No somos terroristas ni bestias sin cerebro
La juventud, la última rueda del coche. Durante décadas, la participación juvenil como actores decisores dentro de la sociedad se había suprimido, imperando un adultocentrismo avasallador que busca seguir legitimando la corrupción en diversas esferas del aparato público y privado ante las nuevas generaciones, corrupción que solo en el 2019 nos costó s/ 23,000 millones, cifra que aproximadamente representa el 15% del presupuesto ejecutado del sector público.
Hoy que se acercan las elecciones presidenciales, muchos candidatos estuvieron tras figuras representativas jóvenes, sin embargo, ¿ómo lograrlo, si en el en el año 2018 según RENIEC solo el 8,2% del padrón de afiliados eran jóvenes? lo que demuestra que, si bien hay interés por participar, las puertas de la política formal son poco inclusivas para la juventud peruana.
Por otro lado, la acción irresponsable del Congreso ha provocado un estallido de manifestaciones de hartazgo en el sector juvenil a nivel nacional. En Cusco hemos vivido en el primer día de manifestación pacífica la represión indiscriminada de las fuerzas policiales, mientras que desde las altas esferas del poder califican a quienes protestan como “terroristas”. Este congreso de “transición” que ingresó en reemplazo del congreso obstruccionista conducido por el fujimorismo, no tenía por qué darnos lecciones de moralidad, ya que no tenían la licencia moral para hacerlo. Era sabido que tanto el ejecutivo como el legislativo estaban inmersos en actos de corrupción, así lo evidencian las denuncias contra Vizcarra, y contra el actual “supuesto presidente” y sus aliados, por lo que existía una agenda clarísima a puertas de las elecciones 2021 y una salida democrática para dignificar la calidad de nuestros representantes que era la reforma política, que debió incluir mecanismos que aseguren una mayor presencia de los jóvenes en la política, pero no se hizo.
Nos piden militancia, pero es imposible hacerlo en tantos partidos políticos mercantilistas, que no dan garantías de una real participación y que están conducidos por líderes con serios cuestionamientos de corrupción. Los jóvenes que hoy salimos a las calles no somos terroristas ni bestias sin cerebro, somos jóvenes que hemos venido construyendo participación ciudadana desde diversos espacios, sin militancia partidaria, pero con una clara tarea: cambiar este país.
Es hora de acabar con el adultocentrismo que cree tener siempre la razón, que impide la participación y opinión de los demás, que solo quiere jóvenes serviles a sus intereses, sino recordemos como acabaron nuestros ex congresistas jóvenes como Luciana León con graves acusaciones de corrupción. Nuestra generación que hoy se moviliza quiere políticos que no mientan, que no roben y que sean capaces de escuchar nuestras demandas, y también quiere dejar de votar por el mal menor.
No es el ciudadano, es este sistema el que a todas luces necesita grandes reformas. Con la corrupción no se transa.