1946, durante el periodo republicano que evidenciaban una falla en la construcción de la nación. Y es que algo no encajó completamente. Algo faltaba o algo no estaba colocado en el lugar debido. Es y sigue siendo la grieta inmensa del proyecto republicano de mestizos y criollos: el lugar de los pueblos indígenas en la arquitectura del Estado y el justo reconocimiento de la sociedad.

Y precisamente a fin de seguir en la tarea del reconocimiento, el sábado 18 de junio, un grupo de colectivos encabezados por el poeta y promotor cultural Fernando Chuquipiunta han colocado la primera piedra de la cripta a los héroes de la rebelión de Huancho Lima en el cementerio de Huancané. Pues en 2023 se recordará el primer centenario de esta singular gesta.

La rebelión de Huancho Lima tuvo ciertos aspectos diferentes a los levantamientos precedentes. Los aimaras rebeldes de 1923 tuvieron un liderazgo con menor tinte caudillista y milenario. Su mirada fue más republicana y política. Su líder, Carlos Condorena Yujra, fue proclamado presidente de la república aymara del Tahuantinsuyo. Se creó una ciudad capital, reproduciendo el diseño de la institucionalidad oficial. De ahí que a la denominación Huancho, se le agregó Lima, por asociación con la capital del país. Es decir, se buscaba una relación dialogante con el Perú oficial. Otra diferencia, es que el levantamiento de los aimaras republicanos tuvo un acentuado componente indígena, ya que las rebeliones precedentes eran encabezadas por mestizos.

La rebelión aimara de 1923 contra los mistis y notables abusivos de Huancané fue sofocada con la habitual violencia anti indígena que atraviesa nuestra historia. Por lo que, la enseñanza que deja esta gesta es que nuestra anhelada integración jamás será posible si mantenemos las asimetrías y los desprecios. Y no me refiero a las desigualdades económicas, sino al reconocimiento, afirmación y reparación histórica de los pueblos andinos y amazónicos. Sus culturas, sus historias, sus espiritualidades, sus formas de vida, sus utopías y su manera peculiar de ser modernos no logran interactuar y dialogar de modo fructífero con el lado dominante del Perú. Tarea pendiente y compromiso que no cesa.