Opinión

Ocio, vicio recio

Por Alfredo Quintanilla

Psicólogo

Ocio, vicio recioLuisenrrique Becerra

Si la ociosidad es madre de todos los vicios y el ocio es creativo (fíjense en el género), en la práctica, mi Pepe Grillo siempre me advirtió contra la madre, sin hacerme disfrutar de la potencia del padre creador. Resultado: me he perfeccionado como un agilito de la procastinación y dejo siempre para mañana lo que me da flojera hacer hoy, a la espera del rapto inspirador que transforme mi existencia. Por eso, en la segunda oportunidad que nos brinda el encierro dictado por el gobierno, voy repitiendo los aplazamientos de la primera.

Voluntad, me dicen, educaron tu cerebro y las fibras de tu corazón, pero les faltó echar ají y pólvora en tus músculos. ¡Firmes, cadete, párese derecho! La disciplina con sangre entra, es el mito que repite la afición; cuando la disciplina más tiene que ver con la paciencia, la autoestima y la terquedad, que con los decibeles del grito, las cien ranas o la ducha fría.

Un ladrillo vale por diez libros, me dijo el ingeniero. Con diez mil ladrillos construyo mi casa, ¿qué hace un sociólogo con diez mil libros leídos? Cuatro paredes sin techo. Contra esa buena fama constructiva, he aquí que las últimas investigaciones de los fiscales anticorrupción, han descubierto que los infames leguleyos que conocen las triquiñuelas de la ley, han sido superados por ingenieros civiles que manejan muy bien las fórmulas polinómicas a la hora de hacer las adendas en los presupuestos.

Yo fui testigo de cómo Julio Díaz Palacios (antes de que fuera alcalde de Ilo y diputado por Moquegua) escribió su tesis sobre el cáncer uterino en cuarenta días con setecientas cincuenta citas incluidas. ¿Una socialité puede tener ese mismo número de citas en cuarenta días?

Un escritor profesional puede escribir cuarenta folios por día, Brahms demoró 20 años en terminar su primera sinfonía. Estando en Wiesbaden, Dostoievski, vicioso del juego, cargado de deudas, le dictó la novela “El Jugador” a su taquígrafa Anna Grigorievna Snítkina, en 26 días. El Amauta escribía un artículo en veinte minutos. A los poetas jóvenes los versos les brotan como conejos de la chistera al mago. Pero se necesita un segundo menos para fijar un récord mundial. Como se ve, el tiempo del arte es relativo, cuando el del deporte es absoluto.

Hace treinta años, en cuarenta días de intensa campaña, el candidato del tractor, casi alcanza en las simpatías encuestadoras, al laureado escritor. Siete meses duran los ministros del Interior en Perulandia. No te quejes, si tienes chamba por una semana, ya te estás ganando alguito, le decía el cínico asesor del candidato al hombre que se acercaba a comentarle los últimos acontecimientos del inframundo.

Cuarenta días ayunan los musulmanes en el Ramadán. Jesús lo hacía en el desierto. En cuarenta días, Juan Acevedo produjo cuarenta historietas como oraciones para sus amigos y siguió durante meses, sin parar.

A Fernando Savater en su primera visita a Lima (cuando andaba con 90 libros publicados), el crítico Alat le preguntó al locuaz filósofo qué tiempo dedicaba a pensar. (Hoy anda por más de 200 y contando, mientras mi amigo Alat optó por descansar en paz). Alat quiso referirse al oficio de pensar, pues, trabajar cansa, como dijo el italiano.

Dicen que el ocio es creativo. No es mi caso. La pandemia viene con preguntas tontas que no matan el tiempo inútil. Prohibido hablar de tristezas. Se reparan máquinas de coser (o de cocer?). ¡Una cocina Surge al que me traiga un botiquín de microbús con ivermectina! Vea cine hindú y olvídese de sus penas. ¿Por qué lees tanto?, ¡no seas ocioso! Hay que ser productivo. A mí, cuando era joven y revolucionario, mi jefe me advertía: qué haces leyendo de aquí y de allá, pareces una gallina picoteando piedritas, concéntrate. ¿Qué diría ese tío, al ver a los de hoy con sus mil mensajes de Instagram, su tik tok, su twitter, pegados, sin comer ni ir al baño?

Las telefonistas de los call center tienen más éxito que los telefonistos. Uno de ellos me confió que aspiraba llegar a 240 llamadas diarias, pero nunca lo lograba. Las chicas están por encima de 250, pero tienen un promedio de choteos del 94 %, al revés de la eficacia de la vacuna Pfizer. Los muchachos de la Bolsa de Wall Street, hacen más, pero los relevan cada dos horas. Se jubilan a los 36, como los futbolistas.

Dejemos de dar vueltas y hagamos útil este minuto de divagaciones: no sabemos cuando moriremos, pero, por ahora, asumamos el lema de nuestro editor Javier Torres Seoane: “Resistir con todo lo que se tenga y ayudar, a quien lo necesite, con todo lo que se pueda”