¿Por qué ganó el debate Verónika Mendoza?
Sociólogo
Al terminar el debate del domingo parecía que el saldo era favorable a Verónika Mendoza. Ayer lunes, diversos analistas de los medios han coincidido confirmando que era así. Incluso un crítico implacable suyo, Augusto Alvarez Rodrich, opinó de ese modo. Otra crítica también áspera de Mendoza, Rosa María Palacios, sugiere un empate entre ella y Keiko Fujimori. Si lo dice ella, debe leerse como que ganó Verónika. ¿Cómo se llegó a ese resultado?
El inicio
En un debate importan mucho el inicio y el final. En su primer minuto, una seria Verónika se concentró en describir la situación que vive el país. Señaló las cifras sobre el impacto aún muy duro de la pandemia. Luego hizo una mención rápida a sus principales propuestas. No hubo alusión alguna al resto de los candidatos.
En cambio, con una sonrisa similar a la de su padre, Keiko hizo una mención muy fugaz a los problemas del país. Luego endureció el gesto y pasó al ataque contra sus adversarios más directos: Yonhy Lescano y Rafael Lopez Aliaga a quien señaló como populistas, y a Mendoza como izquierda radical. Criticó la violencia verbal de López Aliaga, pero igual atacó con virulencia a la izquierda, que sería “peor que el covid-19”. Como que, ausente Lopez Aliaga, Keiko emulaba su agresividad. Luego vino el turno de Daniel Urresti, que como político solo es un clown y no vale la pena decir nada más. Después vino Lescano, el candidato más esperado, por ser puntero en las encuestas. No atacó ni mencionó a ninguno de sus rivales. Pero también dejó notar su nerviosismo e improvisación. En su minuto, su planteamiento solo fue ese trio de viejos principios quechuas de Ama Quella, Ama Llula y Ama Sua, que lo repitió en todo el debate. Terminó levantando el brazo izquierdo con el viejo saludo de Fernando Belaunde, pero parece que este no le mandó mayor inspiración para lo que vino luego.
Cerró la ronda George Forsyth. Menos agresivo que Keiko, pero también atacó a todos sus rivales, los “mismos de siempre” dijo, y se ofreció como el nuevo líder providencial. Se le vio más preparado que antes, pero recluido en ciertos temas fijos. Repitió “mismocracia” y “nuevo líder” a cada rato. Lo habían entrenado como un mulá a su joven talibán. Memorizó, pero no le quitó el stress. Al terminar, aspiró aire de alivio, como alguien que acaba de cruzar el Marañón caminando sobre un tronco.
En lo que siguió, el patrón de las intervenciones siguió las características del inicio. La cuestión programática no fue el fuerte del debate. Quien tenía propuestas más específicas y diferentes era Mendoza, planteando un rol más activo del Estado frente a la pandemia, la crisis económica, el desempleo y la desigualdad. Con menos detalle, Keiko se mostró cual defensora del actual orden económico y político, y yo diría que también de su actual ambiente moral. Los otros tres abundaron más en generalidades o en propuestas visiblemente carentes de sustento.
Además de lo programático, también hubo los típicos momentos de confrontación entre algunos de los candidatos, o sus respuestas a las preguntas de los periodistas. Veamos algunos momentos saltantes de todos estos intercambios.
Sobre la pandemia
Algunas propuestas de poco sustento vinieron de parte de Lescano. Señaló que gestionaría la suspensión de los derechos privados sobre las patentes de las vacunas y su fabricación local. Ese es uno de los temas sobre el que le llovieron críticas, por su inviabilidad al corto plazo.
Propuestas similares tuvo Forsyth: por ejemplo que las empresas privadas traigan las vacunas y se las vendan al Estado, pues habrían países a los que les sobran vacunas. Ahora debe estar murmurando junto a su mulá: no debo decir mentiras. A su turno, Verónika hizo una de las propuestas más polémicas: la intervención estatal de la producción y distribución de oxígeno pues “no vamos a permitir que más peruanos sigan muriendo por no tenerlo”. De pasada castigó a Lescano y a Forsyth. Al primero, por predicar aguardiente con sal como protección contra el virus; y al segundo, por promover el negocio de los privados con las vacunas.
En una pregunta subsiguiente, se le inquiríó a Mendoza porqué plantea la intervención estatal en el oxígeno, si el Estado es ineficiente. La respuesta fue uno de los momentos más intensos del debate. De modo vibrante, Verónika fustigó la “eficiencia” de las empresas privadas con sus abusos en los precios del oxígeno, de las medicinas y del internamiento en las UCI de las clínicas.
Sobre la economía
Aquí, la pregunta motivadora fue si para aumentar recursos fiscales se optaría por ampliar la base tributaria o por aumentar los impuestos. La mayoría respondió que ampliaría la base tributaria, que financiaría la micro y pequeña empresa, generaría empleo mediante obra pública y alentaría la inversión privada. Sobre este punto Mendoza fue la única que, además de lo anterior, propuso bonos masivos de emergencia social. Esa y otras medidas promoverían la reactivación económica en un primer momento. Y luego vendría una reforma tributaria eliminando exoneraciones tributarias a grandes empresas y colocando un impuesto a la riqueza.
Lo singular de Keiko en este tema fue la defensa del capítulo económico de la Constitución. Según ella, nos trajo crecimiento continuo y paz en los últimos 28 años. Ahora bien, todos los economistas y sociólogos o periodistas, saben que no hemos tenido tanta ni tan continua virtud en nuestro país.
Sobre corrupción e inseguridad
Sobre corrupción, Mendoza puso énfasis en que, a diferencia de varios de sus competidores, no ha tenido implicación en casos de corrupción ni en juicios de ningún tipo. A su lado estaba la más aludida de todos, Keiko, que acusó recibo y retrucó mencionando el manido tema de las agendas de Nadine. Sin embargo, pocos saben de qué se trata y nunca hubo un encausamiento a Verónika por eso. En cambio, el juicio a Keiko es un tema archiconocido.
Lescano sí tuvo una alusión directa a Verónika señalando que el jefe de su partido estaba enjuiciado por corrupción. Esto motivó una respuesta enérgica de Mendoza que lo acusó de difamación y afirmó que si antes hubo un procesado, lo separaron en el acto. Añadió que Lescano no podría decir lo mismo porque en su partido aún estaba el usurpador y golpista Merino. Para mayor infortunio del candidato puneño, la moderadora se confundió y lo llamó Merino en lugar de Lescano.
Otro tema en el cual Verónika marcó diferencia fue el de inseguridad. Fue la única que enfocó sobre el tema de la violencia contra la mujer y tuvo varias propuestas sobre el tema. En cambio, el matiz puesto por Keiko fue la defensa incondicional de las instituciones policiales y prometió que repondría en sus puestos a todos los generales de la policía retirados después del abaleamiento de cientos de manifestantes en las marchas de noviembre.
El final
En buena medida el final fue parecido al inicio. Lescano volvió a girar sobre los tres principios quechuas con los que “se pueden hacer maravillas” como la relación de obras públicas que promete. Forsyth volvió a ponerse en modo de joven talibán, repitiendo sus mantras: mismocracia, nuevo líder, ellos son el problema y yo la solución.
Keiko volvió a desperdiciar su minuto final para referirse a un problema personal. Informó a los televidentes sobre una resolución judicial que le prohibía salir fuera de Lima. Su propósito era mostrarse como perseguida política. Anunció luego que su hermana Sachi la reemplazaría en la campaña.
Sin embargo, el efecto inevitable es que otra vez la envuelve el aura de la corrupción y de sus consecuencias. Y otra vez la respuesta dinástica, de partido familar, con la hermana que la reemplaza. El karma del legado del patriarca que convirtió a esta familia en asidua de tribunales y penales desde hace 14 años.
En cambio, nuevamente, Mendoza marcó la diferencia. Primero pidió que los canales organizadores incorporen en el lenguaje de señas para la trasmisión de los debates. Segundo, pidió el apoyo de las familias peruanas para un cambio sustantivo del país y no seguir en las mismas porque el resto de los candidatos no querían cambiar nada de fondo. Y tercero, comprometiéndose a no “agachar la cabeza ante los poderosos” para hacer los cambios.
Por todos estos detalles es que casi la totalidad de analistas han opinado en el sentido que ya se compartió al inicio de este artículo. Este solo es el primero de los últimos episodios de este proceso electoral, pero cada uno va marcando avances que incidirán en el final.