“Nuestra vida es el río”
Abogada del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP)
Hace 6 años atrás, cuando se rumoreaba que algo atroz le sucedería a los ríos, no comprendía porque la alarma en las comunidades indígenas; tiempo después de caminar con parte de los miembros del pueblo kukama del río Marañón, de convivir con ellos y aprender de su mirada espiritual de las cosas, comprendí que para ellos el río es sinónimo de vida: en el encuentran todo lo que pueden buscar, ahí yacen sus seres queridos que parten sin retorno pero conservando la ilusión de que viven en un mundo diferente y mucho mejor que el terrenal.
Comprendí que los espíritus del agua, esos que los médicos invocan para sanar viven en el río, comprendí que el pez que comen aún con sabor a petróleo, sólo lo encontraran en el río. Comprendí y llegue a sentir que la conexión río – persona es mucho más fuerte cuando te entregas a ella al entrar en contacto, comprendí que el ciclo natural de la vida en el río debe mantener su equilibrio, ya que en caso contrario muchos desastres se producirían.
Y un tema que les preocupa por el impacto que habrá sobre sus ríos es el proyecto Hidrovía Amazónica. El común de las personas en la ciudad hablan de los beneficios de dicho proyecto, sobre todo los económicos, fijándonos en el trabajo que generarían y en mejorar los tiempos de navegación, sin embargo cuando hablamos de la cosmovisión indígena colisionamos con corrientes incrédulas de opinión que estigmatizan a la lucha indígena, tildándonos siempre de opositores al desarrollo, entonces surge la pregunta ¿podemos llamar desarrollo al beneficio de uno sobre otros? La respuesta es directa y sencilla: NO. Las poblaciones indígenas saben que la Hidrovia Amazónica provocará efectos socioambientales que afectarán irremediablemente sus vidas, que durante años han sufrido el olvido del Estado.
Dragar los ríos para hacer viable un canal de navegación puede constituir una respuesta técnica, sin embargo para la población indígena asentada en los márgenes del río, constituye un atentado a la vida, a la salud, a la alimentación segura, a la identidad cultural, y al medio ambiente. Dragar los ríos es igual a la destrucción permanente, el dragado volverá más turbias las aguas y los peces migrarán hacia otros lugares reduciendo la cantidad de pesca, un alimento importante para estas poblaciones; los médicos no podrían invocar a los espíritus para sanar a los comuneros, y tendrán que migrar, las personas no podrán tener ese contacto espiritual con sus seres que partieron, porque ellos partirán también, todo este circulo que a muchos les parece absurdo, a los kukama les preocupa en demasía, porque es parte de sus vidas, de su identidad y arraigo cultural, despojarlos de ello constituiría una lesiva acción contra estas poblaciones.
Las acciones de dragado formarán dunas de arena que no se mantendrán estáticas - sino en constante movimiento-, algo que la Empresa Cohidro no pudo fundamentar, pues esta acción daría pase a un dragado constante y no de los lugares más angostos (o llamados “malos pasos”).
Sí es que se ejecuta el proyecto, retirar quirumas -como segunda acción- significaría destruir el hábitat de los peces más grandes que desovan en ese lugar, estos peces migrarían, y ello no sólo perjudicaría a la población indígena y ribereña, sino también a aquellos que consumen este vital alimento en las urbes. Recuerdo que en la fase informativa del proceso de consulta previa, alguien mencionó que las quirumas retiradas servirían de leña a los comuneros, algo que puede parecer novedoso, pero que para los kukama constituye una burla.
Si tuviéramos que hablar de todos los impactos ambientales y sociales del proyecto, deberíamos fijar la mirada en aquellas observaciones hechas al estudio de impacto ambiental del proyecto por los propios entes del Estado peruano, que mantiene posturas contrarias a lo afirmado por la empresa y otros sectores de gobierno. Entonces es preciso hacernos otra pregunta ¿el interés por la Hidrovía Amazónica es sólo la navegabilidad durante los 365 días del año?, la respuesta es muy amplía, los intereses no son nacionales, tienen como objetivo fijar la ruta de comercio de otros países, acortando tiempos y reduciendo costos a las grandes empresas, y quizás hay más, algo mucho más grande que seguro con el tiempo lo sabremos.
La postura de la población kukama de Acodecospat (Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca) frente al proyecto es mejorar la regulación del transporte fluvial en la Amazonía, para que sean las embarcaciones las que se adapten al curso del río. Hay mucho por hacer en el tema de transporte fluvial y no basta con subsidiar los pasajes en embarcaciones que los entes privados y el Estado promueven para el transporte en algunos ríos, no basta con construir un puerto en Iquitos y que lo sigamos manteniendo como un elefante blanco, no basta con construir estaciones de control. Mejorar y fiscalizar el transporte fluvial debe apuntar a una acción conjunta Estado – comunidad, es tiempo de que el Estado escuche a las poblaciones indígenas y se promueva la coparticipación en actividades que los involucre.