Opinión

Los noventa (algunos recuerdos)

Por Augusto Rubio Acosta

Escritor y gestor cultural

Los noventa (algunos recuerdos)Andina

Cuando la generación a la que pertenezco abandonó la secundaria, el muro de Berlín acababa de venirse abajo con su centenar y medio de kilómetros de vallas eléctricas y búnkeres, vigas de obstáculos y fosas antivehículos, miradores y espacios de vigilancia canina. La desaparición de Alemania Oriental y la veloz reunificación del país al año siguiente, derivaron en que empezara a hablarse de la inminente disolución de la Unión Soviética. La “revolución de terciopelo” que empezó en Checoslovaquia unas semanas después y el violento levantamiento en Rumania, confirmaron que los cambios se avecinaban de manera incontenible. La Cortina de Hierro caía y Europa se reconfiguraba. El fin de la Guerra Fría y la desintegración de la URSS cedió paso a la mirada unipolar de buena parte del mundo; era lo que mostraban por entonces los tres únicos canales de televisión que era posible sintonizar en el puerto de Chimbote. Así, en la promoción 89 del colegio Raimondi (donde lamentablemente estudié), hubo quienes pensaron que el sistema político y económico norteamericano había sido capaz de vencer al ruso y que aquello confirmaba la validez y superioridad de su modelo en todos los sentidos.

Mientras tanto en el Perú de 1990, fuimos testigos durante el verano de la vertiginosa irrupción de Alberto Kenya Fujimori y su novel movimiento político Cambio 90, en la vida política nacional. La sorpresa y desconcierto de las élites, del periodismo y de los politólogos, de científicos sociales y expertos del mercado electoral, así como de observadores y consultores internacionales, era inocultable; un fenómeno similar (guardando las distancias) a lo ocurrido con el candidato Pedro Castillo tras la primera vuelta electoral en abril último. En sólo dos semanas, el futuro dictador fujimorista se elevó del 1% en las preferencias a niveles altísimos que le permitieron derrotar en segunda vuelta a Mario Vargas Llosa, candidato del Fredemo. La explicación a lo ocurrido hace tres décadas se fundamentó en algunos procesos ocurridos en la década del ochenta: las dificultades para consolidar partidos políticos estables, la crisis de estas organizaciones en su capacidad de representación de los sectores populares, la exacerbada violencia subversiva y la espantosa miseria en que sobrevivían millones de peruanos tras el corrupto e inmanejable quinquenio gubernamental aprista de Alan García y su política económica. Hoy, después de más de treinta años y exceptuando la violencia política que azotó durante dos décadas al país, casi nada ha cambiado.

Los noventa marcaron a sangre y fuego a la generación universitaria a la que pertenecí y nuestra forma de ver y asumir el mundo. A la tragedia de la violencia política que desangraba al país, se añadió la brutal caída del poder adquisitivo de la mayoría de la población debido a la aplicación de una política económica neoliberal preocupada sólo por el "ajuste estructural" a toda costa. El golpe de estado perpetuado por Fujimori el 5 de abril de 1992, bajo la careta de “Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional”, convulsionó más a un país sacudido por los crímenes de Sendero Luminoso y por las violaciones de los derechos humanos cometidos por integrantes de la policía y de las fuerzas armadas. El proceso de descomposición social y de corrupción y destrucción de las instituciones permitió la perpetuación en el poder de un dictador a quien el hambre, la pobreza y la violencia nada le importaban. Felizmente miles de peruanos alzaron su voz en aquel tiempo y salieron a las calles poco a poco para entregar sus vidas y defender los derechos fundamentales de todos, una lucha contra la violencia criminal y las mafias que no se ha detenido, que vuelve al escenario en este tiempo infame en que los fantasmas de la podredumbre que representa el fujimorismo reaparecen en la política como seria amenaza a nuestra dignidad, como burla a nuestra memoria, como síntoma inequívoco de que nada hemos aprendido, de nuestra atracción por el abismo y la cacosmia.

Esta es la primera entrega de una serie de textos vinculados a la facultad psíquica por la cual aún retengo y recuerdo el pasado. Después de todo: si cada uno limpia su vereda, la calle estará limpia (Goethe); y en la coyuntura en que vivimos (con la vida de los peruanos a punto de abismarse en las urnas), nos corresponde actuar y hacer, más que decir.