Por el derecho a la vida y la verdad
Antropólogo y Profesor
A un mes de la masacre de Juliaca
La motivación de este texto nace de haber asistido a la misa celebrada por el Padre Luis Zambrano en la parroquia Pueblo de Dios de la ciudad de Juliaca el 9 de febrero, a un mes de la masacre de la gente que estaba protestando contra el gobierno de Dina Boluarte y su premier Otárola, e intentando tomar el aeropuerto. A esta misa asistieron los familiares por los 17 asesinados. Hasta este momento en el país teníamos 58 civiles y un policia muertos, 1,293 heridos, de los cuales 203 solo en Juliaca y 16 en Ilave, eso es sin contar, como dijo el celebrante “aquellos que no querían ir a un hospital ni una posta por temor a ser criminalizados como terroristas”.
En esta misa, al igual que el día del entierro colectivo con los 17 ataúdes instalados en la plaza de armas de Juliaca, el dolor era lo que inundaba el ambiente, el color negro de la ropa de cientos de madres, padres, hermanos, amigos, expresaba el desconcierto y la indignación frente a la masacre.
Yo me considero creyente de Jesús y desde mi fe nacen estas reflexiones y así deseo que sean recibidas, estoy consciente que lo que diga es de mi entera responsabilidad ya que tienen no solo un mensaje de fe sino también deben tener consecuencias políticas, como lo pide y demanda Jesús a sus seguidores.
La primera pregunta que me hice fue ¿Qué les diría Jesús a estas familias que vinieron a la misa, al templo de su pueblo?, ¿cuál sería la palabra adecuada, el mensaje que les daría? Me respondo a mi mismo y digo, sería de consuelo, de amor que se conduele ante esta barbaridad acontecida en una hora, como lo indicaba el párroco, cuando narraba la masacre. Jesús se pondría a llorar junto a las viudas, a las madres y padres -que solo miraban las fotos de las víctimas- como lo hizo con las hermanas de Lázaro, como cuando llegó al cementerio de los judíos en Betania, unos decían “cómo se ve que lo amaba?….y otros descreídos “¿…si lo amaba tanto, cómo no hizo algo para que no muriera?”. A Jesús se lo vio llorar y después hacer algo tan grande como devolverlo a la vida.
En este sentido me duele que muchos que se consideran cristianos no compartan el dolor de nuestros hermanos juliaqueños o de donde sea que se den hechos como estos. Me duele más todavía que muchos pastores locales que “debían dar la vida por sus ovejas”, no se hayan manifestado sinceramente en contra de esta masacre, de este delito, de este pecado contra la fraternidad humana y cristiana. Les faltó reflejos y claridad cristiana.
¿Cuál es la razón fundamental de esta falta de amor, de empatía, de solidaridad, humana en primer término y cristiana?. Yo creo que todos debemos revisar realmente si hemos sentido y entendido el mensaje fundamental de Jesús “amanse unos a otros como yo los he amado”, mandamiento inconfundible de la identidad de los seguidores de Jesús. Muchas veces me pregunto, ¿cómo podemos decir que somos cristianos si no amamos a nuestro prójimo a quien vemos y decimos amar a Dios a quien no vemos? (I de Juan.). En este sentido me suena a una mentira inmensa decir que el Perú es un país católico, un país cristiano. Llevamos años, siglos de falsedad en este sentido, pues somos capaces de ver campesinos andinos que viven con tres soles al día, que de los doce hijos que han nacido en la casa de un comunero de K’auri,( Cusco) diez se han muerto de cólera, neumonía, diarrea, si vemos que las niñas andinas son entregadas, regaladas, para criadas en las familias mestizas o blancas de Urcos, Cusco, Puerto Maldonado, Lima, etc. sin ningún derecho a nada y pasan sus vidas sirviendo a la “señora y familia muy católica”. Un país donde el 70% de sus trabajadores son informales, esto quiere decir, sin contrato, sin derechos laborales, sin capacidad ni derecho a asociarse y sindicalizarse, sin derecho a jubilación, seguro de salud, etc. Un país donde tenemos 11, 524 denuncias de desaparición de mujeres en el año 2022, de las cuales solo 5,558 han reaparecido. De ese total de mujeres hermanas nuestras hijas nuestras 1,821 son adultas es decir, lo más probable que sean madres de familia y 3,560 son niñas y adolescentes. Estas cifras simplemente son un escándalo mundial y sin embargo son cifras que la prensa nacional las da sin ninguna manifestación de horror y escándalo.
Mi pregunta es seria. No podemos seguir en esta mentira y farsa, con toda sinceridad puedo pensar que muchas de las misas que debían ser la celebración de la hermandad, no son válidas, por el contrario son una ofensa al amor de Dios expresado en Jesús que se parte en el pan, para dar vida a sus hermanos. Esto me recuerda al texto del profeta que pide “pueblo mío, no me honren con los labios,…. lávense, límpiense están sus manos llenas de sangre” (Isaías). Mas todavía a la recomendación de Jesús “antes de ir a presentar tu ofrenda al altar pregúntate si tu hermano no tiene ninguna queja contra ti…ve primero a reconciliarte con él”. Finalmente me hace recordar las misas o celebraciones evangélicas, donde asistían los amos y esclavos, donde la palabra de Dios era modulada o falseada, para que no cuestione el sistema, el status quo, la injusticia de la vida diaria, que era el régimen esclavista.
El silencio tan largo de algunos obispos, sobre todo de las zonas afectadas por el conflicto y de varias instituciones de las que se esperaba reacción inmediata y pertinente, ante lo sucedido, expresa que no se quieren comprometer con el derecho a la vida de las personas y el derecho a la verdad, que tenemos todos los peruanos, pero en especial con las familias y ciudades afectadas. Lo segundo, es un cálculo político que busca no chocar con nadie, una especie de querer estar bien con todos, un neutro plomo nada brillante y amoroso, como debía ser el mensaje de Jesús.
Algunos analistas más perspicaces señalan que los obispos reciben un sueldo del Estado (fruto del famoso Concordato) y por lo tanto son parte del sistema. Este es un asunto que tendrá que ser revisado por la Conferencia Episcopal y el mismo Vaticano de manera urgente. Al final, todo lo mencionado termina en una indefinición y un desprestigio de la moral de nuestras iglesias y nuestra fe. El sentir de muchos es que las Iglesias siempre han estado al lado del poder y que se han prostituido como lo señalaban los profetas del antiguo testamento con relación al pueblo de Israel, con los dioses y poderes de su tiempo.
Repensando lo sucedido me hago también la pregunta, y se la hago a todos ¿cómo se sentirán las personas que azuzaron ir a tomar el aeropuerto, quemar al policía herido dentro de su patrullero, incendiar la casa del congresista de Puno, quemar los puestos y fiscalías, apedrear la ambulancia donde murió el bebé que necesitaba atención urgente, etc y que tuvo consecuencias fatales como las que vemos? ¿Sentirán algún tipo de responsabilidad? Es para pensar y sacar alguna lección y buscar igualmente justicia. Para explicar esas acciones algunas personas señalan la presencia de “ternas” e infiltrados como agentes pagados para desprestigiar las demandas populares, viejas prácticas del fujimontesinismo vivido y sufrido hace varios años, nuevamente activas en este régimen considerado como una dictadura cívico-militar.
Toda esta situación que tiene alcances históricos no invalida el compromiso de cientos y miles de cristianos auténticos que han dado su vida por sus prójimos siendo padres y madres generosos y entregados a sus hijos y los ajenos, a cientos de catequistas rurales y promotores campesinos y urbanos que son ejemplo de amor y servicio a su comunidad, a laicos, sacerdotes y religiosos varones y mujeres, que cada día sirven a sus semejantes sanos o enfermos con amor y entrega ejemplar, que solo Dios conoce esos amores escondidos pero fecundos de vida y esperanza. Si la fe de Jesús subsiste y permanece es gracias a ellos y ellas, esos verdaderos hermanos y hermanas que si merecen celebrar misas, reuniones litúrgicas o simplemente oraciones en familia donde hay auténtica fraternidad. En los dos años de pandemia los hemos visto actuar y nos llenaron de alegría y esperanza.
Si el Perú sufre tanto por causa de la corrupción en gran parte es porque los cristianos no estamos comprometidos realmente con la vida, la verdad y la justicia. Nosotros somos los que aceptamos la coima, el soborno, la falta de honestidad en muchos momentos. Nos hemos acostumbrado a ver familias miserables, casas que son cuevas, niños famélicos e ignorantes, niñas prostituidas por miserables que las explotan y asesinan en vida. Todo lo hemos normalizado y aceptado, la vida humana no vale nada, nada nos impresiona ni duele, somos dignos de ser vomitados, como dice san Juan en el apocalipsis porque somos simplemente tibios, ni fríos ni calientes, ni sal ni azúcar, ni chicha ni limonada.
Para terminar estas reflexiones volviendo a la misa, que pude acompañar como un creyente mas, el celebrante dijo que Jesús es nuestra esperanza, porque él ha vencido a la muerte y la injusticia, esta muerte que ahora estamos sintiendo con tanto dolor, esta injusticia que revela lo sucedido con nuestros familiares. Cómo nos gustaría que Jesús se hiciera presente y diga como con su amigo Lázaro, “donde lo han puesto? ….luego diga ¡Lázaro sal fuera!. Pero sobre todo que nos diga….¿no crees que yo soy la resurrección y la vida, y el que cree en mí no morirá para siempre.?. Necesitamos un aumento de fe grande y sólido en estos momentos.
Tenemos que aceptar que han matado a nuestros hijos, que han matado a nuestros esposos o hermanos, pero no nos debemos quedar en la aceptación pasiva, tenemos derecho a la verdad y la justicia, aunque sepamos que conseguir ambas cosas en nuestro país lleva tiempo y lucha. Yo personalmente creo que Jesús ha muerto nuevamente en nuestros hermanos asesinados injustamente. Los policías que vinieron, como dijo el Padre Luis, fueron traídos de fuera y con la orden de disparar a matar. Eso es una injusticia y debe ser castigada de manera inmediata y ejemplar, no se puede transar la verdad y el derecho, los verdaderos cristianos no nos conformamos con la injusticia ni la mentira.
El papa Francisco hablando a los miembros de la Iglesia del Congo dijo cosas muy parecidas a las que necesitamos oír para ser realmente testigos del amor incondicional de Jesús y de Dios ahora, nos dice que debemos ser aire fresco en medio de tanta violencia, pastores que debemos estar delante, en medio y atrás del rebaño encomendado, guiando con el ejemplo, acompañando en el camino de la vida como amigos, cuidando de los que se quedan atrás, perdonando siempre, amando con amor de madre y mas todavía. Recomienda evitar contagiarse del espíritu de “la mundanidad”, que es volverse un funcionario, un comerciante de lo sagrado, un aprovechado del dinero y el poder. Para ser fieles a Jesús se requiere volver a El precisamente, volver al amor generoso y libre, como el Padre que es siempre misericordioso, generoso, grande y feliz amando.
El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación nos recomendaba muchas cosas, entre ellas mejorar la educación cívica, la capacidad de dialogo y tolerancia, pero parece que no hemos aprendido poco, al contrario la famosa “choledad”, en el peor sentido de las palabra, está más vigente. No podemos pensar solamente en salidas inmediatas, tenemos que pensar en soluciones a largo plazo, como lo están demandando la gente, creando una nueva Constitución que realmente asegure la gestión democrática de las relaciones sociales, económicas y culturales de todos los peruanos. La justicia social y económica tienen que reconstruirse, el racismo y la discriminación contra los pueblos y culturas originarias deben ser erradicados decididamente, el machismo salvaje en el que vivimos, no puede soportarse ni un día más. La hipocresía e inconsecuencia religiosa tiene que ser superada por una conversión autentica y sostenida. “La palabra convence pero el ejemplo arrastra”, “el amor se demuestra más en hechos que en palabras”.