¿Quién le teme a una nueva Constitución
Abogada
*¿Dónde poner ahora la esperanza?
¿Dónde la dulce flor de la sonrisa
de las madres que gestan y amamantan
si caminamos al azar heridos
de muerte?
…….ni sabemos
la dirección de su puñal….su aliento
envenenado su siniestro y certero acometer.*
Magda Portal
Las constituciones que rigen a los Estados están dividas en dos partes. La primera tiene un listado de los derechos fundamentales (artículo 2°), en el caso peruano ese listado es abierto (artículo 3°). Luego, la segunda parte es la de la organización del Estado (la sala de máquinas la llama el profesor Gargarella), cómo se ordenan sus instituciones para garantizar que se cumplan estos derechos para todas las personas.
Esta estructura la tienen clara quienes reclaman una nueva constitución. El inmenso reclamo en estas protestas busca rescatar un país que ha colapsado, porque el orden en el que se basaba no dio más, se derrumbó. Una nueva Constitución implica reordenar las piezas de este nuestro país quebrado, para levantarlo.
Y no, no se trata solo de un tema económico, como muchos creen o quieren hacer creer; se trata sobre todo de rescatar por los pelos a un país. Porque para ese gran sector del Perú que reclama cambios, la salud nunca fue un derecho sino un privilegio de quienes pueden pagar un seguro privado, la pandemia nos lo enrostró de manera cruel. Lo mismo pasa con la educación, el trabajo, la vivienda, la seguridad. Las reglas del Estado, su funcionamiento, no les ha protegido derechos, les ha y les sigue pisoteando.
Porque los pueblos indígenas ni siquiera están nombrados en la actual Constitución (se les llama comunidades nativas y campesinas) y ni qué decir de sus derechos, por el contrario, el despojo de sus vidas y territorios ha venido siendo avalado con múltiples normas, todas “constitucionales”. Ah, tampoco está nombrado el pueblo afroperuano, como si no existiera. El racismo más perverso es el que invisibiliza a los de siempre.
Quienes demandan una nueva Constitución tienen claro que para reconstruir el país este orden debe cambiar; sin embargo, desde quienes niegan toda posibilidad de cambio se escucha un desprecio visceral hacia este pedido, y piden una lista detallada de los artículos a cambiar; desprecio que revela un miedo muy intenso, como si fuese el pishtaco que les podría matar.
¿De qué hablamos cuando hablamos de Asamblea Constituyente?
Claro que no hay una lista detallada de cada artículo que quieran que se cambie, porque se trata de rearmar toda una nueva estructura, nuevas reglas de juego. Y además hay muchos temas que en la actual Constitución ni se nombran, ¿cómo modificas algo que ni siquiera está escrito?
Por eso el pedido pasa por una Asamblea Constituyente conformada por diversos sectores de la ciudadanía. No se trata de cambiar solo dos, tres o veinte artículos, pasa por hacer un análisis concienzudo con todos los actores en la mesa de cómo está funcionando nuestro Estado, de cómo actualmente no protege derechos, y de cómo construimos de manera conjunta un Estado que sirva para garantizar los derechos de todas, todos y todes. Cómo construimos un sistema de salud que llegue realmente todo el Perú, una educación que no discrimine, que quien estudia en un colegio público tenga las mismas oportunidades que alguien que estudia en un colegio de la élite limeña. Cómo reformamos un sistema de defensa jurídica del Estado que no se burle de las víctimas de las violaciones de derechos humanos, un Estado que no avale que la vida vale menos que las empresas. Pero a muchos perder los privilegios les asusta.
¿Este proceso de Asamblea Constituyente y la consiguiente nueva Constitución será la formula mágica para que terminen todos nuestros problemas? Me temo que no, y que con los sectores tan recalcitrantes y con tanto poder que tenemos hoy, sectores que no quieren ceder ni entender a los otros, que se burlan, discriminan, menosprecian, la nueva Constitución podría ser aún peor que la que tenemos actualmente. O que nos pase como en Chile, un proceso convencional amplio constituyente, que al final no se pudo implementar, pero que sembró el germen de lo imprescindible que es un cambio.
Todos esos riesgos los conocen quienes demandan una nueva Constitución, pero aún tienen la esperanza de que este país funcione para todas y todos, y no solo para unos pocos, por esa necesidad y esperanza de un Perú más justo dan la pelea.
La utilización de la esperanza
La llegada de Castillo a la presidencia levantó la esperanza en un proceso constituyente. Sin embargo, tuvimos un Congreso que se dedicó a petardearla, un gobierno que la utilizó como moneda de cambio para tapar su corrupción de a ripio y un sector de la izquierda que convirtió esta demanda en un meme.
Hoy, con miles de peruanos exigiendo este derecho a reconstruir el país, y con los militares en las calles matando a peruanos y asumiendo peligrosamente un rol político, la vuelven a utilizar en el Congreso para atacarse entre sí, atrincherarse en su curul y no ceder, limpiar a su sector, mi líder robó menos por eso no somos como ustedes, no me das esto entonces no te doy lo otro y te jodes, como si se trataran de broncas personales, y no de salvar el país de tanto dolor y muerte.
¿Urge una Asamblea Constituyente? Soy de la opinión de que sí; que es necesario tener un proceso de amplio debate dónde participemos todas y todos, y pensemos como queremos las nuevas reglas de juego de un Estado que garantice derechos. No es ni será un proceso sencillo y automático de la noche a la mañana.
¿Tiene que estar atada al imprescindible adelanto de elecciones? No, pueden ir separadas. La semana pasada pudo votarse primero por el adelanto de elecciones, y luego insistirse con una votación para una Asamblea Constituyente, una votación en la que se les pueda ver la cara a cada congresista, y saber quiénes son y porqué se niegan a reconocer los derechos de la gente, desmontar con argumentos sus mitos sembrados. Y cuando se logre abrir el camino para una Asamblea Constituyente —que se dará más temprano que tarde— empezará el amplio debate sobre su conformación. Queda aún mucho camino por recorrer, muchas más batallas que dar.
Tenemos que buscar dónde poner ahora la esperanza.