¿Por qué no reaccionamos?
Teólogo y docente
He estado con este prurito de responderme esta pregunta hace tiempo. Elucubrando a veces, otras desesperanzado hasta el abandono de sentir que no hay respuesta.
Así, en estos días, recordé una líneas del capítulo VII de los “Siete ensayos” de Mariátegui y busqué algo que escribió sobre el criollismo al tratar de entender su sinrazón en la historia nacional, decía: “El criollismo no ha podido prosperar en nuestra literatura, como una corriente de espíritu nacionalista, ante todo porque el criollo no representa todavía la nacionalidad” y comencé a relacionarlo a mi interrogante. Se asocio también en mis recuerdos, “Buscando un Inca” de Alberto Flores Galindo, que trataba de entender la utopía andina de los movimientos sociales fallidos durante el virreinato y de nuevo, los voy relacionado a mi pregunta.
¿Por qué no reaccionamos entonces? Y después de releerlos, voy arribando a que el gran problema es que no tenemos hasta ahora, una identidad que nos cohesione. La pluriculturalidad marcada por nuestra geografía, sumada a una variopinta presencia inmigrante, sobre todo europea y mínimamente asiática, no ha permitido ni permitirá lograr una identidad peruana. Lo razonado con profunda claridad hace casi cien años por el Amauta, creo que tiene validez para explicar también la actual y persistente apatía del peruano ante la convulsionada situación social y política.
Asombra la reacción última de los argentinos ante el paquetazo de Milei. Asombraron también, las multitudinarias protestas en Chile que llevaron a un gobierno de izquierda. Extraña e inesperada fue la última e inesperada reacción de los jóvenes en nuestro Perú, en noviembre del 2020, cuando les pareció que Merino no era quien debía estar en Palacio. Hoy la situación política es de mayor gravedad y no hay reacción. Los partidos y movimientos no tienen capacidad de mover a todo un país, o al menos a Lima.
Las protestas de hace un año, provenientes de Puno –siempre sublevado– que significaron muertes al margen de la ley, tuvieron la indiferencia de los limeños. ¿Cómo entenderlo? La quietud indiferente no es sólo Lima, es en buena parte del Perú. La indiferencia entre regiones es la misma. A una región ni sabe ni le importa lo que pase en otras regiones.
Se ha resaltado la pluriculturalidad, la diversidad cultural como riqueza, pero también significa división. En la realidad, cada uno “baila con su pañuelo”. Lo que pase en el norte no le preocupa al sur, del mismo modo la sequía en el sur, no es un tema que le interese al norte. ¿El dengue? Era un tema de la selva, aunque ahora llegó a la costa. Y así sucede con todo.
Es lo mismo al interior de los partidos y movimientos políticos de izquierda, entre radicales y progresistas. Cada uno busca ser cabeza de león. Cada uno cuida su feudo, su historia, su identidad.
Los afrodescendientes, los selváticos, los aymaras, los quechuas, los descendientes de europeos, de japoneses o chinos, todavía se sienten más cercanos a sus orígenes y por ello, se aíslan de los demás. Los primeros mencionados todavía no marcan la diferencia para asentar sus identidades. Los segundos, tienes sus propios iconos sociales, estudiando los idiomas de sus abuelos muchas veces. Tiene incluso sus clubes que los asocia a la tierra de sus abuelos. Muchos de estos últimos, pueden reclamar derechos y hasta la ciudadanía de sus abuelos o bisabuelos, en tierras allende del Pacífico o del Atlántico. Además, tienen una mejor posición y poder económico que los primeros.
¿Cómo construir así una identidad peruana? Nada nos cohesiona. Ni nuestra historia del pasado imperio, ni las guerras del pasado con los vecinos tantas veces estudiadas en escuelas y colegios. Al llegar a los estudios superiores, en algún curso de historia que todavía sobrevive en las universidades, uno se desengaña de la grandiosidad de nuestro imperio inca, aprende que en las batallas o guerras, ha habido deserciones y traiciones. La misma independencia es una burla.
Entiendo así, que será difícil que el Perú de adentro, el norte y sur costeño también, reaccionen ante lo que pueda pasar en Lima, así no le guste. Ni lo que pasó en Lima o en Huamanga les significó nada. Al mismo Lima, ni las muertes de Inti o Bryan, o del infortunado anciano abatido alevosamente este año, les significan nada.
Ante un país indiferente que sólo repudia de boca en anónimas encuestas a un gobierno delincuente, pero que no se anima a mostrar pública indignación, será inútil el esfuerzo de los pocos que se sienten afectados por la corrupción metastásica que vivimos
Y creo, que también suma el nombre que tenemos: Perú. Nombre nacido de una confusión del traductor que acompañó a Pizarro. Ni el nombre nos rememora a un pasado donde concurramos todos. A ello se suma que muchos de nuestros pueblos fueron nombrados con el de santos cristianos y apellidados con el nombre nativo. Muy pocos recuerdan, menos mal, al santo español asignado a fortiori o asumido. Así vamos.
¿Qué sigue entonces? ¿Deconstruir nuestra historia, para reconstruir nuestra identidad? ¿Esperar un evento que toque los nervios de todo lo que se llama Perú? ¿Cuándo y cuál? Preocupante.