¿Qué le dijo el historiador al periodista sobre el “terrorismo de Sendero”?
Historiador
En el contexto de la reciente operación de demolición en contra del ex-canciller de la República, el sociólogo Héctor Béjar Rivera, el término “terrorismo” ha vuelto a ser utilizado confusamente por nuestra incansable derecha política, para atemorizar a la población y presionar el nuevo gobierno del presidente Pedro Castillo Terrones. Como explicamos hace poco en una nota de ‘Noticias SER’ titulada “El salario del miedo”, el “terruqueo” es una forma perversa de desinformación derechista, que busca convertir a toda la variopinta Izquierda política peruana --e internacional-- en sinónimo de un solo grupo proveniente de esa amplia corriente de pensamiento y acción.
La periodista de televisión Rosana Cueva, que ya tiene más de una década en estos menesteres, fue la encargada de presentar la información recortada y descontextualizada que, en coordinación con la gloriosa Marina de Guerra del Perú, dio paso a la histérica campaña que llevó, en apenas tres días, al premier Guido Bellido a pedir la renuncia del ministro. Así, el domingo 15 de agosto se propalaron en la TV las declaraciones intencionalmente editadas del canciller Béjar, originalmente parte de una conferencia mucho más extensa, de noviembre del año pasado 2020. Desde el lunes 16, se produce un “bombardeo noticioso” incesante en los periódicos, la radio, todos los canales de televisión y por parte de la aguerrida oposición en el Congreso. Por la debilidad del gobierno de Castillo, el martes 17 triunfa la campaña de demolición: el premier Bellido le pide al canciller Béjar que renuncie --pues estaban preparándose para el voto de confianza al gabinete en el Congreso (que obtuvieron finalmente el último viernes 27) y necesitaban calmar la contenciosa relación entre el Ejecutivo y el Legislativo (reavivada el 29 de julio con el sorpresivo nombramiento como premier … ¡del propio Bellido!).
Si nos fijamos bien, es el mismo ‘modus operandi’ utilizado varias veces antes en el Perú. Vienen a la memoria el “escandalete” del cantante “Richard Swing” y el presidente Vizcarra en el 2019; la denuncia de “lobismo” del presidente Kuczynski con Odebrecht el 2018; y, una década antes, el escándalo de los “petro-audios” del entonces premier aprista Jorge Del Castillo el 2008. ¿Eran estos tres también “terroristas”? No, pero eran incómodos a los poderes fácticos en esas coyunturas concretas. ¿Cuál es la finalidad de estas campañas de demolición? Desestabilizar al gobierno de turno, exagerando mediáticamente irregularidades que debieran ser efectivamente investigadas. ¿Qué logran con todo esto? Forzar acuerdos bajo la mesa y no investigar realmente las malas mañas de los implicados. Hoy, solamente Kuczynski está bajo arresto domiciliario, R. Swing tiene comparecencia restringida, y Del Castillo se paseaba el fin de semana anterior por Arequipa, tratando de desestabilizar al gobierno de Pedro Castillo de la mano de Lourdes Flores y de Juan Sheput (por pura casualidad, tres vetustos personajes afiliados a partidos políticos que han perdido su inscripción en las últimas elecciones y que no encuentran otra manera de hacerse relevantes para los poderes fácticos que azuzando el descontento en Lima y provincias).
Tratando de entender y aclarar la confusión intencional de esta reciente campaña contra Héctor Béjar, el periodista Ángel Paéz, del diario ‘La República’, entrevistó al historiador Antonio Zapata. El tema central era explicar las diferencias entre el “terrorismo de Estado”, que en el Perú involucra a las Fuerzas Armadas y a la Marina de Guerra en particular, y el “terrorismo de Sendero Luminoso”. La entrevista apareció el día sábado 21, pero un pequeño error en la transcripción del diálogo ha causado confusión entre las lectoras y lectores de este medio de prensa. Expliquemos a continuación esta errata.
El periodista Ángel Paéz pregunta: “Precisamente, el terrorismo no fue de uso exclusivo de Sendero Luminoso. ¿Qué referencias históricas existen?”.
El historiador Antonio Zapata responde: “Es cierto, pero tenemos que tomar en cuenta la experiencia reciente. Como el levantamiento senderista vino acompañado de una gran crueldad, especialmente contra civiles, la sociedad condenó a Sendero Luminoso. No era un grupo que usaba métodos terroristas en busca de objetivos políticos sino que eran terroristas en sí mismos. Su fin era el terrorismo. Desde entonces la palabra terrorismo se identifica con Sendero Luminoso. No por gusto los llaman “terrucos”, que es una palabra que los identifica como esencialmente terroristas, no gente usando del terrorismo para conseguir sus fines políticos en busca del comunismo. Es un cambio lingüístico importante de la concepción de la sociedad sobre la violencia política”.
Algunos han querido leer en esta declaración una afirmación que no corresponde ni a los estudios y publicaciones de Zapata, ni a los reportajes e investigaciones de Páez, ambos muy críticos de Sendero, pero también de los abusos cometidos por las Fuerzas Armadas durante el Conflicto Armado Interno. El problema está en la transcripción de lo que el historiador le dijo al periodista, y todo se reduce a simples errores en la puntuación.
Dice la transcripción: “la sociedad condenó a Sendero Luminoso. No era un grupo que usaba métodos terroristas en busca de objetivos políticos sino que eran terroristas en sí mismos. Su fin era el terrorismo. Desde entonces la palabra terrorismo se identifica con Sendero Luminoso”.
Pero debiera decir: “la sociedad condenó a Sendero Luminoso: «no era un grupo que usaba métodos terroristas en busca de objetivos políticos sino que eran terroristas en sí mismos; su fin era el terrorismo». Desde entonces la palabra terrorismo se identifica con Sendero Luminoso”.
Como se aprecia, con apenas dos puntos, un punto y coma, y una frase entre comillas, podemos recuperar la intención del entrevistado, que expresa coloquialmente la información que proporciona al periodista, pensando en ser accesible a un público lector no especializado en el tema.
Probablemente, tanto el entrevistado como el entrevistador pensaban durante su conversación en la llamada “Entrevista del siglo”, concedida por Abimael Guzmán al ‘Diario de Marka’ en julio de 1988. Allí Guzmán justifica abiertamente la masacre de Lucanamarca del 3 de abril de 1983. El propósito de “Sendero Luminoso” al asesinar a 69 campesinos, justo a los tres meses del establecimiento de las Fuerzas Armadas en Ayacucho, era aterrorizar a la población y frenar el desarrollo de las rondas y autodefensas campesinas en la región, en época del gobierno de Fernando Belaúnde (1980-1985). Es uno de los más sangrientos ejemplos de la táctica (terrorista) de Sendero para obtener sus objetivos político-militares (controlar el campo).
Al final, debiera resultar claro que no estamos --como algún “anticomunista” intonso quisiera leer de volada--, ante la sorpresa de que el historiador Zapata (y el periodista Páez en concordancia con él) opine que “senderismo” equivale absolutamente a “terrorismo”, y que es el único actor político-militar al que se le puede calificar de ese modo en la historia reciente de nuestro país.
Lo que Zapata nos está explicando es lo que la ecuación “senderistas = terrorismo” significa para los que la usan: asumir que “Sendero Luminoso” no es un grupo político que utiliza tácticas particulares en su accionar militar, sino simples locos y asesinos demenciales que no merecen ser tratados como seres humanos. Y, por simplona asociación “anticomunista”, todos los izquierdistas del Perú y el mundo. Otro ejemplo más de la perversa desinformación derechista que padecemos desde hace casi un cuarto de siglo en nuestro país.
Referencias:
“Antonio Zapata: «Sendero atacó a la Marina de manera más cruel y personalizada»”. Entrevista de Ángel Páez, ‘La República’, Lima, sábado 21 de agosto, 2021.
Nicanor Domínguez Faura, “El salario del miedo”, ‘Noticias SER’, jueves 3 de junio, 2021.