¡Mujer: por tu culpa, por tu culpa, por tu gran culpa!
El 8 de marzo se conmemora en el mundo el “Día Internacional de la Mujer”. No es una fecha cualquiera, es una fecha que nos invita a la reflexión no solo a través de una mirada retrospectiva sino, sobre todo, mediante un análisis prospectivo del impacto que las políticas públicas tienen en torno a la promoción de la igualdad, más allá de la c.o.
Históricamente las mujeres hemos sido social, económica y políticamente relegadas, nuestros valiosos aportes en diferentes campos han tenido limitado eco y mínimo reconocimiento; sin embargo, siempre hemos estado, aunque invisibilizadas, contribuyendo al desarrollo de nuestras familias y de las sociedades de las que formamos parte. La lucha por la igualdad que hoy enarbolamos como bandera (y con mayor fervor) en una fecha tan señalada, no es más que la demostración de que, aunque tenemos grandes victorias que celebrar, todavía nos quedan pendientes innumerables conquistas.
No estamos solas o por lo menos no deberíamos estarlo. En el camino hemos ido sumando aliados y la desigualdad ha saltado a la agenda política como parte del discurso. Pero no es suficiente reconocer el problema, el desafío más grande es la definición de la desigualdad en el ejercicio de la construcción de una política pública. Partiendo del concepto que ofrece Manuel Tamayo Saéz, la definición del problema público lleva implícita la estrategia de abordaje. En este sentido, resulta interesante detener la mirada en las estrategias y campañas que promueve el Estado en torno a temas tan importantes y delicados como la violencia contra la mujer. Este ejercicio nos ayuda a entender el marco interpretativo sobre el cual el Estado ha construido el problema.
El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), tiene entre sus direcciones una encargada de dirigir, coordinar, controlar y evaluar la gestión de políticas para la prevención, atención, sanción y erradicación de la violencia de género. Si bien la definición de violencia de género no está referida de manera exclusiva a la violencia contra la mujer, el “Plan nacional contra la violencia de género”, reconoce que la intervención del Estado debe ser más eficaz para disminuir la prevalencia de la violencia de género hacia las mujeres, que es la de mayor incidencia.
En este contexto, el MIMP promueve la campaña “La violencia se disfraza de amor”, en la que a través de una serie de videos protagonizados por jóvenes mujeres, se pretenden transmitir mensajes de alerta para identificar situaciones de violencia soterrada en las relaciones de pareja. Aunque es una propuesta audaz, debe ser duramente cuestionada puesto que todos los mensajes están dirigidos a las víctimas de la violencia: “reacciona, no es amor”, “vete antes de que tu vida acabe como la mía”, eres tú, mujer maltratada la que debe darse cuenta, eres tú la que debe irse, la que debe alejarse, la que tiene el poder de echarlo fuera de tu vida, la que debe poner fin a las situaciones de violencia.
Indiscutiblemente las personas (hombres y mujeres) debemos aprender a establecer límites en todas nuestras relaciones interpersonales; sin embargo, el mensaje no puede estar únicamente dirigido a las víctimas, a quienes se les responsabiliza de las situaciones de violencia que viven. Es fundamental que el mensaje incluya a los agresores, enseñarles a respetar los espacios personales de sus parejas y a observar los límites que ellas establezcan. No basta con enseñar a la víctima a no recibir el golpe, es más importante enseñar al agresor que no debe golpear. No basta con enseñar a no dejar que te controlen, es necesario trascender en el mensaje y enseñar a no controlar, trabajar en la prevención de las conductas que desencadenan las situaciones de violencia.
Aceptar mensajes como los que tanto difunde el MIMP es normalizar pensamientos y comportamientos machistas, es criminalizar las víctimas convirtiéndola en responsable directa del abuso de sus parejas. Está claro que para el Estado el problema de la violencia contra la mujer sigue estando en nosotras las mujeres y en nuestra permisibilidad para tolerar situaciones de violencia y no en quienes nos atacan, nos violan y nos matan. La educación es una herramienta poderosa, la única realmente eficaz, vamos a educarnos todos ¡Hay hermanas, muchísimo por hacer!