Protestas sin respuestas: Un embalse peligroso

Esta semana varias regiones del país han quedado incomunicadas a raíz de un paro de transportistas en protesta principalmente por el alza del combustible. Ello se suma a diversas movilizaciones, marchas y plantones de diversos sectores de la ciudadanía afectados por la actual crisis económica.

Si bien la difícil situación económica que afecta a todas las familias peruanas es consecuencia de la pandemia del covid-19, también es cierto que esta se ve agravada por una permanente confrontación política. Un factor es sin duda un Congreso que promueve leyes insostenibles e insuficientes que buscan el aplauso de la tribuna, pero que son en su mayoría inconstitucionales y solo generan una enorme pérdida de tiempo al débil gobierno de emergencia y transición que lidera Francisco Sagasti.

En este escenario, los reclamos de la ciudadanía no merecen atención, o cuando así ocurre las decisiones del Legislativo y el Ejecutivo no satisfacen a nadie, con lo cual solo se siembran razones para nuevas protestas. Así pues nadie encuentra soluciones: ni los transportistas que bloquean el acceso vial a sus regiones, ni los trabajadores que reclaman condiciones sanitarias adecuadas o mejores remuneraciones, ni las comunidades que llevan años en mesas de diálogos con funcionarios del gobierno y de las empresas que explotan nuestros recursos.

Pocas veces se relaciona el desinterés ciudadano en la política por la ineficiencia e incapacidad del Estado. Se le suele asociar más a la corrupción y la pobre performance de los políticos. Nunca como en la actual coyuntura electoral está quedando en evidencia que más allá de a quien elijamos para la presidencia de la república, la falta de credibilidad en la política es una reacción ante la incapacidad de los políticos para proponer respuestas concretas a los problemas urgentes, más allá de las promesas de campaña o los planes de gobierno (hechos casi siempre por cumplir la exigencia de la ley electoral)

En Noticias SER expresamos nuestra preocupación por la acumulación de reclamos y demandas de la ciudadanía, como los expresados en el paro de los transportistas y tantas otras protestas recientes. Y dada la debilidad del gobierno del presidente Sagasti, es necesario que las fuerzas democráticas que aspiran a la presidencia de la república comiencen a pensar en serio en un plan de emergencia consensuado. El embalse del malestar es tal que de no atenderse, la transferencia del poder nos encontrará con un país aún más ingobernable de lo que es ahora.