Realidades que eclipsan a Lima y a la costa
Periodista
Las frenéticas simpatías hacia candidatos y candidatas expresadas con vehemencia en Facebook y Twitter, han sido eclipsadas y enmudecidas la noche de ayer, con un resultado que Lima y la costa no se esperaban, y es que los votos que ha obtenido el profesor Pedro Castillo reflejan el descontento y el hartazgo hacia la clase política peruana - metida hasta los huesos en más de un escándalo de corrupción - de parte de las comunidades más desfavorecidas y olvidadas del Perú; aquellas donde la presencia del Estado sólo se da cuando les hacen llegar material electoral y nada más.
Esta población marginada e invisilizada tanto por el Estado como por la Derecha, tampoco quiere saber nada con esa Izquierda incoherente, que no practica lo que pregona. Esa pseudoizquierda de doble rasero que exige justicia social, pero cuando le toca ser empleadora, juega con las mismas reglas sucias del modelo neoliberal que tanto dice atacar. Esa izquierda que antes de la pandemia era muy locuaz en debates de café y ahora lo es en redes - desde la comodidad de sus casas - no conoce ni un metro de lo que es el Perú profundo; ese que José María Arguedas describió en su tiempo y que sigue postergado hasta la fecha. Durante cuatro décadas, a este país de todas las sangres no se le atiende y sólo se le convoca en procesos electorales.
En la década de los noventa, la mafia de Alberto Fujimori en complicidad con la prensa peruana, hizo lo que quiso con el Perú; lo embruteció y lo engañó con el más paupérrimo y descarado dramatismo populachero, el cual le permitió incrustarse en la ignorancia de un pueblo que no veía claramente cómo se engullían a su país.
En el norte, específicamente en Piura, el recuerdo del "chino" y su vil embuste sigue fresco en algunos sectores. Es por eso que Keiko Fujimori va con promesas baratas a esa ciudad a la que considera su bastión, y la engaña con el menor esfuerzo, apelando al recuerdo de su padre, que proyectó la falsa imagen del presidente atento y preocupado por lo que pasaba con el Fenómeno del Niño de 1998.
Sin embargo, esos sectores no saben que la tragedia del 16 de marzo de ese año - cuando el puente Bolognesi se cayó dejando 20 fallecidos - fue originada por el mismo "Ingeniero Fujimori", que en su afán de proselitismo para los titulares de la prensa piurana, se montó en un cargador frontal para descolmatar el río Piura y lo que terminó haciendo fue socavar y debilitar las bases del puente, razón por la cual, éste quedó debilitado y no soportó la creciente más fuerte del río por aquellos aciagos días. Es muy triste, pero pareciera que Piura se resiste al aprendizaje que le va dejando cada nueva y dura lección. Tanto su alcalde fujimorista Juan José Díaz Dios, como su gobernador regional, Servando García, han demostrado su más absoluta incompetencia e indiferencia en el manejo de una estrategia sanitaria que le haga frente a la arrasadora presencia del Covid-19.
Las adhesiones a la candidatura de Pedro Castillo, más allá del candidato - técnicamente hablando - son de una lectura muy importante que obliga a girar la cabeza desde Lima y ver que a la espalda, hay un Perú lastimado y desfavorecido por décadas y que la democracia ha sido prácticamente un espejismo que se apagó con la llegada de la pandemia y las nefastas consecuencias, producto de un Estado incompetente y envilecido por la corrupción. Así que ese argumento de horrorizarse y empezar a terruquear a los peruanos que votaron por este maestro rural es de una ignorancia garrafal y sirve como insumo para la estrategia de terror, que la acusada por el delito de lavado de activos, Keiko Fujimori, dibujará con sombras y fantasmas para la segunda vuelta. Cabe precisar que Pedro Castillo, no hizo derroche de publicidad por redes sociales, ni tuvo pantalla en televisión, lo que otros candidatos sí tuvieron.
Este egregor de malestar que Lima y la costa recién ven con aturdimiento, ya venía configurándose desde muchos años atrás. En realidad, aquí se está jugando una quinta vuelta, sumados los últimos procesos electorales pasados, y será la población que no ha sido escuchada quien la va a definir.